Lesbian Space Princess es una animación queer que combina comedia irreverente, ciencia ficción y sátira social para narrar el viaje de autodescubrimiento de una princesa introvertida.
CRFIC 2025 | Lesbian Space Princess (2025)
Puntuación: ★★★★
Dirección: Emma Hough Hobbs y Leela Varghese
Voces: Shabana Azeez, Gemma Chua Tran, Richard Roxburgh, Bernie Van Tiel y Mark Bonanno
En la vasta constelación del cine queer contemporáneo, Lesbian Space Princess, la ópera prima animada del dúo australiano Leela Varghese y Emma Hough Hobbs, emerge como una supernova estridente y luminosa. Es una travesía sideral que combina la risa sin censura con la ternura inesperada, a medio camino entre la comedia intergaláctica y la fábula de crecimiento personal. Esta película, presentada en el CRFIC como una de las propuestas más hilarantes y refrescantes del año, no solo dinamita los clichés del género de ciencia ficción, sino que los recompone en una partitura queer visualmente fluorescente y emocionalmente disonante.
La historia de Saira, una princesa tímida del planeta Clitópolis, parece a primera vista una parodia de manual: una heroína renuente, una exnovia secuestrada, una nave parlante con complejo de HAL y un séquito de personajes extravagantes, desde drag queens de doble cara hasta chicas emo que cantan serenatas indie-folk. Sin embargo, en esta agitación caótica de referencias pop, criaturas absurdas y frases punzantes, late el corazón genuino de una historia sobre la adultez queer: una búsqueda de voz propia en un universo que constantemente exige definiciones y etiquetas.
A través del humor —profano, juguetón, obsceno, pero profundamente lúcido—, la película deconstruye tanto la épica espacial como la narrativa del “coming-of-age”. La sátira no solo apunta al género masculino blanco hegemónico (representado con sarcasmo por los “Straight White Maliens”, planos y bidimensionales en todos los sentidos), sino también a las estructuras narrativas tradicionales del cine de aventuras. Aquí, el viaje del héroe no es hacia la gloria, sino hacia la autoaceptación; el rescate no redime, pero cataliza el cambio interno.
Pese a su envoltorio ruidoso y sus bromas burdas, Lesbian Space Princess contiene destellos de una emotividad desnuda. En el centro de tanto absurdo habita una melancolía sutil: la de una joven queer que, como tantas, se siente “demasiado aburrida” para ser deseada, “demasiado tímida” para ser heroína. Y sin embargo, lo que la película articula —quizá sin solemnidad, pero sí con aguda ternura— es que el viaje hacia la adultez no implica volverse otra persona, sino aceptar lo que uno ya es.

Las canciones y gags no están ahí solo para provocar risas, sino para habilitar nuevos lenguajes. Que una nave espacial tenga el tono de un misógino desactualizado o que la exnovia de Saira sea una cazarrecompensas con poca acción real, no son detalles arbitrarios: son dispositivos que articulan una crítica feroz a los discursos dominantes en la ficción audiovisual. En este sentido, el humor se convierte en arma, en espejo roto y en himno de batalla.
Más allá de su argumento, Lesbian Space Princess se inscribe en una tendencia creciente dentro del cine de animación independiente: el uso del medio para amplificar voces históricamente marginales. En la tradición de obras como Steven Universe, BoJack Horseman o Rick and Morty —de donde toma cierta irreverencia nihilista—, esta película se arriesga a decir lo que muchas otras no se atreven, pero lo hace sin perder su alegría ni su deseo de celebración.
Porque Lesbian Space Princess es, sobre todo, un festejo. De lo queer, de lo raro, de lo que no encaja. Un carnaval de luces y palabrotas, de sátiras punzantes y canciones absurdas, que nos recuerda que el cine —incluso el animado, incluso el cómico— también puede ser un terreno fértil para la insurrección estética y política.
Y, en un panorama donde muchas narrativas queer han comenzado a institucionalizarse, a volverse cómodas o previsibles, Lesbian Space Princess aparece como un llamado al descontrol. Su aparente superficialidad encubre una sofisticación narrativa en clave anárquica: su capacidad para conmover sin dejar de hacer reír, para incomodar sin perder la ternura, para representar sin solemnizar.