Francis Ford Coppola regresa con Megalópolis, una ambiciosa obra que mezcla ciencia ficción, drama y política, explorando temas como el poder, la utopía y la desigualdad. Aunque imperfecta y cargada de simbolismo, destaca por su impresionante diseño visual y actuaciones sólidas de Adam Driver y Giancarlo Esposito.
Megalopolis (2024)
Puntuación: ★★★★
Dirección: Francis Ford Coppola
Reparto: Adam Driver, Giancarlo Esposito, Nathalie Emmanuel, Aubrey Plaza, Shia LaBeouf, Jon Voight, Laurence Fishburne, Talia Shire, Jason Schwartzman y Kathryn Hunter
Estreno en cines
Francis Ford Coppola regresa al cine con Megalópolis, un proyecto largamente acariciado que, desde su primer anuncio, se perfilaba como una de las producciones más ambiciosas de su carrera. El legendario cineasta, responsable de clásicos como El Padrino y Apocalypse Now, nos entrega una obra que mezcla ciencia ficción, drama y política, con un imaginario visual deslumbrante y un trasfondo social que dialoga con la historia y el presente.
En Megalópolis, Coppola imagina una América moderna rebautizada como Nueva Roma, un escenario que resuena como un eco del imperio romano, en el que las luchas de poder, las tensiones ideológicas y los dilemas éticos configuran un drama épico. La narrativa gira en torno a César Catilina (Adam Driver), un visionario arquitecto con sueños utópicos, y Franklyn Cicero (Giancarlo Esposito), un alcalde atrapado en un sistema corrupto. Entre ambos se encuentra Julia Cicero (Nathalie Emmanuel), cuya lealtad, dividida entre su padre y su amante, simboliza el conflicto entre el pasado y el futuro.
La película construye una parábola entre la decadencia del imperio romano y los retos políticos y éticos de nuestra sociedad contemporánea. Este paralelismo no solo da profundidad a la trama, sino que invita a reflexionar sobre cómo las luchas de poder y las desigualdades estructurales permanecen vigentes a lo largo de los siglos.
Coppola demuestra que sigue siendo un maestro en la construcción de universos cinematográficos ricos y provocadores. A sus 85 años, se atreve a experimentar con formatos y estilos, combinando una estética clásica con tecnologías modernas, lo que confiere a Megalópolis un carácter atemporal, y hace pensar que ya nadie podría lograr algo similar. El director retoma la ambición épica que marcó sus grandes obras, pero aquí añade una sensibilidad contemporánea en temas como la arquitectura como símbolo de poder y las implicaciones éticas del progreso.
El reparto, lleno de talento, brilla bajo la dirección de Coppola. Adam Driver ofrece una interpretación magnética como César Catilina, un hombre carismático y apasionado cuya visión para la ciudad roza tanto el genio como la obsesión. Giancarlo Esposito se consolida como un antagonista imponente y complejo, dotando a Franklyn Cicero de una ambigüedad moral que lo humaniza.
Aubrey Plaza y Shia LaBeouf destacan en papeles secundarios que equilibran momentos de intensidad dramática con matices de ironía y humor. Aunque ambos entregan interpretaciones fascinantes, sus personajes tienen arcos narrativos menos desarrollados, lo que se siente como una oportunidad perdida dentro de una historia que intenta abarcar demasiadas perspectivas.
Nathalie Emmanuel es el eslabón más débil del reparto principal, ya que le falta fuerza en ciertas escenas, especialmente cuando comparte pantalla con Driver. Sin embargo, logra aportar sensibilidad a Julia Cicero, el personaje más emocional de la película.
Uno de los mayores logros de Megalópolis es cómo aborda temas sociales contemporáneos a través de la lente del pasado. La lucha de César por una utopía choca con la resistencia de Franklyn, quien encarna un sistema corrupto que se aferra al poder. Este conflicto evoca debates actuales sobre sostenibilidad, desigualdad y el papel de los líderes en la construcción de un futuro equitativo.
La película invita a reflexionar sobre cómo la humanidad repite los errores del pasado. Así como el imperio romano cayó por su incapacidad de adaptarse, Megalópolis plantea preguntas incómodas: ¿estamos condenados a perpetuar las mismas dinámicas destructivas? ¿Qué significa realmente progresar como sociedad?
Desde su anuncio, Megalópolis estuvo rodeada de controversias, desde problemas de presupuesto hasta diferencias creativas en el set. Sin embargo, Coppola demuestra que estas dificultades no han mermado su capacidad para crear arte. La película es un testamento de su pasión y tenacidad, una obra que se atreve a soñar en grande y que, aunque imperfecta, se erige como un logro monumental en su filmografía.
La película apuesta por una estructura narrativa compleja, cargada de simbolismos, referencias históricas y conflictos éticos. Sin embargo, esta densidad puede sentirse abrumadora. El guion, aunque rico en ideas, a veces prioriza la grandilocuencia sobre la claridad, lo que dificulta conectar emocionalmente con la trama o los personajes. Esto provoca que el mensaje de la película, aunque poderoso, termine inclinándose hacia una visión idealista que podría percibirse como ingenua o poco práctica, e incluso anticuada para los tiempos modernos. La utopía que César Catilina propone carece de una exploración profunda sobre sus posibles contradicciones o costos, lo que podría restarle peso a los dilemas éticos que intenta plantear.
Megalópolis no es solo una película; es un manifiesto artístico y político que refleja el compromiso de Francis Ford Coppola con el cine como medio para cuestionar, inspirar y provocar. Con un reparto excepcional, un diseño visual impresionante y un mensaje profundamente relevante, la película se posiciona como una de las grandes epopeyas contemporáneas. Es posible que el paso del tiempo la coloque en su lugar, incluso llegando a ser una obra de culto.
Aunque los defectos no opacan su ambición ni su relevancia, sí limitan su impacto para una audiencia moderna, que a menudo prefiere películas estereotipadas y vulgares como Emilia Pérez. Sin embargo, estos puntos negativos son solo un reflejo de los riesgos que toma un cineasta tan grande como Coppola, cuya valentía artística merece ser aplaudida y reconocida.