Monster | Review

Hirokazu Koreeda regresa a la dirección con un thriller desgarrador, donde el peso dramático de su historia permite que el relato avance hacia un final capaz de marcar y dejar en huella en cualquier miembro de la audiencia, siendo su película más ambiciosa hasta la fecha.

CRFIC 2023 | FICM 2O23 | Monster (2023)
Puntuación: ★★★★★
Dirección: Hirokazo Koreeda
Reparto: Sakura Andō, Eita Nagayama, Soya Kurokawa ,Hinata Hiiragi, Yūko Tanaka

Hirokazu Koreeda es un nombre propio dentro de la industria cinematográfica, no solo por la cantidad de reconocimientos que acumula dentro y fuera de su natal Japón, sino también debido a su popularidad y el cariño que el público guarda hacia sus historias potentes y dramáticas, las cuales, bajo esa coraza de emociones, guardan un punto enternecedor y conmovedor. Director de obras como Broker o Shoplifters, gracias a la cual se alzó con la Palma de Oro en Cannes en el 2018, es uno de los consentidos de dicho festival, al punto de que Monster (Kaibutsu), su nuevo largometraje, recibió el honor de ganar a mejor guion en la edición de este año, posicionándose como una de las obras más esperadas de la temporada.

La cinta merece el adjetivo de “ambiciosa”, no porque busque ser compleja a propósito, sino debido a que el radio de temáticas que abarca el filme es amplio o diverso y, de alguna manera, consigue atar todos los cabos sin dejar un solo elemento por fuera, amarrando una narrativa no lineal que se sacude de cualquier cliché, disfrazándose por momentos de thriller, de coming of age o de drama familiar, para entregar, en su tercer acto, el desenlace más impactante de su carrera y, sin lugar a dudas, uno de los mejores (y más emotivos) cierres que veremos en el año.

El relato es un inusual cuento infantil coral, donde desde el principio se plantea una idea general, la cual se va rompiendo a poco a poco, jugando de manera constante con el significado y el alcance de la palabra “mosntruo”. Por lo general, este concepto se asocia con una entidad desconocida y ajena a nuestra realidad, la cual puede causar daños o simplemente existir en las sombras, hecho que se aplica de gran manera a la cotidianidad en la que nos desenvolvemos día tras día. Pese a mostrar la cara hipócrita de la sociedad periférica en Japón, la ventaja del filme es que su planteamiento es universal y resulta sencillo trazar paralelismos con casi cualquier nación a nivel mundial.

Como sucede en la mayoría de trabajos de Hirokazu, la mejor decisión que puede tomar cualquier persona interesada en la película es entrar completamente en blanco, esto para dejarse llevar por los constantes giros de guion que se tienen preparados, transitando desde el enigmático y extraño planteamiento inicial hacia el lúgubre (y paradójicamente tierno) final, uno que se mueve dentro de terrenos más reconocibles en la ficción.

Durante su visionado, es posible encontrar similitudes con obras maestras del calibre de con “Hagten” (o “La Caza”) de Thomas Vintenberg y “Gone Girl” de David Fincher”, siendo todas no solo excelentes películas sino también ejercicios de análisis sobre el estado de la sociedad moderna en relación con temas delicados, de los cuales la opción más viable es hacer la vista gorda o simplemente emitir juicios de carácter moral. Sin llegar al extremo de decir que bebe o se inspira en “Close” a cargo de Lukas Dhont, la ganadora del Premio del Jurado en Cannes del año pasado, llama la atención que ambos filmes busquen examinar aspectos similares que giran en torno a la niñez, donde personajes adolescentes, compañeros de clase y amigos, se ven envueltos en una serie de acontecimientos que les ponen al límite y que, sin desviarse demasiado, giran en torno al bullying, el abuso de poder, la incomprensión de los adultos hacia el mundo de los niños, la culpa y el amor.

Un sello de Hirokazu es el uso de los espacios como un personaje más, aprovechando cada esquina en la ciudad, donde todo se ve gris y acarrea una connotación peligrosa, o los bellos espacios abiertos que recuerdan a la representación del ambiente rural que Miyazaki realiza en cada una de sus obras, donde el descubrimiento personal va acompañado de la fascinación por la naturaleza que los niños protagonistas experimentan. En estos escenarios se desarrollan momentos de gran simpleza narrativa que acarrean una belleza estética envidiable: resulta increíble la efectividad de colocar en planos horizontales a dos niños corriendo libremente por un campo inexplorado.

Mención aparte merece el rol que cumple el hermoso soundtrack del filme, a cargo de Ryuichi Sakamoto, quien falleció dos meses antes del estreno de la película, marcando su último y, quizás su mejor trabajo, inundando cada espacio con notas de jazz y funk las cuales juegan dentro de la historia, mezclando elementos externos al filme con sonidos propios de un salón de clases o una banda escolar, donde el mayor ejemplo se da cuando un corno acompaña una de las escenas más dramáticas de todo el relato.

Koreeda siempre ha buscado capturar bajo una mirada empática, pero sobre todo humana, a figuras marginadas cuya liberación o renacimiento parece utópico, dándole un valor especial a los sueños que cada persona guarda en su interior y explotando cada elemento a su disposición con el objetivo de entregar la mejor película posible, algo que consigue y de sobra en Monster.

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