A propósito del estreno de Spencer en enero próximo, aprovechamos para hablar sobre una de las mejores películas dentro de la filmografía del talentoso Pablo Larraín: “NO” el filme más personal de la carrera del cineasta.
El chileno Pablo Larraín es uno de los cineastas latinoamericanos más destacados en los últimos años, debido a su intensa participación en obras reconocidas a nivel internacional y gracias a su capacidad de realizar buenos filmes en varios idiomas, conservando su sello de autor. Su más reciente producción, Spencer, protagonizada por Kristen Stewart, en el rol de Diana de Gales, se estrena pronto en salas y se perfila como una de las favoritas para la temporada de premios 2021-2022.
En su filmografía Larraín ha participado como productor, guionista y director en obras con un fuerte contenido político, siendo la denuncia uno de los principales rasgos de su obra. En Neruda, se explora la brutal supresión de comunistas chilenos en 1948 por mandato de González Videla, mientras en El Club construye un drama centrado en un grupo de sacerdotes católicos criminales, a quienes la Iglesia esconde en una casa de un remoto pueblo. Jackie representa el salto a un cine con mayor presupuesto, protagonizada por Natalie Portman y en No realiza su mejor largometraje hasta la fecha, que le valió una nominación al Óscar y sobre la cual hablaremos en este artículo.
No fue estrenada en el 2012, en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, espacio pensado para proyectar obras de todo el mundo y descubrir nuevos talentos. El filme tuvo una excelente recepción, lo que le permitió llegar a más países y tener alta exposición
El filme se ubica en una sociedad chilena dividida, donde tras 15 años de una terrible dictadura, bajo el mandato de Augusto Pinochet, el gobierno, bajo una fuerte presión internacional, debe realizar un plebiscito en 1988, para definir el futuro del régimen autoritario. Las opciones eran “si” o “no”, y dentro de este complejo panorama, se desarrolla esta obra, la cual, si bien toca temas políticos, adopta un enfoque atractivo al centrarse en la campaña detrás de la publicidad del comité en favor del “No” y en cómo se podría llevar la campaña para convencer a los votantes.
El gobierno garantiza un espacio de 15 minutos, en horario nocturno, para que cada bando expusiera sus argumentos y propuestas. En esta complicada situación, la oposición busca asesorías externas, entrando en escena Gael García Bernal como René Saavedra, quien dirigirá la campaña del No, bajo amenazas e intimidaciones constantes.
La importancia de la esperanza
La decisión clave de Saavedra, que genera dudas y cuestionamientos desde su comienzo, consiste en adoptar una estrategia que se aleje de la crítica llena de crueles imágenes asociadas con la dictadura, y abrace una idea donde la opción del no sea vista como un paso a la alegría, una oportunidad para un futuro optimista y positivo. Además, sin restar seriedad a la campaña, se crea un jingle en lugar de un himno, lo que permite acercar la propaganda del No con la población en general, bajo el lema de “Chile, la alegría ya viene”. Los símbolos se adaptan a este mensaje; se utiliza un arcoíris para representar a los partidos que componían la oposición.
A lo largo del mes ya mencionado, el No, apoyado por la comunidad artística de Chile, es efectivo y tiene buena aceptación al realizar presentaciones entretenidas, conciertos y eventos culturales. En contraste, la campaña del Sí era ignorante y conservadora al brindar datos económicos poco llamativos, por lo que fue perdiendo apoyo e interés, al grado de copiar el modelo del No, en un intento desesperado por recobrar popularidad y aceptación
Los actores involucrados realizan un bue trabajo, en especial Gael García, al darle capas creíbles a su personaje, donde por momentos parece que la obra sea un documental. En este punto, vale la pena destacar la decisión de Larraín, quien desde un principio decidió filmar con un soporte de video anticuado, que se usaba a fines de la década de los 80s, con el objetivo de brindar mayor autenticidad al relato y desechando el uso de cámaras modernas. Las texturas y colores de la fotografía son muy similares a los comerciales de la época, lo que permite fundir imágenes reales con ficción.
Está claro que el filme se nutre de una carga nostálgica, que reverbera con los latinos que vivieron ese momento histórico, el cual marcó la llegada de la democracia y participación ciudadana en Chile, gracias a un grupo de personas que se animaron a combatir el discurso de Pinochet con estrategias poco convencionales. La película tiene mucha calidad, es una apuesta diferente que funciona al abarcar temas ya estudiados desde una lente novedosa, dando forma a una historia tensa y dramática, pero, sobre todo, emocionante.
Larraín es capaz de narrar el fin de una dictadura a través de una campaña de marketing no basada en el enfrentamiento, sino en la esperanza de un futuro mejor, sin perder el espíritu y estructuras propias del cine de autor. Recomiendo mucho darle una oportunidad a No mientras esperamos con ansias la llegada de Spencer.