Roofman convierte un caso real fascinante en un drama accesible sostenido por las interpretaciones de Channing Tatum y Kirsten Dunst. Aunque la química entre ambos es encantadora, la película evita explorar las zonas oscuras de su protagonista.
Roofman (2025)
Puntuación:★★★
Dirección: Derek Cianfrance
Reparto: Channing Tatum, Kirsten Dunst, Ben Mendelsohn, LaKeith Stanfield, Juno Temple, Uzo Aduba y Peter Dinklage
Disponible en VOD
La historia real de Jeffrey Manchester —un ladrón metódico que entraba por los techos de las McDonald’s, escapó de prisión y terminó viviendo oculto en un Toys R Us por seis meses— ofrece un material tan improbable como cinematográfico. Derek Cianfrance toma este caso singular y lo transforma en una película cálida y accesible, más inclinada hacia el melodrama afectuoso que hacia el retrato descarnado que caracteriza su filmografía. El resultado, sostenido en gran parte por las interpretaciones de Channing Tatum y Kirsten Dunst, oscila entre el encanto humano y la sensación persistente de una oportunidad desaprovechada.
Tatum, en una de sus interpretaciones más vulnerables, adopta a Jeffrey Manchester como un hombre dulce, casi ingenuo, cuyo desliz hacia el crimen nace menos de la malicia que de la desesperación. El actor equilibra la torpeza emocional, la tristeza muda y pequeños destellos de humor, componiendo un protagonista que se gana el cariño del espectador. Sin embargo, esa misma suavidad termina por diluir una personalidad que prometía ser más compleja. Incluso la narración en off —evasiva y lejana— refuerza la impresión de un personaje al que nunca accedemos del todo.
La aparición de Leigh, interpretada por una Kirsten Dunst en registro cálido y cotidiano, desplaza la película hacia un romance inesperado. La química entre ambos es natural y madura, construida desde la vulnerabilidad compartida. Cianfrance captura esos momentos con ternura, y allí Roofman encuentra su pulso emocional más genuino.

Pero es precisamente ahí donde surge el conflicto: la película abraza tanto su tono afectuoso que parece temer a sus propios hallazgos. Cianfrance, que en Blue Valentine y The Place Beyond the Pines indagaba sin pudor en la violencia emocional, la precariedad y el desarraigo, aquí opta por una mirada más tibia, casi complaciente. La cámara cercana de Andrij Parekh mantiene la cercanía física, pero no la psicológica: falta esa inquietud, esa fricción que hacía palpitar sus trabajos anteriores. La historia contiene ideas sobre soledad, consumismo y capitalismo, pero todas quedan sugeridas de forma demasiado vaga, subordinadas a una narrativa que prefiere lo simpático sobre lo incómodo.
El mayor mérito de Roofman radica en su capacidad de resultar genuinamente agradable, en su mezcla de comedia peculiar y drama ligero. El mayor problema es, paradójicamente, ese mismo afán por agradar. En lugar de adentrarse en la complejidad moral y emocional de un ladrón que vivió en el anonimato de un gran almacén, la película se queda con la versión más amable del mito: la del hombre torpe, enamoradizo y esencialmente bueno. Una historia que funciona, sí, pero que deja ver con claridad la película más rica que pudo haber sido.