Kristen Stewart entrega una convincente Diana, una que no tiene escapatoria del juego de disfraces de la monarquía donde Pablo Larraín crea un laberinto sin salida.
Spencer (2021)
Puntuación: ★★★★½
Dirección: Pablo Larraín
Reparto: Kristen Stewart, Jack Farthing, Timothy Spall, Sally Hawkins, Sean Harris, Richard Sammel y Amy Manson
Disponible: Estreno en cines
Podemos decir que la historia de la princesa Diana está de moda, vimos un musical sobre su vida, su participación en “The Crown”, incluso hace un par de años vimos una película sobre su figura con Naomi Watts, y ahora nos llega una nueva apuesta para contar el retrato de una mujer que cautivó a millones de personas en todo el mundo, pero está propuesta del director chileno Pablo Larrín no es parecida a ninguna de las otras que mencionamos, su Diana es mucho más emocional y se encuentra en el momento más crítico de su vida.
La película transcurre durante tres días en la navidad de 1991, de entrada Larrín te marca el tono y el ritmo que jugará su visión de Spencer, en todo momento nos plantea un lugar frío incluso al inicio del filme vemos unos faisanes muertos en el camino, mientras que dentro de la gran casa, la mesa del comedor se está sirviendo, pero uno de los invitados principales, posiblemente el plato principal, llega tarde y se ha perdido. “¿Dónde diablos estoy?” pregunta Diana, princesa de Gales, mientras maneja su propio carro y se acomoda el cabello.
Spencer de Pablo Larraín, se anuncia a sí misma como “una fábula de una verdadera tragedia” e imagina tres días donde Diana se empieza a cuestionar su matrimonio con el príncipe Charles. Cabe mencionar que el guión de la cinta corre a cargo de Steven Knight, y Larrín lo transforma en una pesadilla gótica en toda regla, al mostrar el palacio como un lugar frío lleno de sombras, con pasillos casi infinitos como si fueran un laberinto sin salida, muy al estilo de Rebecca de Alfred Hitchcock, incluso todo el castillo se siente pesado, grande haciendo ver a Diana pequeña, ante todo ese universo que la rodea.
El acercamiento del director al material es rico y embriagador. La propuesta de Larraín no se parece en nada a la historia real, y ciertamente no se puede demostrar que está Diana se parezca en nada a la Diana histórica, aunque personas allegadas a la fallecida princesa han mencionado que está caracterización se siente más humana a la verdadera mujer que vivió. Pero eso no evitará que los Di-hard y los monárquicos defensivos se enojen por este retrato inmensamente cinematográfico y melodramático, con solo imaginar que tienen que escuchar a la Princesa del Pueblo pronunciando líneas como “Déjame ahora. Quiero masturbarme”.
El principal golpe que da Larrín es la decisión de su actriz principal, Kristen Stewart, quien tuvo que enfrentar una crítica feroz cuando se anunció que ella interpretaría a Spencer. La actriz ofrece una interpretación que, al mismo tiempo, está completamente inmersa en el mito de Diana y vitalmente distante de él y es posiblemente la única actriz este momento cuya propia imagen es también una mezcla tan extraña de luminosidad y reticencia, no hay nadie que proyecte una timidez tan fuerte como Stewart, al mismo tiempo Kristen es perfecta para retratar a la persona más famosa que jamás haya odiado la fama, cosa que la actriz también es conocida por su distanciamiento al concepto de “la fama”. En resumen es un brillante acierto.
Kristen Stewart, demuestra ser totalmente convincente en el papel principal. Ella interpreta a una Diana de forma incómoda y educada, detalle bastante atinado si se considera que Diana también hizo una interpretación incómoda y educada, adornando su altivez innata que cuando se derrumbaba, perdía el equilibrio. Stewart captura efectivamente la agonía de una mujer tan programada y aislada que siente que no tiene escapatoria y ha perdido de vista quién es. Para ello Diana busca a sus sirvientes más leales (interpretados por Sally Hawkins y Sean Harris) quienes intentan ayudarle pero al mismo tiempo ellos son parte del juego de la monarquía, cosa que ella odia. Así que ellos están en una cuerda floja, debido a que saben que si Diana se cae estropea el mecanismo, por lo cual buscan la forma de que la mujer siga en pie.
El otro punto que destaca del filme es el maravilloso trabajo de cámara de Claire Mathon, quien toma Sandringham lo convierte en un lugar tenebroso al puro estilo del hotel de Kubrick en El Resplandor, con pasillos interminables, con fantasmas que rondan las memorias e invitados muy erguidos de una forma casi siniestra, donde todos escuchan todo, incluso tus pensamientos más íntimos como lo menciona Diana. Incluso los propios miembros de la realeza se mantienen en gran medida fuera de la vista, nunca los conocemos ni sabemos nada de ellos. No es de extrañar que la princesa esté buscando la manera de salir corriendo, pero al mismo tiempo busca a sus hijos como un refugio.
Todas esas imágenes de Diana llorando, corriendo por los pasillos, probándose los vestidos que tiene que lucir son elevadas por las melodías de la partitura de Jonny Greenwood, que terminan de dar el punto exacto para hacernos sentir la claustrofobia que siente Diana mientras llora, lucha, falla y se rompe, golpea las manos contra las paredes de su encierro y rasga las cortinas.
Spencer de Larraín: no tiene reparos en revertir la tragedia de la muerte prematura de Diana en su presente viviente, y aun así se las ha arreglado para hacer una declaración desafiantemente, extraña e ingeniosa, incluso bastante personal. Todas las personas adecuadas van a odiar está “Spencer”, debido a que el filme cuestiona la idea de la monarquía pero también cuestiona la figura y el mito de Diana.