Tengo sueños eléctricos | Review

El debut de la directora Valentina Maurel es una obra arriesgada e incómoda que habla sobre la relación de un padre y su hija que llega a niveles tormentosos. 
Tengo sueños eléctricos (2022)
Puntuación: ★★★★
Dirección: Valentina Maurel
Reparto: Daniela Marín Navarro, Reinaldo Amien, Vivian Rodriguez y José Pablo Segreda Johanning
Disponible: Estreno en cines

En este punzante debut de la guionista y directora costarricense Valentina Maurel aborda la relación amorosa pero (muy) tormentosa entre un padre y su hija de 16 años. La cinta llega a los cines de Costa Rica luego de un interesante recorrido por diferentes festivales como fue el de Rotterdam donde ganó los premios de mejor dirección para Maurel, más los premios de actuación para los coprotagonistas Daniela Marín Navarro y Reinaldo Amien Gutiérrez, pasando por otros festivales como Sarajevo, San Sebastián donde logró el reconcomiendo del Premio Horizontes (Mejor película latinoamericana), para luego llegar a la selección oficial competencia iberoamericana en el Festival de Mar del Plata.

La cinta está fotografiada por Nicolas Wong Díaz, quien es reconocido por sus trabajos con los cineastas Paz Fábrega (Viaje), Ariel Escalante (Domingo y la Niebla) y sobre todo por La Llorona (2019) de Jayro Bustamante, cinta que le abrió las puertas para lograr más notoriedad. Arrancamos con este detalle, ya que sin dudas uno de los puntos más fuertes de la cinta de Maurel, es el trabajo de fotografía de Wong Diaz, ya que la cineasta logra sacarle toda la ventaja a la hora de capturar la intimidad más profunda de la vida caótica de Martin (Amien Gutierrez) y la precoz adolescente Eva (Marin Navarro), pero al mismo tiempo logra transmitir esos sueños que quieren proyectar en su vida exterior. 

Martin es un hombre que cree ser un autor bohemio (pintor/escultor/poeta/borracho), cuando lo conocemos se ha separado de su esposa Anca (Vivian Rodríguez), una exbailarina; sus hijas Eva y la joven Sol (Adriana Costa García) viven con ella, al igual que el gato de la familia Kwesi (un felino roba escenas), cuyo bienestar es un motivo de preocupación constante y una fuente de fricciones familiares, pero solo una entre varias.

Una de las grandes preocupaciones de la Anca, es el estilo de vida su descarriado exmarido, uno que el hombre en ocasiones se siente orgulloso, ya que va en consonancia con su personalidad artística, al puro estilo Bukowski. (Se complace cuando se elogia su poesía por tener un “poder melancólico”). Martin, un tipo de aspecto enfermizo que bebe demasiado, fuma demasiado y tiene una racha de temperamento violento estereotípicamente del macho-latino, es un ejemplo clásico de cómo el talento y el tormento a menudo van de la mano.

Eso lo notamos, cuando escuchamos uno de sus versos de un poema que da título a la película: “Tengo sueños eléctricos…

Algo que hace interesante el filme, es que pese a que el personaje de Martin tenga el arco más fuerte y más complejo; curiosamente, Maurel elige presentar casi todo desde el punto de vista de la precoz Eva, haciendo que el filme se convierta en un coming of age, sobre el crecer, el espíritu creativo, así mismo sobre el despertar sexual; haciendo que en ocasiones la cinta se nutra de una constante rebeldía que aporta el personaje. 

La cinta hace un curioso estudio de este coming of age desde una mirada micro/macro del entorno machista en el que se envuelve Eva, detalle que en ocasiones hace que la cinta se eleve con una intensidad (a veces un tanto forzada con mucha cámara en mano y edición vertiginosa) las desventuras íntimas de Eva, que se convierte en víctima a partir de cierto sesgo edípico y luego en protagonista de su propio proceso de descubrimiento y experimentación sexual.

Esto se refleja en una de las escenas más importantes y polémicas de la película, que llega casi exactamente a la mitad, donde la joven experimenta su primera intimidad carnal con un hombre mucho mayor llamado Dove (José Pablo Segreda Johanning), el amigo de su padre, un hombre dos décadas mayor que ella. Momento que genera mucho debate y conversación. 

El otro momento intenso y que también genera mucho debate es la escena donde casi sin palabras Martin se da cuenta de que Eva ha “perdido” su virginidad con su amigo, un momento casi insoportable que es pura intensidad que el actor logra transmitir toda esa sensación emocional de impotencia, culpa, rabia y dolor.

Tengo sueños eléctricos es un debut más que notable y confirman a Maurel como un talento para observar, así mismo logra abrir nuevos debate en el cine de Costa Rica, ya que su crudeza atención a la verosimilitud de la sociedad del país la coloca como una referente a la hora de exponer el cine social de la región. 

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