The Last Year of Darkness | Review

Ben Mullinkosson crea un estudio sensual sobre la escena de los clubes underground de la ciudad de Chengdu en China, haciéndolo desde la mirada de sus artistas y músicos que habitan las noches llenas de neón.
The Last Year of Darkness (2023)
Puntuación: ★★★
Dirección: Ben Mullinkosson
Documental
Disponible: MUBI

Bes Mullinkosson es un cineasta que busca retratar en su obra una cierta intimidad libre y sin esfuerzo a este estudio inmersivo y sensual de la escena de los clubes clandestinos en Chengdu, ciudad ubicada en China, por lo cual para muchos puede ser sorprendente conocer esta forma de vida en un país donde la represión social ha estado latente. 

El título del filme ya es enigmático, pero podemos comprender muy bien el motivo desde dos miradas, uno y puede ser el más obvio es el inminente cierre de un club llamado ‘Funky Town’ donde han estado frecuentando los personajes que seguimos en el documental; el cierre de este recinto es latente desde que comienza la película, ya que vamos viendo como las nuevas construcciones se van acercando cada vez más a la zona donde está ubicada la disco, al mismo tiempo ‘Funky Town’ es el personaje más importante, ya el lugar se convierte en el recinto de escape para muchas personas que conocemos; la oscuridad del club, que es envolvente, acogedora y tranquilizadora, hace que todos estos chicos se sientan seguros y puedan ser libres, tal como quieren ser.

Pero al mismo tiempo ‘Funky Town’ se convierte en el último escape para estos chicos en ser jóvenes, un espacio donde viven su último año de juventud, de belleza y de placer, porque lo que sigue es su vida adulta, y de ahí que el título también tenga más sentido.

Mullinkosson se integra muy bien al grupo de amigos (drag queens, artistas, músicos) con quienes pasa el rato mientras ellos, incluso en sus momentos más íntimos y personales, ya que no solo nos quedamos en las fiestas que se montan, que muchas terminan con vómitos. Mullinkosson también se acerca de cerca mientras los chicos se besan o pelean, realmente nos muestra su vida cotidiana, como cuando vemos a una pareja que se ha subido a un tejado para ver el amanecer sobre la impresionante inmensidad de la ciudad, y ve a una mujer deprimida que claramente coquetea con la idea de quitarse la vida mientras tropieza malhumorada con el borde para ver mejor la vista. Otro personaje confiesa con franqueza haber sido abusado sexualmente en un lugar determinado cuando tenía siete años. Una artista drag tiene una especie de crisis existencial (“Ni siquiera me gusta verme como una chica”), y son todos esos momentos tan íntimos y sinceros que el documental cumple con fuerza lo que nos quiere contar. 

Todo eso que hemos visto y comprendido, se refuerza con su clímax vibrante, donde comprendemos que todo esto que vimos quedará en el pasado, en una etapa que ya no volverá, y para eso el cineasta conecta las imágenes al ritmo acústico de “Life on Mars?“, de David Bowie, dándonos a entender que ya estamos en una edad para asimilar lo que se viene, y todo eso forma como una especie de despedida complicada y condicional.

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