Anora | Review

Anora, de Sean Baker, reinterpreta el clásico cuento de Cenicienta desde una perspectiva amoral y realista, siguiendo a Ani, una trabajadora sexual que busca ascender socialmente al casarse con un oligarca ruso.
FICM 2024 | Anora (2024)
Puntuación: ★★★★½
Dirección: Sean Baker
Reparto: Mikey Madison, Mark Eydelshteyn, Yuriy Borisov y Karren Karagulian 

En 1990, JF Lawton escribió y Garry Marshall dirigió una de las comedias románticas más icónicas del cine: Pretty Woman. Aunque fue innovador para su época al abordar de manera directa el hecho de que su protagonista era una prostituta, mantenía esa aura melosa, fantástica y esa moral americana típica de su tiempo. Treinta años antes, Blake Edwards presentó una propuesta más sutil en Breakfast at Tiffany’s, adaptándose a las restricciones de la época. Aunque esta película cuenta con valores cinematográficos superiores a Pretty Woman en cuanto a guion, dirección y actuaciones, también mantiene ese tono positivo y mágico.

¿Cuál es, entonces, la diferencia con la historia de Añora? Esta cinta también presenta a una prostituta que vive su propio cuento de Cenicienta al casarse con el hijo de un oligarca ruso. Más allá de la diferencia obvia —la época—, lo que destaca es el filtro de amoralidad con el que Sean Baker impregna sus historias, dándole a Anora un sello único.

La película comienza con una declaración de intenciones: un primer plano que desplaza la cámara mientras muestra el trabajo de una meretriz moderna al ritmo de “Greatest Days”. La fotografía juega un papel clave. No idealiza el entorno de manera extravagante, pero tampoco lo presenta como completamente decadente o miserable. Este equilibrio es característico de Sean Baker, quien aporta cierto color a lugares que, en teoría, son sumamente turbios.

Quizás Anora sea la película de Baker donde los escenarios y los tonos se convierten en su herramienta principal, incluso más que el guion. Hay escenas con pocos diálogos donde la fotografía, por sí sola, explica relaciones, contextos y personajes.

La protagonista, Ani, está lejos de ser un modelo a seguir: es impulsiva, superficial en algunos aspectos, pero conserva un aire de inocencia que logra que el espectador empatice con ella. Aunque no vive en la indigencia ni la miseria y, hasta cierto punto, gana buen dinero, el matrimonio con Iván le brinda la oportunidad de ascender de la clase media de Brooklyn a la oligarquía rusa. Este salto social se describe visualmente de manera magistral.

Lo que distingue similar a Anora de otras historias es la forma en que Ani entiende las relaciones (especialmente con los hombres). Desde un enfoque mercantilista, bajo la dirección de Baker, esto no se convierte en una idealización peligrosa. En lugar de eso, Ani se presenta como una trabajadora más en un sistema global donde las clases medias y bajas utilizan su fuerza laboral para sobrevivir. Así, la relación que podría parecer de cuento de hadas se interpreta más como un cambio de trabajo lucrativo que conlleva un ascenso social, especialmente porque parte del acuerdo de este matrimonio implica que Iván le dará una vida de lujos a Ani a cambio de que él pueda obtener la residencia permanente americana.

Lo que comienza como una historia de amor en la superficie, pero como un intercambio mercantil en el fondo, que le permitirá a nuestro protagonista alcanzar el “sueño americano”, se interrumpe cuando los cuidadores de Iván intentan anular el matrimonio. Aquí, la película da un giro inesperado, convirtiéndose en una comedia loca al estilo de Frank Capra, combinada con el ritmo frenético de After Hours y la intensidad de los Hermanos Safdie.

En este acto destacan dos personajes: Toros e Igor. Toros, el cuidador de Viktor, se presenta como un tipo rudo, pero el ritmo frenético lo muestra como alguien torpe y noble, cuyo único objetivo es conservar su empleo. Por otro lado, Igor, comparable al “hombre del karaoke” en Fallen Leaves, aporta calma en medio de la esquizofrenia de la narrativa. No es para menos esta tensión, pues tanto Ani como Toros están en la delgada línea de perder su estilo de vida en un abrir y cerrar de ojos.

La inclusión de Toros es clave, ya que le ofrece a Ani una perspectiva más clara sobre las divisiones de clase y cómo siempre estará del lado menos favorecido. El cruce de estos personajes exponen cómo las clases más poderosas manipulan las vidas de sus empleados para satisfacer sus propias necesidades.

Aunque algunos personajes parecen tener pocas capas, esto concuerda con el tono de la comedia loca de Baker, pero no los usa como elementos decorativos; cada uno tiene un propósito narrativo, aunque su complejidad sea, en algunas ocasiones, limitada por los propósitos del género y la narrativa.

La edición es otro punto fuerte, logrando un equilibrio que evita que la mezcla de tonos y estilos resulte incoherente. Como en una montaña rusa, Baker lleva al espectador de la alegría a la tristeza, de la fantasía a la realidad, culminando con un final típico de su estilo que dice mucho sobre la protagonista y cierra el viaje de manera impactante.

En cuanto a las actuaciones, todos cumplen su papel de manera destacada. Sobresalen Karren Karagulian (Toros), Yuri Borisov (Igor) y, por supuesto, Mikey Madison, quien entrega una interpretación excepcional. Su personaje muestra múltiples matices: alegría, picardía, sensualidad, ternura, tristeza y carisma. Madison es Ani, y su actuación quedará en la memoria colectiva.

Añadir que la cinta transpira cine por todos lados, pues Sean Baker, de cierta manera, homenajea no solo a la comedia romántica, sino a la comedia loca estilo gangsteril. Es una recopilación que va desde Buster Keaton, Capra, Scorsese, la comedia romántica, hasta estilos más modernos como el de los Safdie.

Sean Baker, una vez más, deconstruye un cuento de hadas, convirtiéndolo en la antítesis de las clásicas “hooker Comedies”. Con su mirada amoral, íntima y humana, retrata a los trabajadores sexuales como un trabajo común que forma parte de este sistema global y capitalista al servicio de quienes poseen más dinero.

Bajo esta perspectiva, donde Baker le da un contexto de integración a la prostitución, de cierta manera todos somos como Ani: empleados que se levantan cada día en busca del sustento y del sueño de ascender un peldaño en la escala social. Quizás todos hayamos encontrado a un “Iván” metafórico y luchemos por aferrarnos a él, no por egoísmo ni capricho, sino por supervivencia. Quizás por eso uno se engancha con esta aventura, donde nos reímos, nos alegramos y lloramos junto con Ani. Porque, en el fondo, quizás todos somos Anora.

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