Mononoke II: Las cenizas de la ira | Review

La segunda parte de la trilogía de Mononoke ll: Las ceneizas de la ira, retoma al boticario en el Ōoku, donde enfrenta un nuevo yōkai ligado a la maternidad y las tensiones políticas del harén imperial.
Mononoke II: Las cenizas de la ira (2025)
Puntuación:★★★★
Dirección: Kenji Nakamura y Kiyotaka Suzuki
Reparto animado
Disponible en Netflix 

En 2024 recibimos la sorpresa de una película tan experimental como intrigante en el mundo del anime, rompiendo ciertas barreras técnicas y de estilo que la convirtieron en una propuesta fresca dentro del medio animado. Fue la primera de una trilogía que retomaba una serie de culto del 2007, la cual era un spinoff de Ayakashi: Samurai Horror Tales. Se trataba de una película tan impactante visualmente como cautivadora en su historia de intriga psicológica.

Un mes después de los acontecimientos de Phantom on the Rain, el boticario (Hiroshi Kamiya) regresa al Ōoku para investigar una nueva presencia espectral que amenaza la vida de las concubinas, así como el complot que se desarrolla para dar un heredero masculino al hijo del emperador, junto con los terribles secretos que esto oculta.

Dirigida y coescrita por Kenji Nakamura, esta entrega nos ofrece otro misterio que revela la oscuridad del Ōoku, presentando un nuevo yōkai que causa estragos en las vidas de estas jóvenes que libran una constante guerra por el poder y el estatus social.

La primera historia giraba en torno a la llegada de dos jóvenes ajenas a la vida de alta clase que se vive en el palacio. En esta ocasión nos adentramos más en el harén del emperador y la vida de las concubinas: sus constantes luchas de ego y poder por convertirse en las favoritas. Aquí aparece Fuki Tokita, quien es la preferida del emperador y despierta celos hasta el punto de involucrar al consejero Otomo, que toma medidas desesperadas contra la joven.

La narrativa se centra en la maternidad, representada esta vez a través del yōkai Hinezumi, ratas de fuego que provocan la muerte de varias mujeres y obligan al boticario a descubrir una nueva verdad. El filme reflexiona así sobre el rol de la mujer como progenitora más allá de la mera figura de madre, convirtiendo la crianza y la pérdida en un eje crucial de la historia. A su vez, la temática se vuelve política al mostrar la búsqueda del bienestar de las familias de cada concubina y sus ambiciones, con decisiones cuestionables que buscan mantener el poder en manos de unos pocos.

Aunque el misterio sobre lo que escondía el Ōoku era más fuerte e incluso escalofriante en la entrega anterior, en esta ocasión la intriga en torno al complot contra Fuki no resulta tan atrapante. No obstante, lo sociopolítico es lo que más rescato, ya que expone la lucha entre viejas tradiciones y los nuevos cambios que amenazan el statu quo. La parte fantástica funciona como simbolismo, con el uso del yōkai Hinezumi, trazando un paralelismo con el nacimiento de Kagutsuchi, que al nacer asesinó a su madre Izanami: reflejo de una fuerza devastadora, pero también símbolo de purificación.

El horror psicológico que impregnaba la primera película aquí no es tan intenso. El suspenso se centra más en las intenciones ocultas de las familias adineradas y del concejal Otomo, revelando un ciclo de abuso hacia las mujeres y familias que buscan ascender en las altas esferas. Se suma el desarrollo de algunos secundarios ya vistos, como el guardia de la puerta y Lady Botan, además de un pequeño cameo de Lady Asa que solo sirve para conectar relatos.

En lo técnico, mantiene la misma línea de la anterior entrega. El montaje frenético estalla en cientos de cortes, planos aberrantes o inconexos que acompañan los diálogos de los personajes. El uso del CGI con imágenes 2D crea un espectáculo psicodélico que genera desorientación sobre lo que ocurre en el lugar. La paleta de colores vibrantes y el diseño de personajes son fascinantes, replicando el estilo ukiyo-e tradicional de las pinturas japonesas, lo que da una caracterización muy original a la obra. Hay secuencias alucinantes que transmiten ansiedad y otras que, con composiciones simétricas y símbolos de la cultura japonesa, logran gran belleza. Destacan también las transiciones con grabados alusivos al yōkai de esta entrega. A ello se suma un diseño sonoro inquietante e inmersivo, así como una banda sonora experimental maravillosa. 

Aunque esta secuela no logra superar ni sorprender tanto como su predecesora, sigue siendo una propuesta emocionante con momentos fascinantes. Tal vez la primera película marcó un estilo visual y de dirección tan deslumbrante que era difícil de superar, y por eso se optó por continuar en la misma línea, cambiando la paleta de color principal del azul al rojo. La trama es clara, con su temática sobre maternidad y clasismo dentro del castillo. En lugar de la desorientación constante de la primera, aquí brilla la intriga política mezclada con lo fantástico. El desarrollo de personajes sigue siendo sólido y genera cariño por ellos. Técnicamente es impecable y la música encaja a la perfección. Gracias a su experimentación, transforma un típico relato de complot político en una experiencia única, ideal para amantes de la animación arriesgada y de los relatos de época sobre la cultura japonesa.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *