Soy Frankelda | Review

Soy Frankelda es el primer largometraje mexicano en stop motion y una poderosa fábula sobre la imaginación y la autoría femenina. La historia sigue a Francisca Imelda llamada bajo el seudónimo de Frankelda, una escritora del siglo XIX.
FICM 2025 | Soy Frankelda (2025)
Puntuación: ★★★★
Dirección: Arturo Ambriz y Roy Ambriz
Reparto animado

Soy Frankelda, ópera prima en largometraje de los hermanos Arturo y Roy Ambriz, marca un antes y un después en la animación mexicana al convertirse en la primera película stop motion del país. Basada en su serie El libro de los sustos de Frankelda, la cinta expande su universo con una historia que mezcla fantasía, horror gótico y musical, pero también una profunda reflexión sobre el papel de las mujeres creadoras en un mundo que busca silenciarlas. Ambientada en el México del siglo XIX, la película sigue a Francisca Imelda (voz de Mireya Mendoza), una joven escritora cuyo talento no encuentra cabida en una sociedad dominada por hombres. Frustrada por los constantes rechazos, adopta el seudónimo de Frankelda y, en medio de un viaje introspectivo, es transportada al Topus Terrentus, un reino de la imaginación habitado por criaturas fantásticas, donde deberá ayudar al príncipe Herneval (Arturo Mercado Jr.) a restaurar el equilibrio entre la fantasía y la realidad, enfrentándose al tiránico Procusto (Luis Leonardo Suárez), creador de pesadillas y símbolo del control creativo.

El corazón de Soy Frankelda late con fuerza en su concepción visual. Cada cuadro es una pieza de orfebrería: los escenarios, elaborados a mano durante años, están llenos de texturas, colores y detalles que evocan tanto el arte popular mexicano como el romanticismo oscuro de Tim Burton o Henry Selick. Las marionetas poseen una expresividad sorprendente, y los contrastes de luz y sombra dotan al relato de un tono entre lo poético y lo siniestro. Esta ambición estética convierte a la cinta en un hito técnico y artístico, demostrando que el stop motion mexicano puede competir con las grandes producciones internacionales.

El componente musical también aporta una dimensión emotiva. Las canciones, aunque no siempre memorables, contribuyen a la atmósfera mágica y refuerzan el tono teatral de la narración. Momentos como la invasión de Procusto o el clímax en el castillo del Topus Terrentus muestran una dirección sonora y visual perfectamente sincronizada, capaz de transmitir emoción y tensión sin depender del diálogo.

Temáticamente, los hermanos Ambriz logran que Soy Frankelda funcione como una alegoría sobre la autoría femenina y la imaginación reprimida. Francisca, rebautizada como Frankelda para ser tomada en serio, encarna a la mujer artista que debe ocultar su identidad para poder existir dentro de un sistema patriarcal que desprecia su talento. Su viaje al mundo de los fantasmas es, en realidad, una exploración del subconsciente creativo, donde los monstruos representan las inseguridades, los miedos y la apropiación de su obra por otros —particularmente por Procusto, símbolo del plagio y el poder masculino que explota la creación ajena.

A pesar de su ambición, la película no está exenta de fallos. El guion tiende a sobrecargar la narrativa con mitología y personajes secundarios que restan espacio al desarrollo emocional de sus protagonistas. Algunos conflictos se resuelven con rapidez o sin la fuerza dramática esperada, y la historia romántica entre Frankelda y Herneval carece del tiempo necesario para consolidarse. No obstante, estas debilidades no opacan su logro como pieza fundacional del cine animado mexicano ni su potencia simbólica.

Soy Frankelda no solo es una proeza técnica, sino una obra que celebra la imaginación como acto de resistencia. En un país donde la animación ha sido históricamente subestimada, los hermanos Ambriz construyen un universo que combina identidad cultural, sensibilidad artística y reivindicación social. Más que una simple historia de fantasía, es una declaración de principios: el arte y la creación son espacios donde la mujer puede —y debe— reclamar su voz.

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