Anaïs Demoustier y Tom Mercier brillan en esta adaptación de la célebre novela corta de Henry James a cargo de Patric Chiha.
La Bestia en la jungla (2023)
Puntuación: ★★★
Dirección: Patric Chiha
Reparto: Anaïs Demoustier, Tom Mercier, Béatrice Dalle, Martin Vischer, Sophie Demeyer y Pedro Cabanas
Disponible: MUBI
La célebre novela corta de Henry James publicada en 1903 sobre la preocupación enfermiza de un hombre por un momento futuro que cree que definirá su vida se traslada a un club nocturno de París, que abarca un período de 25 años que comienza con la decadencia disco y termina con el auge del techno industrial. Anaïs Demoustier es May, una brillante mujer que renuncia gran parte de su propia vida para acompañar a John (un magnético Tom Mercier) mientras este espera un misterioso y no especificado incidente sísmico que cambiará su vida, o mejor dicho realmente definirá su vida.
La cinta es una adaptación por mucho, curiosa y distintiva con respecto a la novela, lo cual es un gran punto, aunque el filme del director austriaco Patric Chiha se alarga innecesariamente para el relato que está contando, ya que la trama termina siendo sobre dos personas algo trágicas cuyas vidas se desperdician en la espera de que llegue algo mejor. La novela de James ha sido adaptada en varias ocasiones anteriores, la más reciente fue la producción brasileña A Fera Na Selva en 2017, y otra con el mismo título de The Beast In The Jungle en 2018. La próxima película de Bertrand Bonello, The Beast, también se basa muy libremente en la misma historia.
La cinta es una obra que busca hacer una reflexión sobre cuando las personas nunca aprovechamos el momento presente por temor a que algún evento futuro más importante esté a la vuelta de la esquina. Esto da como resultado una película interesante, pero que comienza a parecer un poco repetitiva a medida que el aburrimiento comienza para la desafortunada pareja, ya que es lo único que vamos a estar viendo y escuchando, la eterna espera de algo más.
La trama de la cinta se desarrolla prácticamente en el club, un espacio cavernoso presidido por la portera/narradora ligeramente mefistofélico de Béatrice Dalle y un encargado del baño conocido como Pipi (Pedro Cabanas). El lugar está representado como un espacio lleno de purpurina, aislada del resto del mundo; de la mediocridad y mundanidad de la vida cotidiana, pero también de sus pequeños triunfos, dulces placeres y pequeños hitos. Cuando John y May se reúnen en el club cada semana, en el momento en que la noche del sábado se convierte en domingo por la mañana, el tiempo se detiene. El Muro de Berlín puede caer y la crisis del SIDA puede destrozar a la primera generación de discotecas, pero May y John permanecen sin cambios y sin edad. Sin embargo, lo que podría parecer envidiable es un síntoma de que sus vidas han quedado en suspenso.
Si bien los dos personajes centrales mantienen sus rostros frescos, el paso del tiempo está marcado en los cambios en la música y en el vestuario. O más específicamente, en los trajes de May, que son exquisitos: un alegre derroche de lentejuelas y satén que buscan el placer y que arruinan la fiesta. Mientras tanto, John pasa veinticinco años vistiendo el mismo traje, dando un significado a que su vida se estancó en ese momento y nunca avanzó a nada más.
La cinta juega con el impulso que van compartiendo los dos personajes, mismo que se disminuye notablemente una vez que May deja la pista de baile y se une a John como una espectadora perpetua. Pero el mensaje es claro cuando los dos personajes solo se sientan en los sofás de la disco ajenos a las pequeñas alegrías que viven las otras personas de la discoteca mientras esperan que suceda algo extraordinario: tal vez una vida mediocre es mejor que ninguna vida.