Amores compartidos | Review

Amores compartidos es una comedia romántica feroz e imprevisible sobre el caos emocional del amor moderno. Covino mezcla sátira, deseo y culpa en una espiral tan divertida como incómoda.
Amores Compartidos (2025)
Puntuación: ★★½
Dirección: Michael Angelo Covino
Reparto: Kyle Marvin, Dakota Johnson, Adria Arjona, Michael Angelo Covino, Nicholas Braun, Charlie Gillespie y David Castañeda.
Estreno en cines 

Michael Angelo Covino retoma en Amores compartidos (Splitsville) las obsesiones que ya asomaban en The Climb: la fragilidad del compromiso, el ego herido y la disfunción emocional que atraviesa tanto el amor como la amistad masculina. Esta vez, lo hace a través de una comedia romántica tan incómoda como imprevisible, donde el deseo y la culpa se confunden hasta la autodestrucción. Lo que comienza con un divorcio impulsivo y un accidente absurdo —literalmente producto de una confesión sexual— evoluciona hacia una serie de enredos donde los personajes parecen debatirse entre la liberación y el autoengaño.

La historia sigue a Carey (Kyle Marvin), un hombre sensible y algo torpe que, tras el colapso de su matrimonio con Ashley (Adria Arjona), busca refugio en la casa de su mejor amigo, Paul (Michael Angelo Covino), un agente inmobiliario carismático y arrogante que presume de tener un matrimonio abierto con su esposa, Julie (Dakota Johnson). Lo que para Paul es un arreglo “moderno” y liberador, para Carey se convierte en una tentación imposible de resistir. En un giro que mezcla lo patético y lo cómico, Carey termina acostándose con Julie, detonando una cadena de traiciones, peleas y reconciliaciones tan violentas como absurdas. A medida que la trama avanza, los vínculos se enredan: las fronteras entre la amistad y el deseo se disuelven, los discursos progresistas sobre la libertad sexual se exponen como máscaras de inseguridad y, en medio del caos, todos los personajes revelan su profunda incapacidad de estar solos.

El guion de Covino y Kyle Marvin se nutre de un caos emocional constante. Cada escena parece desbordar las anteriores: lo que empieza como una comedia de parejas con tintes screwball termina derivando en un retrato casi solondziano del amor contemporáneo. La película, con su tono cambiante, oscila entre la sátira y la tragedia emocional, mostrando cómo el discurso de las “relaciones abiertas” puede convertirse en un espejismo para huir del vacío y la insatisfacción. Covino filma estos dilemas con ironía y cierto regodeo estético, valiéndose de planos secuencia coreografiados y una puesta en escena tan elegante como autoconsciente.

Dakota Johnson, con su habitual mezcla de contención y vulnerabilidad, se erige como el centro emocional del relato. Su Julie es la única que parece reconocer la contradicción entre el deseo de libertad y la necesidad de estabilidad, y Johnson dota a ese conflicto de una melancolía sutil que sostiene a la película incluso en sus momentos más delirantes. Adria Arjona, por su parte, ofrece una interpretación más errática, en sintonía con un personaje desdibujado por un guion que prioriza el enredo sobre la coherencia emocional. Covino y Marvin, en cambio, componen una pareja de amigos rotos por la competencia y el resentimiento, atrapados en una dinámica tan absurda como trágica.

El mayor mérito de Amores compartidos reside en su audacia tonal: se atreve a mezclar la farsa con el drama, el humor negro con el patetismo más desnudo. Sin embargo, ese mismo atrevimiento termina siendo su límite. En su intento de abarcarlo todo —la crítica al amor monógamo, la fragilidad masculina, la banalización del deseo—, la película se dispersa, pierde foco y cae en un torbellino de situaciones cada vez más arbitrarias. La intriga inicial da paso al agotamiento, aunque la vitalidad de los intérpretes y el ritmo sostenido del montaje logran mantener el interés.

En última instancia, Amores compartidos funciona mejor como estudio del caos emocional contemporáneo que como comedia romántica. Es una película que se ríe de sí misma y de sus personajes, pero también los compadece. En su exceso, hay una sinceridad brutal, una energía provocadora que la vuelve incómoda y fascinante a la vez. Puede que no todas sus apuestas resulten, pero el riesgo que asume Covino es, por sí solo, un gesto estimulante dentro del panorama de la comedia independiente.

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