Atrapado robando | Review

Lo nuevo de Darren Aronofsky es un caótico thriller criminal con tintes de comedia negra que recuerda al estilo frenético de Guy Ritchie y al humor violento de Tarantino, pero el verdadero sostén aquí es Austin Butler, quien mantiene al espectador enganchado. 
Atrapado robando (2025)
Puntuación:★★½
Dirección: Darren Aronofsky
Reparto: Austin Butler, Zoë Kravitz, Matt Smith, Regina King, Carol Kane y Liev Schreiber
Disponible en cines

Darren Aronofsky nunca ha sido un director predecible. Su filmografía transita de la crudeza psicológica (Requiem for a Dream, Black Swan) a la solemnidad del drama (The Whale), y del exceso alegórico (Mother!) al desborde épico (Noah). Con Atrapado robando (Caught Stealing), adaptación de la novela de Charlie Huston, el cineasta se sumerge en un territorio menos solemne pero igualmente caótico: un thriller criminal con tintes de comedia negra que parece un homenaje —o una imitación voluntaria— de los excesos de los noventa, cuando Guy Ritchie y Quentin Tarantino marcaron el pulso de la violencia estilizada en la pantalla.

La trama, anclada en un Nueva York de finales de los 90, gira en torno a Hank (Austin Butler), un exjugador de béisbol venido a menos que sobrevive como camarero y alcohólico funcional. Su vida, ya de por sí desmoronada, se convierte en un torbellino de persecuciones, mafias caricaturescas y violencia absurda cuando acepta cuidar el gato de su vecino (Matt Smith), un punk tan sospechoso como pintoresco. Lo que parece un favor inocente deriva en una espiral de golpes, conspiraciones y absurdos encuentros con villanos sacados de un cómic delirante: mafiosos rusos, judíos jasídicos armados y policías indolentes.

La película está construida sobre un montaje frenético y una narrativa plagada de giros bruscos, reminiscente del cine coral y desestructurado que Guy Ritchie consolidó con Lock, Stock and Two Smoking Barrels y Snatch. Al mismo tiempo, el humor negro y los diálogos que combinan lo banal con lo violento parecen beber directamente de la fórmula de Quentin Tarantino en Pulp Fiction o Jackie Brown. Sin embargo, mientras Tarantino y Ritchie logran que el caos sea parte de un engranaje calculado, Aronofsky parece entregarse a un caos por el caos mismo, sacrificando coherencia tonal en favor de un espectáculo estilístico.

La diferencia radica en la intención. Aronofsky no busca realismo ni verosimilitud —la película se regodea en la exageración, desde peleas imposibles para un protagonista recién salido de un trasplante de riñón hasta villanos que parecen caricaturas vivientes de Dick Tracy. Esta decisión convierte a Atrapado Robando en una especie de parodia involuntaria del cine post-Tarantino: vibrante, divertida, pero a ratos hueca.

Si la cinta logra sostenerse en medio de tanto exceso es gracias a Austin Butler. Su Hank no es un antihéroe tradicional, sino un hombre derrotado que se debate entre el patetismo y la resiliencia. Butler dota al personaje de un carisma melancólico que lo vuelve cercano al espectador, incluso cuando la trama exige que realice proezas absurdas. Su actuación no es un despliegue explosivo, sino un contrapeso: frente al ruido de mafiosos estridentes, explosiones narrativas y un humor que roza lo grotesco, él mantiene el centro emocional de la película. Hank es la herida abierta, la nostalgia de lo que pudo ser, el hombre que juega al béisbol en su cabeza porque la vida real lo ha marginado de cualquier triunfo.

Zoë Kravitz complementa su presencia con inteligencia y glamour, mientras que Matt Smith, Vincent D’Onofrio y Liev Schreiber encarnan villanos que funcionan más como caricaturas que como amenazas reales. Sin embargo, es la dinámica Butler–Kravitz la que da humanidad a la película; sin ellos, el relato se desmoronaría bajo el peso de su propio artificio.

Otro de los aciertos de Aronofsky es su retrato nostálgico del Nueva York de finales de los noventa. Lejos de una reconstrucción solemne, el director utiliza detalles triviales para generar una cápsula temporal: teléfonos plegables con minutos contados, la música de Smash Mouth en la rocola, Jerry Springer en la televisión. No se trata de un lamento por la ciudad perdida, sino de un juego irónico con lo que ya no existe, un recordatorio de que incluso el absurdo puede envejecer con estilo.

Atrapado Robando es una película desigual, caótica en su tono y a ratos excesivamente dependiente de clichés heredados del cine de Tarantino y Ritchie. Sin embargo, posee una energía que la vuelve disfrutable, un ritmo que impide el aburrimiento y una actuación central que la eleva. Austin Butler es el motor que permite que el espectador siga enganchado, incluso cuando la lógica narrativa se diluye y la violencia se convierte en un espectáculo absurdo.

Quizá Aronofsky no logre aquí la densidad horrorosa de The Whale ni la perturbación de Mother!, pero demuestra, una vez más, que nunca filma algo aburrido. La película puede parecer un experimento menor dentro de su carrera, pero confirma que, al igual que su protagonista, Aronofsky prefiere arriesgar un robo mal calculado antes que conformarse con un juego seguro.

En el béisbol —y en el cine— a veces un swing descontrolado es lo que más fascina.

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