El acusado | Review

Daniel Auteuil crea un drama judicial sostenido más que todo por sus interpretaciones que por su dirección. La trama sigue a Jean Monier, un abogado desencantado que, al defender a Nicolas Milik, un padre acusado de asesinar a su esposa, enfrenta un dilema moral que lo transforma.
Tour de cine Francés 2025 | El Acusado (2025)
Puntuación: ★★½
Dirección: Daniel Auteuil
Reparto: Daniel Auteuil, Grégory Gadebois, Sidse Babett Knudsen y Isabelle Candelier

En su quinta incursión como director, Daniel Auteuil se sumerge en el género del drama judicial con El acusado (Le Fil), una adaptación de la obra de Jean-Yves Moyart, mismo que se construye casi en su totalidad sobre los procedimientos de un juicio, un recurso que, en principio, ofrece el suficiente atractivo narrativo para sostener la intriga y guiar al espectador hacia un desenlace que, aunque sorprendente, no logra compensar del todo las limitaciones formales de la propuesta; lo que realmente mantiene a flote la película no es tanto la dirección, si no, la otra faceta de Auteuil, que protagoniza el filme, quien imprime humanidad a su personaje, un abogado desencantado que encuentra en la defensa de un hombre aparentemente ordinario una conexión emocional inesperada.

La trama de El acusado se centra en Jean Monier, un abogado que, tras la amarga experiencia de haber logrado la absolución de un asesino reincidente, se niega a aceptar más casos criminales. Sin embargo, su encuentro con Nicolas Milik, un padre de familia acusado del asesinato de su esposa, reabre sus dudas y despierta una inesperada empatía. Convencido de la inocencia de su cliente, Monier decide asumir la defensa, pero lo que parecía un caso ordinario pronto se convierte en una prueba tanto profesional como personal, donde se juegan no solo los destinos legales de un hombre, sino también la propia concepción del abogado sobre la justicia y su lugar en ella.

El mayor problema de la cinta radica en la tensión entre el peso dramático del material original y la ejecución de Auteuil detrás de cámara. Aunque el guion intenta apoyarse en una estructura no lineal —los días de juicio se entrecruzan con flashbacks de distintos testigos—, el resultado es más rígido que fluido. La comparación con Anatomía de una caída de Justine Triet resulta inevitable, no solo porque ambas giran en torno a la ambigüedad de un proceso legal, sino porque la obra de Triet logró dotar de una riqueza psicológica y formal a su historia que aquí se siente ausente. Auteuil apuesta por la sobriedad, pero esa contención termina por convertirse en monotonía: la puesta en escena es plana, la fotografía carece de intención estética y la representación de los procedimientos judiciales raya en lo superficial, dejando de lado tanto la verosimilitud legal como la tensión dramática.

Donde sí encuentra fuerza la película es en las actuaciones. Grégory Gadebois construye un Nicolas Milik complejo: un hombre derrotado, torpe y vulnerable, cuya aparente inocencia nunca logra borrar del todo una sombra de sospecha. Esa ambigüedad da oxígeno a la trama y provoca en el espectador un constante vaivén entre la empatía y la duda. El propio Auteuil, como Jean Monier, aporta densidad emocional en su viaje catártico, y Sidse Babett Knudsen ofrece solidez en un rol secundario que, aunque limitado por el guion, amplía el horizonte moral de la historia. Sin embargo, la contundencia del reparto no alcanza para suplir la pobreza visual ni la torpeza narrativa, especialmente en un género que exige precisión y ritmo.

El desenlace, con su coda final, subraya los defectos de la película: en lugar de un cierre inevitable o devastador, se opta por un golpe de efecto que parece más un recurso manipulador que una consecuencia orgánica de lo narrado. Este exceso revela el mayor conflicto de El acusado: su incapacidad para encontrar un equilibrio entre la humanidad de los personajes y la solidez formal de un drama judicial. La música clásica, solemne y recargada, termina de acentuar una sensación de academicismo que nunca se atreve a romper sus propias reglas.

En definitiva, El acusado es una obra que funciona a ratos, sostenida por un elenco comprometido y un par de momentos de genuina emoción, pero lastrada por una dirección que no logra trascender lo convencional. Auteuil, como actor, sigue siendo un intérprete capaz de transmitir matices y fragilidad; como director, sin embargo, parece prisionero de un estilo rígido que limita la fuerza de una historia que pedía más riesgo, tanto en su forma como en su fondo.

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