El club del crimen de los jueves | Review

Chris Columbus adapta el bestseller de Richard Osman con un tono ligero y predecible, más cercano a un drama televisivo dominical que a un thriller con filo. Helen Mirren, Pierce Brosnan, Ben Kingsley, Celia Imrie son los que sostienen la película con carisma.
El Club del crimen de los jueves (2025)
Puntuación: ★★½
Dirección: Chris Columbus
Reparto: Helen Mirren, Pierce Brosnan, Ben Kingsley, Celia Imrie, Naomi Ackie, Henry Lloyd-Hughes, Tom Ellis, Jonathan Pryce, David Tennant, y Richard E. Grant 
Disponible en Netflix

La adaptación cinematográfica de El club del crimen de los jueves (The Thursday Murder Club, 2025) dirigida por Chris Columbus para Netflix, llega como un producto que parece diseñado para complacer sin molestar. El material de origen, el bestseller de Richard Osman, tenía la virtud de tomar un terreno ya transitado —el whodunit británico— y refrescarlo con un giro generacional, poniendo a cuatro jubilados en el centro de la acción. En su contexto pandémico, la novela funcionaba como espejo de ansiedades y refugio escapista. Pero el traslado a la pantalla bajo la batuta de Columbus diluye esa mordacidad en favor de un entretenimiento de fórmula, tan agradable como inocuo.

Columbus, veterano del cine comercial estadounidense, se reafirma aquí como un artesano de la corrección narrativa. Su estilo siempre ha privilegiado la claridad expositiva, el tono familiar y la domesticación de lo extraordinario: Home Alone (1990), Mrs. Doubtfire (1993) y sus aportes a la saga Harry Potter son testimonio de ello. Su cine es menos un espacio de riesgo que un espacio de seguridad, donde el espectador puede anticipar el desenlace sin temor a sorpresas incómodas. En El club del crimen de los jueves, esa misma estrategia se convierte en un arma de doble filo: lo que en los noventa era eficacia popular, hoy se percibe como un recurso gastado, incapaz de dialogar con la ambigüedad o la violencia latente que el género policíaco exige.

El reparto es estelar —Helen Mirren, Pierce Brosnan, Ben Kingsley, Celia Imrie— todos aportan carisma y una energía entrañable. Mirren, en particular, dota de gravedad y picardía a Elizabeth, exjefa del MI6, y convierte al club en una suerte de “X-Men geriátricos”, invisibles ante la indiferencia social hacia la vejez. Pero este gesto, que podría ser ácido y subversivo, se resuelve en un guiño cómplice sin mayor trasfondo. Columbus no explora de manera crítica el trasfondo edadista ni la precariedad del retiro, sino que encierra a sus personajes en un parque temático de la nostalgia: mansiones lujosas, chistes autorreferenciales, y un entorno más cercano a Downton Abbey que a una verdadera crítica social.

Cuando la trama avanza hacia el conflicto con el casero interpretado por David Tennant, y se multiplican los giros y conspiraciones, la película pierde incluso su tono de comedia dramática ligera y se precipita hacia un desenlace caricaturesco. Lo que debería ser un crescendo de misterio se resuelve como un programa infantil de aventuras, donde la amenaza del crimen queda relegada a simple peripecia. Esa infantilización del suspenso resulta problemática: trivializa la muerte asistida —tema que asoma con potencial polémico— y lo transforma en un subtexto apenas insinuado, sin la valentía de profundizar en sus implicaciones éticas.

El legado de Chris Columbus, entonces, se convierte en el gran tema de esta adaptación. Su cine ha sido puente entre generaciones, constructor de imaginarios accesibles y globales, pero también artífice de un modelo conservador de entretenimiento. En El club del crimen de los jueves, Columbus demuestra que sigue siendo un maestro en la orquestación del “cine para todos”, aunque esa cualidad se revele como un límite. Frente al auge del true crime y del thriller psicológico, su película se instala en un territorio de confort televisivo que, aunque simpático, resulta desfasado. El crimen acogedor, en sus manos, se vuelve demasiado acogedor: una fórmula donde el misterio es decoración y el riesgo está estrictamente prohibido.

En última instancia, esta adaptación se siente como un eco tardío de un estilo de cine que alguna vez definió la cultura popular, pero que hoy parece incapaz de dialogar con la complejidad contemporánea. Columbus ofrece, como siempre, solidez y amabilidad, pero en un género que exige tensión y ambigüedad, la amabilidad puede ser el mayor de los crímenes.

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