La adaptación en seis partes de la película de Baz Luhrmann de 2008, Australia, que es igual de torpe, pero aporta nuevos detalles a la trama original, más no alcanzan para darle profundidad o matices a la historia que vivimos anteriormente.
La cinta de casi tres horas, Australia de Baz Luhrmann era una obra ambiciosa que jugaba con el estilo de la vieja escuela de Hollywood, sobre una mujer inglesa que heredaba un rancho en expansión en las salvajes tierras del país de Australia, donde conoce a un domador de ganado y tienen un romance idealista, dichos personajes eran interpretados por Nicole Kidman y Hugh Jackman.
La cinta cargaba varios ritmos inconfundibles: un cuento de hadas fabulista sobre soñadores, un western ganadero idealista, una aventura salvaje y arrolladora, una inmensa epopeya histórica (con elementos de descaro estridente), una fábula mística sobre pueblos indígenas y un romance grandioso y exuberante. Y como todos conocemos la forma de rodar y construir las historias de Baz Luhrmann, ese banquete expansivo de melodrama llegó a toda velocidad, haciendo que el romance nunca tuviera un respiro y no se sintiera nada sutil, incluso por momentos atropellado, solo sostenido por el carisma de sus actores.
Pero ahora, unos cuantos años después, esa carta de amor llamada Australia, ha regresado, reinventada como una miniserie de seis episodios llamada Faraway Downs. Pero incluso en este nuevo formato de serie, la historia no ha cambiado mucho radicalmente aparte de cambiar un poco el enfoque hacia Nullah (Brandon Walters), el niño indígena australiano que queda atrapado en las políticas severas y racistas del país en ese momento.
Australia nunca fue una obra maestra incomprendida; fue un espectáculo defectuoso, a veces entretenido que se sostenía por las actuaciones y por la audacia de Luhrmann. Pero, escrita en términos generales y desesperada por ser vista como majestuosa y magnífica, haciendo que el resultado sea exagerado.
Faraway Downs, aunque quizás sea más coherente de lo que pretendía la historia original (profundiza más en la historia de niños aborígenes desechados y robados), además de que nueva extensión aporta nuevos detalles a la trama original, más no alcanzan para darle profundidad o matices a la historia que vivimos, o a los personajes, pero es igualmente innecesaria y ahora con más sentido, ya que hacer una versión extendida de una película que tampoco fue un éxito, es injustificado, solo que ahora sabemos que el punto importante de la trama se basa en el ganado, la corrupción del ganado y los problemas bovinos.
La historia ocurre en la sombra de la Segunda Guerra Mundial, especialmente en la segunda mitad de la historia. Kidman interpreta a Lady Sarah Ashley, una aristócrata inglesa que hereda la estación ganadera Faraway Downs después de la muerte de su marido, de quien sospechaba que era mujeriego. Tratando de recoger los pedazos de su vida, finalmente contrata a un ganadero, The Drover (Hugh Jackman), para trasladar el ganado a través del implacable paisaje de Australia para salvar su fortuna, no sin antes chocar rigurosamente con él en cada paso del camino. (Se desprecian, luego se aman, el paradigma clásico de las comedias románticas que se remonta a la era de Clark Gable en los años 30 con mucha energía excéntrica). Entre sus muchos compatriotas en la misión de pastoreo de bueyes se encuentra Nullah, el joven huérfano antes mencionado que parece poseer los mismos poderes espirituales de su abuelo tribal (David Gulpilil), sospechoso de asesinar al marido de Lady Ashley, pero que obviamente ha sido incriminado por los villanos de turno, Neil Fletcher (David Wenham), el sórdido gerente de la estación ganadera que espera robar las tierras y el ganado de Faraway Downs para venderlos, y el explotador ganadero King Carney (Bryan Brown) que solo busca fortalecer su monopolio.
En el reparto también destacan Ben Mendelsohn y Essie Davis, que cuando se rodó este proyecto no tenían la fama ni la reputación que tienen ahora.
Ahora con alrededor de tres horas y media en total (seis episodios con duraciones indiscriminadas, irónicamente no mucho más que la película original de 2 horas y 45 minutos), muy similar a la película original, Faraway Downs sigue teniendo tres actos, el western de apertura al estilo de comedia romántica de aventuras/inquietante, el capítulo intermedio de prosperidad y romance que da paso a un melodrama más tradicional, y el tercer acto de tragedia cuando la Segunda Guerra Mundial llega a casa y los japoneses bombardean Darwin después de Pearl Harbor. Pero esta versión televisiva prolongada, que también recuerda cuánto se apoya Luhrmann en la temática de El Mago de Oz o en la esperanza romántica, en realidad solo ofrece versiones extendidas de lo que ya viste en 2008: escenas más espaciosas con Nullah, una escena innecesaria de Kidman mostrando de sus habilidades equinas, una escena de sexo más larga y apasionante, y muy poco que parezca fresco e iluminador.
Como se prometió, Faraway Downs presenta un nuevo final (Luhrmann sacó dos conclusiones diferentes en su día por seguridad), pero los fanáticos deben tener en cuenta que el nuevo final no es radicalmente diferente, pero si tiene un giro que cambia los últimos minutos, que lo que hace es subrayar aún más la nota de tragedia de la guerra y los sacrificios que todos hicieron para mantener a Nullah a salvo.
Queda claro que el público de Faraway Downs es en realidad el propio Luhrmann y no el espectador. La serie reconcilia su visión original dentro de los límites teatrales impuestos en su momento. Por lo tanto, es similar al infame Snydercut, La Liga de la Justicia de Zack Snyder, que tomó una película abreviada y comprometida y la devolvió a su intención original y más allá, esencialmente utilizando cada fotograma del metraje que comprendía toda la historia. De manera comparable, la serie de Luhrmann es igualmente indulgente y laboriosa, y solamente para los más incondicionales de Luhrmann la verán, ósea como nosotros.