‘June and John’ de Luc Besson, es una fábula romántica y anárquica que mezcla lo poético con lo caótico, explorando una relación tóxica bajo una estética guerrillera.
June & John (2025)
Puntuación: ★★★
Dirección: Luc Besson
Reparto: Matilda Price, Luke Stanton Eddy, Honey Lauren y Don Scribner
Estreno en cines
El más reciente filme de Luc Besson, June and John (2025), se presenta como un retorno inusitado y radical a las raíces más íntimas y experimentales del director francés. Tras el desigual pero estilísticamente arriesgado intento de redención autoral con DogMan (2023), Besson reafirma aquí su intención de hacer cine desde la intuición, el caos y la libertad formal. Rodada con smartphones durante la pandemia, con un equipo de apenas una docena de personas y con una narrativa que desafía las normas convencionales, June & John parece abrazar tanto lo marginal como lo impulsivo. Y, sin embargo, entre la provocación, la ternura y la anarquía emocional, se esconde una obra desigual, a ratos cautivadora, pero profundamente desarticulada.
La sinopsis podría hacernos pensar en una reinvención del mito de Bonnie and Clyde, con una pareja en fuga desafiando normas sociales y legales. Pero pronto se revela que la película está más interesada en explorar el colapso emocional de sus personajes que en la tensión dramática de la huida. John (Luke Stanton), un oficinista gris y sumido en la ansiedad, encuentra en June (Matilda Price), una joven que afirma tener solo 72 horas de vida, la promesa del amor romántico, salvaje y absoluto. El problema —y quizás el verdadero centro de gravedad del filme— es que June & John no se compromete del todo con ninguna lectura: ¿es una historia de amor?, ¿una sátira del escapismo millennial?, ¿una crítica a la codependencia emocional?, ¿o simplemente un ensayo visual libre?
Lo que emerge de esta ambigüedad es una tensión constante entre el contenido y la forma. Mientras los diálogos intentan ser espontáneos y el montaje busca capturar momentos de éxtasis fugaz —como los saltos en paracaídas, los moteles perdidos en el desierto o los abrazos de árboles desnudos—, la narrativa se deshilacha y cae en un sinsentido que parece más accidental que deliberado. El guion, por ejemplo, esboza traumas (como la enfermedad terminal de June o el pasado reprimido de John) que nunca se exploran con profundidad ni coherencia dramática. Es más una colección de situaciones sueltas que un arco emocional cohesionado.

Quizá lo más fascinante de June & John es esta mezcla constante de momentos de rara belleza con otros de torpeza narrativa. Hay escenas que deslumbran, como la coreografía de cuerpos corriendo por las calles de Los Ángeles al amanecer o el instante en el que ambos protagonistas contemplan en silencio un campamento de personas sin hogar. Besson logra, en esos momentos, evocar una poética del desencanto urbano, donde el amor parece una forma de resistencia ante el tedio estructural del mundo posindustrial.
Más allá de sus defectos, June & John contiene una dimensión política interesante: su rechazo explícito a los valores de la burguesía urbana, a la corrección moral y a la narrativa normativa del amor y el éxito. En su forma de fábula anárquica, la película parece reivindicar la locura, el impulso, el deseo desbordado. Pero este gesto, aunque valiente, carece de una estructura crítica sólida. En lugar de confrontar estos valores con profundidad, el filme los desmantela con una suerte de nihilismo estético, donde lo absurdo se convierte en norma y lo inconcluso en estilo.
Aquí es donde se siente la mayor contradicción de la película: su rebeldía se percibe más como una pose que como una postura. Besson quiere denunciar el mundo organizado desde la espontaneidad, pero termina produciendo una obra que no se sostiene ni en su trama ni en su discurso. El caos estético —si no está anclado a una visión ética o poética clara— se transforma en ruido.
En última instancia, el gesto de libertad autoral de Besson, lejos de las superproducciones, filma como si estuviera empezando de nuevo. Y en esa precariedad formal, en esa intimidad guerrillera, hay una energía palpable que recuerda a Subway (1985). Pero si en aquella película la narrativa subterránea se sostenía sobre una estructura clara y personajes carismáticos, en June & John la historia se diluye en una nebulosa de impulsos sin dirección.
No es una película fallida, pero sí profundamente irregular. Tiene el corazón de una obra personal, pero la dispersión de un experimento inacabado. Hay destellos de genio visual, química entre los protagonistas y una sensibilidad nostálgica por el amor juvenil y trágico.