La señora Harris va a París | Review

La nominada al Oscar Lesley Manville brilla más que nunca como la trabajadora  de limpieza que sueña con comprar un vestido Dior. El reparto incluye a la gran Isabelle Huppert.
La Señora Harris va a París (2022)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Anthony Fabian

Reparto: Lesley Manville, Isabelle Huppert Jason Isaacs, Anna Chancellor, Alba Baptista, Rose Williams, Lucas Bravo y Lambert Wilson
Disponible: 
estreno en cines

Siempre es un placer ver que todavía nos llegan películas pequeñas, cargadas de encanto que simplemente son cintas que buscan entretener, pasar el rato y que te dejan una sonrisa; muchas de ellas son de corte clásico, muy británicas en su construcción y muchas de ellas se les llaman cintas de tacitas de té, y es esa fórmula donde entra La Señora Harris va a París, con la increíble Lesley Manville, un encantador vuelo de fantasía que recompensa al actriz de carácter desde hace mucho tiempo con una muy merecida oportunidad de interpretar finalmente el papel principal. 

Cualquiera que esté familiarizado con las películas de Mike Leigh o la prestigiosa televisión británica ya habrá conocido, Manville mucho antes de 2017, pero fue su papel nominado al Oscar en Phantom Thread que la llevó a un nivel superior, llevándola a obtener jugosos papeles como la villana de Let Him Go o Ordinary Love donde interpretada a una mujer con cáncer de mama, próximamente la veremos interpretar a la princesa Margarita en las dos últimas temporadas de The Crown. Así que todo está preparando para que Manville tenga el estatus que se merece junto a Helen Mirren y Judi Dench.

La Señora Harris va a París es una película ligera y, en ocasiones, tan ligera que amenaza con desvanecerse, pero la entrega de Manville logra mantenerla en tierra, con un hábil equilibrio de peso dramático y ligereza cómica que no muchos otros actores podrían emplear con tanta fluidez. Su señora Harris, es una señora de la limpieza cálida y trabajadora que vive en Londres en la década de 1950, ella va de casa en casa limpiando y acomodando en silencio los lugares de personas emocionantes y glamorosas. Pero cuando ve un vestido de Dior en la habitación de una de sus clientas habituales, se enamora y decide viajar a París para hacerse uno.

Lo que es inicialmente refrescante y simple, poco a poco se hace más envolvente, es que a pesar de la naturaleza un tanto fantástica de su material, el guión, basado en la novela de Paul Gallico de 1958 Flowers for Mrs Harris, se niega a facilitarle las cosas. Hay un progreso lento y una serie de contratiempos que colocan al personaje a que caiga en tierra, pero la fórmula siempre lo lleva al puro escapismo en todo momento. Su llegada a Francia se siente ganada y al menos vagamente atada a algún sentido de la lógica.

A medida que la Sra. Harris encuentra su camino en el mundo de la moda, se hace amiga de un apuesto par de veinteañeros para quienes ella hace el papel de cupido (Lucas Bravo y Alba Baptista), también conoce a un potencial interés amoroso (Lambert Wilson). Pero no todos están tan encantados con la dama británica que llega a una tienda de alta moda, en su camino la gerente de la empresa la gran Isabelle Huppert se lo pondrá un tanto difícil. 

A pesar de que la simplicidad del texto, que esencialmente exige que nos pongamos del lado de la Sra. Harris y la apoyemos en todo momento, Manville hace que lo que podría haber sido un arquetipo fácil de la clase trabajadora se sienta como una persona genuina, asegurando nuestra mayor inversión a medida que se acerca al vestido de su sueño. Hay algo brillantemente simple en lo que quiere la Sra. Harris y cómo piensa conseguirlo, sin necesidad de convertirla a ella o a la película en algo más innecesariamente complejo y recargado. Ella no quiere ascender socialmente o enamorarse, solo quiere ese vestido. El crédito debe dirigirse entonces a la diseñadora de vestuario la ganadora del Oscar Jenny Beavan, cuyos atuendos dignos de otro nuevo Oscar son tan deslumbrantes que uno puede comprender al instante por qué la Sra. Harris se siente tan enamorada con una simple mirada.

Como nota curiosa, Beavan trabajó con el equipo de archivo de Dior para recrear los vestidos de la época y la profundidad de su trabajo hace que el mundo de la película sea mucho más auténtico y estéticamente inmersivo. Además, con un presupuesto relativamente escaso de 13 millones de dólares, la cinta logra llevarnos de vuelta a una recreación modesta pero eficaz del Londres y el París de los años 50, dando a la película un brillo acogedor pero con un toque agridulce que evita que todo se desvanezca en una bocanada de azúcar.

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