La voz de Hind Rajab | Review

The Voice of Hind Rajab es una mezcla de realidad y ficción que recrea el caso real de una niña atrapada bajo fuego en Gaza, quien pidió ayuda a la Media Luna Roja. Con una puesta en escena minimalista y claustrofóbica, el filme logra construir un potente suspenso sin recurrir al morbo ni al sensacionalismo.
FICM 2025 | La voz de Hind Rajab (2025)
Puntuación: ★★★★½
Dirección: Kaouther Ben Hania
Reparto: Saja Kilani, Motaz Malhees, Amer Hlehel y Clara Khoury

El conflicto palestino-israelí ha tenido muchas aristas representadas en el séptimo arte, pero quizás pocas perspectivas se han centrado en lo que vive la sociedad civil. La película, originaria de Túnez, transcurre entre hechos reales y ficticios, representando un caso real acontecido en las líneas de emergencia de la Media Luna Roja, un movimiento internacional dedicado a la protección en conflictos armados, equivalente a la Cruz Roja en países de mayoría musulmana.

Una niña de seis años, de nombre Hind Rajab, contactó a esta organización pidiendo ayuda, ya que se encontraba en un coche bajo fuego por parte del ejército israelí en Gaza. Los trabajadores de la línea harán lo imposible por ayudarla, incluso teniendo que enfrentarse a un sistema lleno de trabas.

Hay que mencionar que gran parte de la película transcurre en una sola locación: las oficinas de esta línea de emergencia. A pesar de lo que podría ser una limitación, con un ritmo intrépido y un manejo de cámara que usa el close-up como una herramienta claustrofóbica, la película logra ser atrapante y genera un suspenso asfixiante que tiene al espectador, como diríamos coloquialmente, “con los huevos en la garganta”, en un ejercicio símil a la cinta The Guilty.

Por otro lado, la narrativa de la cinta es una mezcla entre realidad y ficción, y utiliza dos elementos particulares. El primero son los audios auténticos de la llamada que tuvo Hind Rajab con la Media Luna Roja. Si bien el uso de este material podría considerarse morboso o sensacionalista, lo que hace que esta película cruce esa delgada línea es un montaje dinámico entre los actores de la ficción y los hechos reales. Con esto, la película navega entre una mezcla del género de la no ficción y una especie de reportaje periodístico, al buscar demostrar que la recreación de los sucesos es lo más apegada posible a lo que realmente aconteció. Que la película se encuentre en este tono y con esta ejecución es un mensaje claro del respeto que se tiene hacia el relato: un ejemplo de que, en el cine, la no ficción puede ser una herramienta para llevar a la pantalla historias que requieren un alto grado de sensibilidad y cuidado, evitando irse por la vía fácil de la lágrima o aprovechar la delicadeza de los hechos relatados para generar shock. En ese aspecto, la dirección de The Voice of Hind Rajab es inteligente, tratando con respeto tanto a su audiencia como a las víctimas de este terrible acontecimiento.

En cuanto al contenido, independientemente de la posición ideológica o política del conflicto, es innegable que en las guerras quienes más terminan pagando los platos rotos son los civiles. Esto se traduce en una serie de problemáticas generales para todas las demografías; en este caso, el desarrollo de la infancia en un contexto bélico y caótico. Lo que aconteció con Hind Rajab no solamente golpea por el trasfondo humano e individual de una niña cuyo mayor deseo, cuando terminara el conflicto, era conocer el mar, sino porque nos recuerda el cúmulo de infancias perdidas que deja la guerra.

En ese sentido, la película acierta al no anclarse únicamente en la voz y las llamadas, sino en dotar de una imagen a quien está detrás de la línea. Como se menciona en la cinta, parte del proceso que deben atravesar los telefonistas cuando se recuperan de un caso fatídico es darle un rostro, un trasfondo, con el objetivo de poder superar el trago amargo, no dejar en blanco la imagen ni la historia, y así poder continuar entendiendo el propósito de su labor: proteger y ayudar a cualquier individuo que lo necesite.

Ese involucramiento con los operadores hace que la película sea aún más humana, pues nos recuerda que las tragedias no son elementos cuantificables o números dentro de una estadística. Hay rostros humanos, padres, madres e hijos cuyo dolor no debe reducirse a la simplicidad, sino servir como recordatorio para que casos como el de Hind Rajab y tantos otros niños no se repitan.

Estamos ante una de las mejores películas del año, no solo por la valentía del tema que plasma, sino porque es cine de denuncia social bien hecho, en su máximo esplendor.

Es ese tipo de cine que, cuando acaba la función (anécdota real de lo que aconteció en la proyección que me tocó), no dan ganas de aplaudir ni de vitorear. Solo queda esa sensación de penumbra —como si estuviéramos en un funeral— y un sentimiento de tristeza, impotencia y dolor, acompañado de una proclama:

“¿Alguien quiere pensar en los niños?”

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