En su primer trabajo de ficción la documentalista Tatiana Huezo hace una exploración devastadora sobre la vulnerabilidad que viven algunas personas a raíz de las guerras contra el narcotráfico en México.
Noche de Fuego (2021)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Tatiana Huezo
Reparto: Mayra Batalla, Guillermo Villegas, Norma Pablo y Olivia Lagunas
Disponible: Netflix
Tatiana Huezo se aleja de sus trabajos de documentales (Tempestad o El lugar más pequeño), que exploraban las vidas de diferentes personas que viven en lugares violentos y que tenían que encontrar la manera para sobrevivir incluso cuando la ley no estaba a favor de las víctimas; temas muy presentes en la historia reciente de América Latina; Huezo ha mostrado tener esa postura o mirada a la hora de tomar su cámara y dejar que los testimonios de diferentes personas sean las que cuenten su historia, y ahora cuando la directora se pasa al lado de la ficción, está logra mantener su esencia.
La directora mexicana de origen salvadoreño vuelca su lente para hacer una mirada reflexiva tomando como base la novela de Jennifer Clement, sobre la niñez que vive bajo el asedio de una violencia latente que nunca la vemos de forma frontal, sino como una fuerza que amenaza cada esquina de un pueblo de escasos recursos.
El filme sigue el paso de un grupo de niñas que viven en un pequeño pueblo en Jalisco, donde el gobierno federal y los cárteles son esencialmente lo mismo, y sus madres con la necesidad de protegerlas de que no sean secuestradas prácticamente travisten a sus hijas despojándolas de la mayoría de los indicadores físicos de feminidad, como es el corte de cabello o la forma de usar la ropa, es así como seguimos la vida de estas tres niñas que pese al peligro deambulan por su pueblo alegremente.
La cinta sólo plasma la perspectiva de las niñas, nunca habla de lo que les sucede a las personas capturadas por el ejército o los capos de la droga, dejando el tema en sí a un lado para solo plasmar el sentir de las jóvenes con respecto a la vida que ven sus madres. Podemos inferir el terrible destino, pero nadie se atreve a decirlo en voz alta, como lo vemos en repetidas ocasiones como cuando un profesor del pueblo pregunta.
La historia se toma el tiempo (bastante, si se quiere decir) en ejemplificar la vida de las niñas y de sus madres como el momento donde les cortan el cabello para hacerle un corte masculino, siendo la escena más potente del filme.
El filme habla sobre el desamparo y la impotencia que viven las personas más vulnerables en la sociedad mexicana, y en como estas viven a las decisiones de los carteles, como por ejemplo que una peluquería funcione porque el propietario paga por protección o maestros ansiosos por ofrecer un escape por medio de la educación pero que son expulsados cuando sus vidas están amenazadas.
La fotografía del filme juega con los espacios naturales y las viviendas del pueblo para crear esas sensaciones de que hay algo más que rodea la vida de estas personas, razón misma que también utiliza el recurso del sonido para regresar ese mismo detalle, un ejemplo claro es como Ana y su madre cierran los ojos para detectar que es cada ruido que escuchan desde su casa.
La cinta se divide prácticamente en dos partes. La primera mitad es la niñez y luego pasa a la adolescencia con un elenco diferente. Dicho salto temporal reafirma la dinámica de poder opresivo que vive esta población, donde tarde o temprano todos (hombre y mujeres) son reclutados para trabajar con los cárteles en los campos de amapolas en busca de opio.
La dirección de Huezo se siente orgánica, logrando sacar bastante naturalidad al reparto, especialmente a las niñas. Lo que se nota bastante es la forma documentalista que utiliza la directora, haciendo que el realismo se siente con mucha fuerza y los personajes construidos de tal manera que uno pueda sentir que son seres que viven en esas realidades que para algunos pareciera una mentira.