Pequeñas cosas como estas | Review

Tim Mielants crea un drama sobrio que aborda el silencio cómplice en torno a las Lavanderías de la Magdalena en Irlanda. Cillian Murphy interpreta con contención a Bill Furlong, un hombre dividido entre su vida familiar y el peso de un secreto doloroso.
Pequeñas cosas como estas (2024)
Puntuación:★★★½
Dirección: Tim Mielants
Reparto:  Cillian Murphy, Eileen Walsh, Michelle Fairley y Emily Watson 
Disponible en cines

En Pequeñas cosas como estas, Tim Mielants nos sumerge en un drama de atmósfera sobria y espectral, donde el silencio pesa tanto como la palabra. Basada en la novela de Claire Keegan y adaptada por Enda Walsh, la película encuentra en la contención su mayor fuerza: lejos del tremendismo o del subrayado melodramático, se articula como una meditación sobre la memoria, la culpa y la complicidad social en torno a las Lavanderías de la Magdalena, instituciones donde la Iglesia irlandesa ocultó y explotó a mujeres durante décadas.

El centro de gravedad de la película es Bill Furlong, interpretado magistralmente por Cillian Murphy, quien vuelve a desplegar su capacidad para expresar tormentas internas con apenas un gesto, una mirada perdida o un silencio prolongado. Bill es un hombre atrapado entre la tranquilidad superficial de su vida familiar y un pasado que lo persigue en forma de cicatrices de infancia y recuerdos reprimidos. Su encuentro con las jóvenes explotadas en la lavandería actúa como un catalizador: lo enfrenta no solo a la brutalidad de una institución, sino también al recuerdo de lo que pudo haber sido su propio destino y al peso moral de un secreto que podría resquebrajar su comunidad.

A diferencia de otras aproximaciones cinematográficas al tema —la furia explícita de The Magdalene Sisters o el tono agridulce de Philomena—, Mielants opta por una austeridad casi claustrofóbica. La fotografía de Frank Van den Eeden convierte la Irlanda de los años ochenta en un paisaje de carbón, vapor y frío perpetuo, donde cada plano evoca un mundo corroído por la represión y el silencio. Esa frialdad visual se entrelaza con la interpretación gélida de Emily Watson como la Madre Superiora, cuya autoridad asfixiante encarna el poder impune de la Iglesia sobre las vidas de mujeres y niñas.

La película avanza con el ritmo de una vigilia nocturna: pausado, introspectivo, pero siempre cargado de tensión subterránea. Cada gesto cotidiano —Bill lavándose las manos, preparando té, observando por la ventana— se convierte en metáfora del esfuerzo por limpiar culpas heredadas y mirar hacia donde nadie quiere mirar. El final abierto, fiel a la novela, funciona como un desafío ético al espectador: no hay catarsis ni resolución, solo la incómoda persistencia de la pregunta sobre la responsabilidad individual frente a un sistema de abusos avalado por la comunidad.

Pequeñas cosas como estas se erige como una obra silenciosa pero demoledora, un cine que rehúye lo espectacular para encontrar en la reserva y el claroscuro la más profunda de las emociones. Murphy y Mielants construyen, con sutileza y rigor, un retrato sobre la violencia institucional y la memoria colectiva, recordando que a veces lo verdaderamente revolucionario en el cine no es gritar, sino atreverse a escuchar el murmullo de lo que siempre se quiso silenciar.

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