Querido Trópico es un retrato íntimo y delicado de la relación entre dos mujeres solitarias que, desde orígenes muy distintos, encuentran consuelo mutuo.
CRFIC 2025 | Queridos Trópico (2024)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Ana Endara Mislov
Reparto: Paulina García, Jenny Navarrete, Juliette Roy y Syddia Ospina
En Querido Trópico, Ana Endara se adentra con una delicadeza inusual en la fragilidad compartida por dos mujeres que, a simple vista, no tendrían por qué encontrarse. Con un pulso humanista y un tempo sereno, su debut en la ficción dibuja una intimidad que crece como una enredadera, lenta y silenciosa, pero imposible de contener.
La historia se posa sobre Ana María (Jenny Navarrete), inmigrante colombiana que, con una barriga apenas insinuada y un pasado que le duele en la espalda, llega a cuidar a Mercedes (Paulina García), una mujer de abolengo que se derrumba poco a poco bajo la sombra del Alzheimer. Lo que comienza como un contrato precario —una cuidadora que necesita legalizar su estancia, una familia que prefiere delegar lo incómodo— termina siendo un lazo vital, forjado a punta de silencios, miradas y una risa compartida bajo la lluvia.
Endara sabe que el verdadero cine intimista se cuece en los detalles: una taza de té que humea entre manos cansadas, una gota que se desliza por una hoja, el leve crujir de las campanillas de viento mientras la cámara observa sin invadir. El jardín de Mercedes se convierte entonces en un santuario simbólico, un espacio donde la dignidad y la fragilidad conviven bajo el mismo follaje. Allí, entre orquídeas y ramas húmedas, la matriarca se permite flaquear sin perder del todo la elegancia que la definió.
La cámara, siempre paciente, rehúye los subrayados dramáticos. Aquí no hay discursos grandilocuentes ni lágrimas impostadas: hay una ternura cotidiana, que brota cuando Mercedes confía sus miedos a Ana y cuando Ana, a su vez, deposita su secreto más hondo en las manos de aquella a quien vino a cuidar. En ese intercambio de vulnerabilidades, ambas se salvan de la invisibilidad a la que sus circunstancias —la enfermedad, la migración, la maternidad solitaria— parecen condenarlas.

Lo conmovedor de Querido Trópico es que sugiere, sin pontificar, que la verdadera familia a veces se elige entre quienes se sostienen cuando el resto se va. La hija de Mercedes, Jimena (Juliette Roy), siempre está demasiado ocupada para detenerse en la grieta. Posará para la foto con la abuela cuando toque, pero su mundo está en otro lado. En cambio, Ana, invisible para el álbum familiar, se vuelve indispensable. No es la hija que todos esperaban, pero es la presencia que Mercedes necesita para no perderse por completo.
La actuación de Paulina García es una lección de contención: altiva y frágil a la vez, encarna a una mujer que se sabe derrumbándose, pero que no quiere ser tratada como una carga. Jenny Navarrete, por su parte, llena a Ana María de una dignidad discreta: alguien que cuida sin paternalismos, que escucha sin compadecer. Juntas construyen un espacio de afecto que, aunque breve, desafía el abandono que flota en los márgenes.
Querido Trópico florece así como su jardín: un relato modesto, íntimo y profundamente humano que confía más en el poder de una mirada sostenida que en la grandilocuencia de un diálogo escrito para emocionar. Con su tono suave y su sensibilidad tropical, Ana Endara nos recuerda que, a veces, el único antídoto contra la soledad es alguien que se siente a tu lado, que te llame por tu nombre y, aunque no cure tus males, te ofrezca su mano para atravesarlos juntas.