Ripley (Miniserie) | Review

Esta nueva adaptación de la novela no logra el brillo seductor a la versión de 1999, pero nos regala a uno de los mejores Tom Ripley, gracias al fascinante trabajo de Scott, que es inquietante y no puedes dejar de verlo en pantalla. 

En este mundo de nuevas versiones y remakes nos llega ahora la nueva adaptación de la novela de Patricia Highsmith, donde Andrew Scott da un paso adelante para interpretar al fascinante antihéroe llamado Thomas Ripley, cuya nueva entrega es una miniserie de ocho episodios que se puede ver en Netflix, que es la adaptación de la primera novela de Highsmith, The Talented Mr. Ripley (el primer volumen de una serie de novelas conocidas como “Ripley”).

La serie cubre el mismo tema que The Talented Mr. Ripley, la película de 1999 de Anthony Minghella. Pero mientras que esa versión era seductora y bañada por el sol, lo que generaba cierto encanto y comprendías muy bien los movimientos de los personajes, esta nueva entrega de la historia es totalmente lo opuesto, es fría y sombría, bañada por las sombras de una fotografía en blanco y negro que bebe de los grandes clásicos del cine noir, que también hay que decir que es una fotografía hermosa, y genera esa atmósfera de misterio en todo momento; y el elemento noir no es suave. Abundan las noches lluviosas. Si hay charcos, veremos a Ripley reflejado en ellos. Escuchamos cada silbido y crujido de cada cigarrillo.

Scott interpreta el papel principal del estafador Tom Ripley, que cuando lo conocemos por primera vez, este vive en un albergue de mala muerte en Nueva York y lleva una vida poco elegante como un delincuente de cuello blanco de poca monta; desviar el correo y los cheques de la gente y gestionar falsas agencias de cobro de deudas. Pero, cuando el padre de Dickie Greenleaf (el hijo de un rico jefe naviero), le ofrece el trabajo de emprender un viaje con todos los gastos pagados a Italia para tratar de persuadir a su hijo (interpretado por Johnny Flynn, muy poco aprovechado) de que abandone su derroche de vida en Europa y vuelva a casa, aprovecha la oportunidad.

Como sabemos, Tom se abre camino en la vida de Dickie, ganándose su confianza y acomodándose suavemente a la personalidad y las necesidades de su amigo, mientras la fríamente evaluadora novia del chico de oro, Marge (Dakota Fanning), observa con creciente sospecha desde su posición cada vez más marginada.

El primer problema que tengo con la serie son sus primeros tres episodios; aquí el guion de la serie no saca provecho al desarrollo de los tres personajes, hay una falta de carisma o mejor dicho química entre sus protagonistas, los tres actores cumplen muy bien lo que les indica el material, pero la falta de conexión entre el personaje de Dickie y Ripley hace que cuando llegue el momento del giro de la trama no impacte como debiera debido a que hay una gran falta de emociones. 

Otro aspecto que me cuesta en esos episodios, es que tanto la novela como la versión del 90, nos muestran a un Dickie y a una Marge glamurosos, dos seres hermosos, casi inalcanzables que por todo esa aura el personaje de Ripley se ve seducido casi atrapado que es cuando decide que esa es la vida que quiere, y por eso se niega irse. Y es por eso, que una de las razones por las que la película de Minghella funcionó tan bien fue que estaba protagonizada por Jude Law y Gwyneth Paltrow, actores poseedores de un glamour deslumbrante y una buena apariencia. Tenía mucho sentido que Ripley (interpretado entonces por Matt Damon) quisiera introducirse en su mundo. Pero en la versión de Netflix, Dickie y su novia son dos seres aburridos, son interpretados con indiferencia por Johnny Flynn y Dakota Fanning. Esto solo puede ser culpa de Zaillian, porque Flynn ha demostrado tener una presencia en pantalla magnética, como lo hizo en Emma o The Outfit, por eso decimos que está muy mal aprovechado, su Dickie no es sexi, ni brillante, se siente muy opaco, muy en ese tono gris que carga la serie, y ese aspecto hace que nunca conectes del todo con las decisiones de Ripley. 

Scott, sin embargo, es perfecto como Ripley, y aquí el guion le ayuda mucho. Es mentiroso, falsificador, sicópata, asesino: Ripley es todo eso, pero Scott también explora las vulnerabilidades del personaje. Es el eterno outsider, desesperado por pertenecer. Inicialmente incómodo al pretender ser del entorno de Dickie y Marge, gradualmente lo asimila a través de un estudio cuidadoso y su don para la imitación. Pasan largos períodos sin diálogo, cuando simplemente observamos los meticulosos esfuerzos de Scott por mantener la estafa. También se mueve increíblemente lento.

Lo mejor de la serie es la forma en que va desarrollando cada movimiento de Tom, ya sea para promover su engaño o para encubrir sus crímenes, lo que permite que la tensión aumente de manera exquisita en cada episodio. Eso es incluso antes de que llegue el inspector Ravini (Maurizio Lombardi) para investigar la muerte de Freddie Miles (Eliot Sumner, una muy mala elección de casting). Dudas y sombras se acumulan en los rincones. Los detalles de mentiras masivas se acumulan, cualquiera de ellas lista para ser descubierta por una novia astuta, un oficial de policía o un cajero del banco, haciendo caer la tambaleante pila de secretos y mentiras. La malevolencia sangra en todo. 

Los ocho episodios se desarrollan a un ritmo majestuoso (seis hubieran funcionado mejor). Las cosas se animan en la segunda mitad cuando se convierte en un juego del gato y el ratón entre Ripley y un inspector de policía. 

Los fanáticos del libro y de lo que se ha llegado a ver –hasta, posiblemente, ahora– como la versión cinematográfica definitiva, The Talented Mr. Ripley, de Anthony Minghella de 1999, saben muy bien los giros y el desarrollo de la trama, pero esta nueva propuesta juega con varios aportes interesantes, algunos son extraordinarios, y es por eso que vale la pena dejarse seducir por el nuevo Tom Ripley.

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