Saturday Night | Review

Jason Reitman regresa a la silla de director con la recreación de los eventos que ocurren en las casi dos horas antes de estrenar el primer episodio del mítico programa ‘Saturday Night Live’, pero el resultado es un desastre aburrido y poco interesante.
FICM 2024 | Saturday Night (2024)
Puntuación: ★★
Dirección: Jason Reitman
Reparto: Gabriel LaBelle, Rachel Sennott, Cory Michael Smith, Dylan O’Brien, Lamorne Morris, Finn Wolfhard, Nicholas Braun, Cooper Hoffman, Kaia Gerber, Willem Dafoe, Matthew Rhys y J.K. Simmons

El programa Saturday Night Live es icónico dentro de la cultura pop de los Estados Unidos (fuera de ahí, esta afirmación es un tanto cuestionable). Se trata de un programa de comedia semanal que ha permanecido en la televisión de dicho país desde los años setenta hasta la actualidad. Ver esta recreación de sus inicios deja en claro el porqué de su legado: sus guiones y actuaciones eran una declaración de vanguardia, marcadas por una misión clara de crear una escritura original.

Jason Reitman, guionista y director que parece estar atrapado en una vorágine de nostalgia tras vender su creatividad al universo de Ghostbusters, aquí demuestra ser un superfan de toda la vida de SNL. Incluso escribió un guion sobre el programa en 2008, después de terminar Juno (su obra maestra hasta la fecha). Es posible que parte de ese borrador haya terminado en lo que vemos en su nueva película, que nos narra una historia de orígenes claustrofóbica y contenida. Esta nos lleva de regreso al primer episodio en 1975 y al caos que lo precedió, contada casi en tiempo real.

Sin embargo, aunque se tenga cariño por algo, hay detalles que no vale la pena revisitar, como lo demuestra el intento de revivir la franquicia de Ghostbusters, cuyas últimas películas, en el mejor de los casos, han sido flojas. Con Saturday Night ocurre algo similar: es una película carente de energía y plagada de un guion cubierto de capas de polvo. En ningún momento, durante sus agotadores 109 minutos, Reitman y el coguionista Gil Kenan logran que lo que estamos viendo sea divertido, atractivo o, en el mejor de los casos, interesante. Nunca encontramos algo que nos importe o que podamos tomar en serio, especialmente como un supuesto contendiente a premios, como algunos habían sugerido.

Saturday Night intenta retratar las complicaciones de un lugar de trabajo ajetreado, siguiendo a múltiples personajes que interactúan mientras el estrés se acumula. Lorne Michaels (interpretado por Gabriel LaBelle, de The Fabelmans) intenta reunir a comediantes difíciles y apaciguar a ejecutivos inseguros sobre su visión del lanzamiento del programa. Aunque esta premisa suene atractiva, la película no logra involucrar ni interesar al espectador. Todo se siente menor porque conocemos el resto de la historia, por lo que nunca hay un riesgo latente. Al final, solo vemos a personajes moviéndose frenéticamente de un lado a otro, y lo que podría ser valioso —explorar el poder creativo detrás de SNL— nunca se desarrolla. Hubiera sido mucho más interesante ver la grandeza revolucionaria de su comedia, con la tensión inherente a la creación de sketches o rutinas, en lugar de la ejecución mediocre que se presenta aquí.

Además, queda claro que Reitman no se esforzó por extraer ritmos emocionales o dramáticos claros, confiando únicamente en el peso de la propiedad intelectual, la cual, fuera de Estados Unidos, puede no interesarle a nadie. Aunque es evidente que ama el programa y lo que representó en los años setenta, nunca logra traducirlo de manera convincente para el resto del mundo.

La película cuenta con nuevos talentos prometedores, como Cooper Hoffman (Licorice Pizza) como el ejecutivo Dick Ebersol, Rachel Sennott (Bodies Bodies Bodies) como la escritora y esposa de Lorne, y Cory Michael Smith (habitual en las películas de Todd Haynes) como el egocéntrico Chevy Chase. Sin embargo, estos actores no tienen mucho que hacer y se sienten reducidos a caricaturas. La decisión de elegir a Nicholas Braun (Succession) como Andy Kaufman y Jim Henson tampoco funciona; ambos personajes, al igual que la mayoría del elenco, solo tienen escenas breves, sin profundidad ni distinción. Además, la película muestra un desinterés alarmante por sus personajes femeninos. Por ejemplo, Gilda Radner se ve reducida a una simple figura cómica sin mayor relevancia.

En el aspecto positivo, destaca la recreación visual de la NBC de los años setenta, que Reitman logra plasmar con autenticidad. Sin embargo, la experiencia de “estar ahí” no es suficiente por sí sola. Salvo algunos momentos interesantes o divertidos, lo último de Jason Reitman es una propuesta caótica, confusa y desordenada, con personajes entrando y saliendo sin desarrollo ni propósito. Es como visitar un estudio de grabación sin un guía, dando vueltas sin rumbo, lo que termina siendo una experiencia aburrida.

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