El estreno venidero de la esperada “Crimes Of The Future” es una ocasión excelente para descubrir la filmografía de David Cronenberg, en este caso con una de sus primeras locuras.
La barrera entre lo mecánico e inorgánico comenzó a ser derribada por David Cronenberg en sus comienzos, al retratar, sin filtros, el miedo humano ante la transformación y la depravación de nuestros cuerpos, dando lugar en años posteriores al nacimiento del movimiento denominado “la nueva carne”, cuya influencia reverbera hasta la actualidad con trabajos como Titane de Julia Ducournau, ganadora de la Palme d’Or el año pasado.
En 1981, Cronenberg estrenó Scanners, una de sus primeras incursiones en el área del terror físico, al ofrecer una visión abstracta y por momentos confusa, del alcance de la telepatía y los poderes psíquicos. Protagonizada por Stephen Lack y Michael Ironside en los papeles principales, la trama aborda los intentos de una corporación por utilizar a personas con capacidades telepáticas y telequinéticas (denominados dentro de la historia como Scanners) para sus propios fines.
De entrada, el argumento llama la atención por presentar una historia atípica, bien hilada desde su arranque, pese a que mientras el metraje avanza, su desarrollo termina derivando en una serie de eventos no entrelazados que tienen un tono lento, por momentos aburrido y vacía hacia su desenlace.
Pese a esto, en su narrativa, la existencia de los ya mencionados Scanners y la constante persecución que viven por entidades gubernamentales es una forma de plasmar el resultado negativo de experimentos científicos que modifican la anatomía humana, cuyo inevitable desenlace es la alteración misma del sistema social, siempre manteniendo un punto bizarro y provocador, siendo este uno de los pilares del cine de Cronenberg.
La construcción de una atmósfera inmersiva, es el principal logro de esta película, donde la edición de sonido y la escasa musicalización, favorecen la sensación de aislamiento y desamparo que viven los protagonistas. En ocasiones rozando la serie B y dispuesto a experimentar, Cronenberg juega con el uso de efectos prácticos y el maquillaje para dejar escenas icónicas y desconcertantes, en donde, en sentido literal, es posible que alguna que otra cabeza explote en el proceso.
La caracterización dentro del filme queda a deber, los personajes no generan ningún tipo de empatía o interés en los motivos de su lucha, por lo que, como espectador, es casi imposible sentirse interesado o desarrollar preocupación por los eventos que están teniendo lugar en pantalla. De nuevo, en estas primeras etapas de la obra de Cronenberg, es evidente que su apuesta busca más una reacción que una historia sustanciosa, juntando elementos del body horror con la ciencia ficción y el gore, por momentos gratuito.
En términos generales, Scanners no es una obra maestra de David Cronenberg, los años pasan y la cinta no envejeció de la menor manera, aunque vale la pena destacar que su visionado es entretenido, sobre todo al contextualizar que estamos ante un relato que ayudó a consolidar el estilo de uno de los genios del terror contemporáneo, al punto que se realizaron hasta 4 secuelas de esta producción.