Teléfono negro 2 retoma la historia de los hermanos Blake cuatro años después de los sucesos originales, explorando los traumas de Finney y las visiones de Gwen, quien enfrenta el regreso espectral de El raptor.
Teléfono Negro 2 (2025)
Puntuación: ★★★
Dirección: Scott Derrickson
Reparto: Mason Thames, Madeleine McGraw, Ethan Hawke, Miguel Cazarez Mora y Demián Bichir
Disponible en cines
En 2021, Scott Derrickson volvió al mundo del terror después de su paso por las superproducciones, con una película pequeña pero con una gran propuesta creativa: El teléfono negro, adaptación de un relato de Joe Hill. El filme fue un éxito en taquilla y estableció un nuevo ícono del terror: El Raptor. Ahora, cuatro años después, regresamos al mundo creado por Derrickson para expandir la historia del asesino y reencontrarnos con la familia Blake.
En 1982, cuatro años después de los sucesos de la primera entrega, volvemos a ver a Finney (Mason Thames), quien lidia con los traumas de su secuestro, y a su hermana Gwen (Madeleine McGraw), que empieza a tener visiones relacionadas con un campamento cubierto de nieve donde varios niños desaparecieron misteriosamente, sin saber que eso implicará el regreso de The Grabber (Ethan Hawke) desde la tumba para cobrar venganza.
Dirigida y coescrita por Scott Derrickson, la película busca expandir la historia original explorando el pasado del asesino y una nueva forma de amenaza espectral. Sin embargo, el peso de los homenajes a las películas de terror de los 80 termina afectando su originalidad.
La narrativa cambia de escenario y de tono respecto a la primera: ahora seguimos a adolescentes que enfrentaron al mal y sobrevivieron. Vemos sus secuelas psicológicas —Finney se convierte en un bully violento y Gwen atraviesa una crisis de fe— mientras la historia avanza lentamente hacia la conexión entre las visiones de Gwen y el oscuro secreto que esconde un campamento cristiano.

Aquí los roles se invierten: Gwen se convierte en la protagonista y Finney pasa a ser un personaje secundario. McGraw entrega una actuación emotiva e intensa, logrando transmitir el proceso de aceptación de su don, mientras que el personaje de Finney se siente relegado y su desarrollo, atrofiado. Mason Thames intenta darle una nueva faceta, pero no logra cumplir las expectativas. Aun así, volver a ver a Ethan Hawke como el asesino de niños es un deleite: su interpretación, furiosa y mórbida, evoca a los asesinos clásicos del slasher, especialmente a Freddy Krueger. Hawke domina cada escena en la que aparece.
La dirección mantiene el nivel de la primera película. Derrickson continúa jugando con la propuesta visual entre el Super 8 y la cámara digital, un recurso narrativo ingenioso que le permite explorar el terreno onírico y diferenciar las realidades en las que se mueve la historia. Su puesta en escena y los movimientos de cámara construyen composiciones visuales impactantes y secuencias alucinantes donde la violencia y el gore destacan por su presentación estilizada. El ambiente lúgubre se potencia con las locaciones reales, los efectos visuales y el diseño de producción, que recrea los años 80 con acierto. El campamento recuerda a The Thing y Friday the 13th, mientras que la fotografía, con su paleta de colores fríos y contrastados, evita el tedio visual. La música ambiental, de corte industrial, sigue la línea de la primera, generando una sensación constante de rareza y peligro.
No obstante, el mayor problema radica en el guion. Además del pobre desarrollo de Finney, los personajes secundarios aportan poco: solo sirven para exponer información o entregar pistas sobre el presente. El teléfono espectral, símbolo central de la primera cinta, queda en segundo plano, pues las visiones de Gwen se convierten en el verdadero motor narrativo. El personaje de Hawke funciona, aunque sus nuevos poderes espectrales resultan ambiguos: operan solo en sueños hasta que inexplicablemente afectan la realidad, sin una lógica clara. A esto se suma un montaje irregular que alarga el primer acto y repite escenas, afectando el ritmo. El tono también oscila entre lo serio y el humor, a veces intencional y otras involuntario, lo que resta tensión a las escenas que deberían dar miedo. Además, una subtrama en particular lleva a una revelación innecesaria que intenta vincular al asesino con la familia Blake, pero sin aportar nada relevante.
La primera película era una historia original que mezclaba el slasher con el thriller sobrenatural de forma efectiva. En cambio, esta secuela se pierde entre sus múltiples referencias a clásicos como Friday the 13th, A Nightmare on Elm Street, The Thing, The Shining y The Silence of the Lambs. Las alusiones pop devoran su propia identidad, convirtiéndola en una amalgama de clichés y momentos repetidos. El guion sufre de problemas de ritmo, sobreexposición, personajes nuevos aburridos y falta de coherencia interna.
Aun así, Teléfono negro 2 resulta entretenida gracias a la dirección, la actuación de McGraw, la fotografía, la música y los efectos especiales. Derrickson sabe crear momentos de suspenso y dramatismo que permiten brillar a su elenco, y el uso del plano onírico con cámara Super 8 ofrece secuencias visualmente fascinantes.