The Things You Kill es un drama psicológico que explora con sutileza los efectos de la violencia patriarcal heredada y los límites de la identidad. A través de una narrativa ambigua y una atmósfera inquietante.
CRFIC 2025 |The Things You Kill (2025)
Puntuación: ★★★★
Dirección: Alireza Khatami
Reparto: Ekin Koç, Erkan Kolcak Kostendil, Hazar Ergüçlü y Ercan Kesal
En The Things You Kill, el cineasta iraní-estadounidense Alireza Khatami construye un drama tan pausado como incisivo, donde el trauma se filtra como humedad en los cimientos de una casa familiar corroída por la violencia patriarcal. Desde su primera escena, una ensoñación que roza lo fantasmagórico, la película se adentra en un universo de dislocaciones perceptivas, donde los límites entre lo real y lo simbólico se vuelven permeables. Khatami, lejos de optar por el efectismo o la denuncia explícita, prefiere sembrar su historia de grietas, de pequeñas fisuras emocionales que, al acumularse, abren un abismo psicológico en el centro de la identidad de su protagonista.
La trama gira en torno a Ali (Ekin Koç), un académico que regresa a Turquía tras años en el extranjero para cuidar a su madre enferma, al tiempo que intenta formar una familia con su pareja Hazar (Hazar Ergüçlü). Sin embargo, la aparente tranquilidad de este regreso se ve pronto resquebrajada por una serie de tensiones larvadas: la infertilidad de Ali, que oculta con vergüenza; el comportamiento áspero y dominante de su padre Hamit (Ercan Kesal); y una herencia emocional que revela la persistencia de una masculinidad tóxica que atraviesa generaciones. Con la muerte sospechosa de su madre, la sospecha se convierte en un catalizador de recuerdos, de rencores soterrados y de un deseo de justicia que raya en la autodestrucción.
Uno de los logros más notables de The Things You Kill es cómo transforma un conflicto familiar en una experiencia liminal, casi onírica. La dirección de Khatami elude la literalidad narrativa para crear un clima envolvente donde las emociones se transmiten tanto a través de las acciones como del silencio, de la mirada, del espacio. La escena inicial del sueño de Hazar —una casa vacía, un padre herido que llama a la puerta, los perros ladrando en la oscuridad— funciona no sólo como prólogo, sino como clave interpretativa del filme: lo que está excluido, lo que se mantiene fuera del umbral, busca entrar con una urgencia visceral.
Este gesto metafórico se reproduce en la puesta en escena. Khatami emplea encuadres estáticos, con una cámara que observa más que interviene, y una paleta de colores terrosos que acentúa la sensación de encierro físico y emocional. La tierra seca, el jardín que Ali cuida con esmero, el pozo que necesita cavarse más hondo: todo habla de raíces que se niegan a ser extirpadas, de heridas que se arrastran en el tiempo. Incluso los espacios urbanos, como la universidad donde trabaja Ali, parecen estar contaminados por la figura paterna omnipresente: el retrato gigantesco de Atatürk —padre simbólico de la nación— sugiere que el patriarcado no es sólo un asunto familiar, sino también estructural.
La aparición de Reza (Erkan Kolçak Köstendil), un forastero que irrumpe en este paisaje árido con la promesa de soluciones prácticas, introduce un giro siniestro en el relato. Reza representa un doble especular de Ali: donde uno es contenido, el otro es impulsivo; donde uno evita el conflicto, el otro lo provoca. Este juego de espejos se complejiza a medida que Reza se convierte no sólo en cómplice, sino en catalizador de los deseos reprimidos de Ali. Su vínculo deviene una relación ambigua, casi simbiótica, que remite a la vieja tradición de los doppelgängers en el cine y la literatura: ¿hasta qué punto Reza es real? ¿O es acaso una proyección de todo aquello que Ali no se permite ser?
Ekin Koç logra encarnar con matices la vulnerabilidad contenida de Ali. Su actuación es minimalista, sostenida más en gestos que en palabras, lo que acentúa el carácter introspectivo del personaje. En contraste, Ercan Kesal como Hamit transmite una brutalidad seca, sin caricaturas ni redenciones, que resulta inquietante por su verosimilitud.
La película de Khatami evita el sermón moral y abraza la complejidad. Cuestiona si podemos realmente desligarnos de los abusos sufridos sin, en el proceso, replicarlos en otros. ¿Puede Ali escapar de la sombra de su padre sin convertirse en una versión torcida del mismo? ¿Puede construir una familia sin repetir los mismos mecanismos de control y silencio? The Things You Kill no ofrece respuestas fáciles, pero sí un viaje oscuro y catártico hacia la confrontación personal. Su título, lejos de apuntar únicamente a los actos físicos de violencia, parece referirse también a los afectos, a las verdades, a las partes de uno mismo que se deben asesinar para sobrevivir.
Con su atmósfera densa, su tempo deliberado y su estructura en espiral, The Things You Kill se convierte en una de esas películas que persisten más allá del plano final. Un drama psicológico disfrazado de thriller rural, un estudio sobre el peso heredado de la masculinidad, y un relato sobre cómo la identidad se fractura y reconfigura cuando enfrentamos lo que más tememos. En el fondo, Khatami no nos habla solo de lo que matamos, sino también de aquello que dejamos entrar cuando abrimos la puerta.