Visiting Hours | Review

Patricia Mazuy explora una improbable amistad entre dos mujeres de clases sociales muy diferentes, pero conectadas por una profunda soledad. Ambas mujeres son interpretadas brillantemente por Isabelle Huppert y Hafsia Herzi.
FICM 2024 | Visiting Hours (2024)
Puntuación: ★★★★
Dirección: Patricia Mazuy
Reparto:  Isabelle Huppert, Hafsia Herzi, Magne-Havard Brekke y Lionel Drey

Dos mujeres de mundos muy diferentes se unen por una conexión improbable (ambas tienen un marido que cumple condena en la misma prisión) en Visiting Hours, un estudio de la disparidad económica y de clase que evita caer en ciertas convenciones narrativas, mientras sucumbe a otras. La veterana directora francesa Patricia Mazuy se reúne con Isabelle Huppert, quien interpreta a una esposa burguesa que se interesa por la trabajadora interpretada por Hafsia Herzi, aunque curiosamente, el motivo de su fascinación nunca se explica explícitamente. Los dos personajes se hacen amigas, siendo los motivos ocultos de ambas mujeres lo que le da a esta película una atmósfera algo tensa.

Durante varios años, la culta Alma (Huppert) ha visitado regularmente a su marido Christopher (Magne-Håvard Brekke), un ex neurocirujano, en prisión. Durante su último viaje a la cárcel en Burdeos, se encuentra con Mina (Herzi), una madre de dos hijos que lucha por salir adelante, a quien le niegan la posibilidad de ver a su marido Nasser (Lionel Dray) porque no está en el horario, debido a un error administrativo. Impresionada por la fogosa asertividad de Mina, la adinerada Alma invita a Mina a quedarse en su gran mansión para que no tenga que volver a la lejana Narbona antes de regresar a la prisión al día siguiente.

El acto de bondad de Alma da inicio a una amistad entre las dos mujeres, y pronto Alma intenta mejorar la vida de Mina y la de sus hijos pequeños, encontrándole un trabajo en Burdeos y haciendo de niñera de los niños. Pero lo que le da a Visiting Hours un tono enigmático es cómo Mazuy se resiste a la moralización superficial que uno podría esperar. Este no es un drama en el que la rica Alma aprende importantes lecciones de vida de la pobre Mina. Más bien, se desarrolla un entendimiento tácito y pragmático entre los dos personajes, en el que cada una reconoce lo que está obteniendo de esta amistad. Para Alma, solitaria y sin hijos, Mina y sus hijos representan un proyecto de reparación, mientras que Mina quiere la ayuda de Alma, aunque le molesta un poco que la vean como un caso de caridad. Sin embargo, hay un nivel de misterio en torno a cuánto afecto genuino hay entre las mujeres, o si cada personaje ve en la otra simplemente un medio para un fin.

La película adopta un ritmo deliberadamente pausado, lo que ayuda a que Patricia Mazuy no apresure los acontecimientos, sino que se tome su tiempo para desarrollar las dinámicas entre los personajes. Este ritmo lento es clave para permitir que las emociones subyacentes emerjan de manera orgánica. No hay una acumulación dramática explosiva ni momentos de gran tensión, sino una narrativa que fluye con naturalidad, donde el conflicto entre las dos protagonistas surge de pequeñas interacciones y revelaciones progresivas.

Este ritmo también refuerza el tono contemplativo de la película. En lugar de volverse frenética o dramática, la película opta por una introspección constante, manteniendo un tono que oscila entre lo melancólico y lo esperanzador. Este enfoque evita caer en los clichés dramáticos y permite que la relación entre las protagonistas sea el centro de la trama.

Patricia Mazuy, conocida por su habilidad para retratar complejidades emocionales, crea una atmósfera de contención y sutileza. La prisión actúa no solo como un escenario físico, sino también como una metáfora de los encarcelamientos personales de las protagonistas: Alma está atrapada en una vida de apariencias y conveniencias, mientras que Mina está atada a un ciclo de pobreza y violencia del cual no puede escapar.

Isabelle Huppert ofrece una interpretación contenida y calculada, mostrando a una Alma que está acostumbrada a controlar cada aspecto de su vida, pero que lentamente revela las grietas de su fachada. Su actuación refleja el peso de una vida de privilegios vacíos, donde las apariencias lo son todo, pero la soledad se cuela a través de cada gesto. Por su parte, Hafsia Herzi aporta una vulnerabilidad cruda a su personaje. Mina es una madre joven que lucha por sobrevivir en un entorno hostil, y su energía contrasta con la frialdad controlada de Alma. La química entre ambas actrices es uno de los aspectos que ayudan a sostener la película, incluso en sus momentos más débiles.

En resumen, Visiting Hours se erige como una reflexión sobre las divisiones de clase, sobre la fragilidad de las relaciones humanas y las alianzas inesperadas que pueden surgir en los lugares más improbables. Mazuy dirige la película con una mano segura y paciente, dejando que la historia se despliegue a su propio ritmo, confiando en la fuerza de las actuaciones y la sutil complejidad emocional para atrapar. El resultado es un filme contemplativo y poderoso, que no necesita de grandes momentos dramáticos para dejar una impresión duradera.

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