Nickel Boys | Review

La adaptación de la novela de Colson Whitehead sobre dos jóvenes amigos atrapados por el abuso institucional es contada con una maestría cinematográfica y envolvente por RaMell Ross

En 1946, Robert Montgomery presentó una obra experimental denominada Lady in the Lake, una película filmada en primera persona sobre un detective que deseaba convertirse en escritor de ficción y que es contratado por una editora para encontrar a la esposa de su jefe. Obviando las referencias al mundo de las letras, el objetivo del director era claro: tratar de adaptar una narración en primera persona al lenguaje cinematográfico, trasladando ese compromiso inmersivo que el lector adquiere per se al explorar la literatura (especialmente en aquellos relatos donde el punto de vista es más personal con los protagonistas).

Aunque Lady in the Lake no tuvo éxito en su momento y fue considerada fallida, a lo largo de la historia del cine varias cintas han seguido utilizando esta técnica como vehículo para “meterse en la psique” de los personajes.

En su nueva cinta, Nickel Boys, RaMell Ross retoma esta técnica no como un mero recurso estilístico, sino que la encauza hacia varios propósitos narrativos y visuales que le otorgan un sello distintivo a su propuesta.

La historia gira en torno a dos chicos afroamericanos, Elwood y Turner, que son enviados a un reformatorio en Florida en los años 60, donde se cometen todo tipo de atropellos y abusos por parte de los responsables de la Nickel Academy hacia los estudiantes. Los alumnos de este instituto pasan por una serie de rangos a los que irán ascendiendo según su buen comportamiento y el trabajo que desempeñen, lo que les permitirá salir del Nickel al alcanzar el nivel máximo. La trama está basada en un libro homónimo, inspirado en la historia real de la Dozier School, un reformatorio en Florida que operó durante 111 años y cuya historia fue expuesta en una investigación universitaria.

Aunque pareciera que la cinta podría caer en algunos lugares comunes sobre la segregación, a nivel narrativo hay un distintivo que evita que Nickel Boys tome ese camino: los contrastes ideológicos de sus protagonistas, Elwood y Turner. Uno es retratado como un chico cuya ideología está sustentada en los preceptos del Movimiento No Violento por los Derechos Civiles, encabezado por Martin Luther King; el otro tiene una mirada más cínica sobre la sociedad y cree que poco o nada cambiará en el trato hacia los afroamericanos, por lo que, en sus propias palabras, lo mejor es resignarse y buscar la supervivencia.

A lo largo de la cinta, aunque estamos ante un relato en primera persona, la historia nunca desestima ni enaltece ninguna de las visiones de sus personajes. Se comprende el contexto y la situación de la época, así como la individualidad de sus protagonistas, marcando distancia con aquellos relatos que tienden a irse a los extremos en la representación de este tema.

La validación de ambas perspectivas se reafirma visualmente a través del uso de la cinematografía en primera persona. Toda la película es vista a través de los ojos de Elwood y Turner, con ligeras excepciones cuando nos trasladamos a la etapa adulta de Elwood, donde se emplea un plano semi-subjetivo para diferenciar el relato de la infancia de la etapa adulta. Esta manera de contar la historia por parte de Ross no solo ofrece una experiencia inmersiva, sino que también funciona como un recurso narrativo con tres propósitos: construir empatía con el espectador, trasladar las narraciones literarias en primera persona al cine y distanciarse de aquellos relatos ya contados sobre el racismo, especialmente los provenientes de la perspectiva del hombre blanco y de la autoindulgencia.

Otro elemento narrativo con el que Ross busca diferenciarse de otras epopeyas es el montaje paralelo. Por un lado, toma referencias a eventos de la época en una mezcla entre fotogramas y videotape de los recuerdos de infancia y vida de los protagonistas, junto con algunas imágenes simbólicas en un intento por acercarse a un lenguaje literario y a ciertas figuras retóricas (como el símil). Otra forma de diferenciación es la yuxtaposición ideológica que establece con The Defiant Ones (1958), una película protagonizada por Tony Curtis y Sidney Poitier que retrata la fuga de dos prisioneros, uno blanco y otro afroamericano. Al referenciar esta película, Nickel Boys resalta la separación que existe en el Nickel entre blancos y afroamericanos, evidenciando los sesgos en las visiones de Hollywood, especialmente en relatos que abordan estas temáticas desde el privilegio étnico. Esta conexión con la cinta de 1958 no es gratuita, pues su influencia resuena a lo largo del relato.

Este distanciamiento ideológico del “white savior” se define en varias secuencias, especialmente en una espectacular pelea de boxeo entre un chico afroamericano del Nickel y un chico blanco, donde queda clara la desigualdad en el trato dentro del contexto social descrito.

¿Funciona este retrato a través de la primera persona?

Aunque no está exento de detalles, como la falta de naturalidad de algunos actores (producto más del estilo experimental de filmar una película en un 95% en primera persona) y ciertos elementos narrativos que pueden no terminar de convencer, el principal enfoque de la técnica es generar empatía. Esto se logra al alejarse de visiones externas o terciarias (que a veces pueden ser sesgadas) y al tratar de generar un acercamiento y compromiso con el espectador. La película no solo busca mostrar la subjetividad de los protagonistas, sino hacer entender que no basta con el respeto entre distintas etnias o culturas, sino que también es fundamental garantizar el cumplimiento de cada una de las libertades individuales y de la dignidad humana.

Y si bien es cierto que esta historia y su mensaje ya se han visto varias veces en el cine (y que quizás necesitamos recordarlo en tiempos tan dicotómicos como los actuales), ahí es donde yace el valor y la magia de Nickel Boys: no tanto en la historia o el contenido que cuenta, sino en la forma en que se cuenta.

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