Bugonia, de Yorgos Lanthimos, es una comedia negra sobre la paranoia y el fanatismo contemporáneo. Teddy, un apicultor obsesionado con conspiraciones, secuestra a Michelle, la fría presidenta de una gran corporación, convencido de que es una extraterrestre que amenaza la Tierra.
FICM 2025 | Bugonia (2025)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Yorgos Lanthimos
Reparto: Emma Stone, Jesse Plemons, Aidan Delbis, Stavros Halkias y Alicia Silverstone.
Con Bugonia, Yorgos Lanthimos vuelve a los terrenos que mejor domina: los límites del poder, la crueldad como estructura social y la incomodidad como método de conocimiento. El cineasta griego, fiel a su retorcido humanismo, construye una fábula negra sobre la paranoia contemporánea, el colapso ecológico y la guerra de clases, con la precisión quirúrgica de quien disecciona un cuerpo en estado de descomposición. El filme, protagonizado por Emma Stone y Jesse Plemons, es tanto una sátira sobre la conspiranoia digital como una tragedia de nuestro tiempo: la imposibilidad de distinguir entre verdad, delirio y desesperación.
Basada en Save the Green Planet! (2003) del surcoreano Jang Joon-hwan, Bugonia reconfigura el relato con la frialdad conceptual de Lanthimos y el guion del siempre corrosivo Will Tracy (The Menu). Teddy (Plemons), un apicultor obsesionado con el colapso ambiental y las teorías de conspiración, secuestra a Michelle (Stone), una ejecutiva corporativa que considera responsable —literalmente alienígena— de la destrucción del planeta. Lo que sigue es un duelo de ideologías y cuerpos, una confrontación entre dos formas de fanatismo: el del poder económico y el de la resistencia desesperada.
En comparación con Save the Green Planet!, la adaptación de Lanthimos conserva la estructura básica del secuestro paranoico pero cambia radicalmente su tono y propósito. En el filme coreano, Byeong-gu creía que extraterrestres del planeta Andrómeda atacarían la Tierra y secuestraba al presidente de una compañía química para impedir la invasión antes de un eclipse lunar, con la ayuda de su novia y bajo la mirada de dos policías que investigaban el caso. Esa mezcla de tragicomedia, sátira política y melodrama grotesco daba forma a una fábula sobre la alienación social y la desesperación humana.
En Bugonia, Lanthimos elimina gran parte del elemento fantástico y del sentimentalismo que humanizaban al protagonista, para convertir la historia en un ejercicio de crueldad calculada y ambigüedad moral. La conspiración ya no tiene un trasfondo cósmico, sino digital; la invasión no viene de Andrómeda, sino del capitalismo corporativo. Lo que en Jang Joon-hwan era un grito desesperado contra la indiferencia, en Lanthimos se transforma en un espejo glacial de nuestra incapacidad para creer en algo sin convertirlo en dogma.

Lanthimos orquesta este enfrentamiento con la teatralidad que lo caracteriza: movimientos rígidos, composiciones simétricas, silencios tensos y una fotografía casi clínica que encierra a los personajes en un espacio sin escape. En Bugonia, la violencia no se muestra tanto como se deja sentir; está en la respiración, en los gestos mínimos, en la mirada de Plemons, que oscila entre el misticismo y la locura. Stone, por su parte, ofrece una interpretación gélida, fascinante, en la que su aparente fragilidad se convierte en un arma. Su Michelle no es tanto una víctima como una figura divina caída, una reina alienígena que acepta su monstruosidad con orgullo.
La película, sin embargo, no está exenta de desequilibrios. Su primera mitad se prolonga en exceso, atrapada en un bucle de repeticiones y discursos sobre el capitalismo y la pureza ecológica. El ritmo se resiente, y el espectador, como los personajes, queda suspendido entre la claustrofobia y la incredulidad. Solo en su tramo final —un montaje orquestal desgarrador, visualmente deslumbrante— Bugonia alcanza la grandeza que promete: un clímax que combina ironía y tragedia, confirmando que, en el universo de Lanthimos, no hay redención posible.
Si Poor Things era una celebración grotesca del cuerpo y Kinds of Kindness un retrato del control y la obediencia, Bugonia funciona como una síntesis amarga: una comedia del apocalipsis. Lanthimos filma el fin del mundo con deleite, consciente de que el espectáculo de la autodestrucción es el único entretenimiento que nos queda. Su mirada, a la vez cruel y lúcida, convierte el absurdo en espejo. No es que el planeta se esté acabando —parece decir—, es que nosotros lo estamos disfrutando demasiado.
En definitiva, Bugonia es una obra imperfecta pero indispensable: un estudio sobre el fanatismo, la deshumanización y la necesidad de creer, incluso cuando todo está perdido. Una fábula que se ríe del desastre mientras lo contempla, reafirmando a Lanthimos como uno de los pocos cineastas capaces de hacer del caos una forma de arte.