No Other Choice | Review

Park Chan-wook transforma la sátira de Donald E. Westlake en una fábula brutal sobre la crisis del trabajo y la fragilidad de la masculinidad moderna, diseccionando con ironía el colapso moral del capitalismo y el reemplazo del ser humano por la máquina. 
FICM 2025 | No Other Choise (2025)
Puntuación: ★★★★★
Dirección: Park Chan-wook
Reparto: Lee Byung-hun, Son Yej-in, Park Hee-soon, Lee Sung-min, Yeom Hye-ran y Cha Seung-won

En un año marcado por remakes innecesarios y discursos repetidos sobre la crisis del hombre contemporáneo, No Other Choice de Park Chan-wook emerge no solo como la mejor película del año, sino como una obra que desmonta con lucidez el aparato del capitalismo globalizado y sus mecanismos de deshumanización. Adaptación de la novela The Ax de Donald E. Westlake —ya versionada por Costa-Gavras en Le couperet (2005)—, la película coreana convierte una sátira de desesperación económica en una tragedia moderna sobre la pérdida del yo, la masculinidad herida y la ilusión del mérito en un sistema que ya no necesita de los hombres, sino de su obediencia.

Park Chan-wook, maestro del exceso y la precisión formal, construye aquí una pieza de relojería donde la violencia y el humor coexisten con la misma naturalidad que el trabajo y la ansiedad. Desde su secuencia inicial —una barbacoa familiar donde el protagonista, You Man-su (Lee Byung-hun), asa anguilas como símbolo grotesco de su despido—, el filme despliega su ironía con una elegancia visual que roza la crueldad. Cada plano está impregnado de una conciencia política soterrada: el jardín como Edén capitalista, la casa como santuario del consumo, y la familia como institución en proceso de colapso. Park filma la felicidad como una coreografía frágil, interrumpida por el zumbido de una realidad que se desmorona bajo el peso del desempleo.

El guion —coescrito por Park junto a Chung Seo-kyung— se apropia de la premisa criminal de Westlake para transformarla en un estudio del colapso moral y psicológico. Man-su, gerente de una fábrica papelera despedido tras 25 años de servicio, se convence de que la única forma de recuperar su dignidad es eliminar físicamente a su competencia laboral. Pero No Other Choice no es una fábula sobre el crimen ni sobre el castigo: es una radiografía del absurdo cotidiano de un sistema que obliga a sus sujetos a matar (literal o simbólicamente) para sobrevivir. Cuando Man-su dice “no tengo otra opción”, su frase resuena más allá del individuo: es el eco de un planeta sometido a la tiranía de la eficiencia.

En esta relectura, Park se distancia del tono seco y político de Costa-Gavras para abrazar una tragicomedia coreográfica donde la violencia es torpe, casi ridícula. El asesinato se convierte en una extensión de la impotencia: cada intento de homicidio fracasa o se desborda en un gag físico que revela la incompetencia emocional del protagonista. En este terreno, Lee Byung-hun ofrece una interpretación desarmante. Su Man-su es un hombre derrotado que confunde la acción con la existencia, la productividad con el amor propio. Es patético y, sin embargo, profundamente humano. Park lo filma como si fuera un personaje de Tati atrapado en el universo moral de Oldboy: un bufón que mata porque el mundo se ha reído demasiado de él.

La puesta en escena —una de las más sofisticadas de Park— alterna entre el hiperrealismo doméstico y la estilización onírica. Hay una secuencia, en el invernadero, que condensa todo el imaginario del director: el cuerpo como materia maleable, la memoria como escenario, y el deseo reprimido como fuente de horror. Ese espacio —invadido por el verde, por la humedad, por la imposibilidad de controlar el crecimiento de lo orgánico— funciona como metáfora del desborde: el lugar donde el trabajo (el cultivo) se transforma en crimen (la destrucción). Lo doméstico se vuelve perverso, y lo perverso, un refugio frente a la alienación.

Sin embargo, No Other Choice no se contenta con el análisis psicológico. En su tramo final, Park amplía su mirada hacia lo industrial y lo ecológico. Los planos de la producción de papel, acompañados de un montaje casi documental sobre la devastación ambiental, introducen una dimensión que la versión de Costa-Gavras apenas insinuaba: la automatización como nueva forma de genocidio. La sustitución del hombre por la máquina no es solo económica; es existencial. La última imagen —una fábrica funcionando sin supervisión humana— no muestra una utopía tecnológica, sino un vacío moral. El capitalismo, sugiere Park, ha cumplido su misión: eliminar la necesidad de las personas, incluso para ser verdugos.

Esa visión encuentra su contrapunto en el tono musical. El uso irónico del Adagio del Concierto para piano n.º 23 de Mozart marca un gesto de distanciamiento: el arte clásico como banda sonora de la autodestrucción moderna. Es una elección típicamente parkiana, donde la belleza sonora intensifica el absurdo visual. La misma ironía recorre toda la película, que oscila entre la farsa y el duelo. En un mundo donde incluso el sufrimiento se ha vuelto un producto, No Other Choice propone la sátira como el último refugio de la tragedia.

Más allá de su trama, la película funciona como un diagnóstico social. Park retrata una Corea (y, por extensión, un mundo) donde la virilidad se ha vuelto un lujo obsoleto, donde el trabajo define la identidad y su pérdida equivale a la muerte simbólica. Man-su encarna esa masculinidad que no sabe reinventarse, que ante el fracaso responde con violencia, no con autocrítica. Su obsesión con “crear una vacante” no es solo literal: es un intento de crear sentido en un entorno que ya no ofrece ninguno.

En tiempos donde la inteligencia artificial amenaza con reconfigurar el trabajo, No Other Choice resuena como advertencia profética. Park no filma la crisis del empleo, sino la crisis del valor humano. Su sátira no busca la risa, sino el vértigo: la conciencia de que, en cualquier momento, podríamos convertirnos en Man-su. Y cuando eso ocurra, quizás ya no tengamos otra opción.

Por su virtuosismo formal, su densidad temática y su capacidad para dialogar con los fantasmas del presente, No Other Choice reafirma el mejor cine de Park Chan-wook luego de la monumental Decision to Leave, además que la película puede cargar con el título de ser el filme más urgente y necesari0 del año. Una obra maestra sobre el costo invisible del progreso y la fragilidad de quienes aún creen que su vida depende de un trabajo.

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