Código Negro | Review

Steven Soderbergh regresa a la comedia de espías sobre dos agentes casados (Fassbender-Blanchett) ​​que tienen que ir tras un topo, que podría resultar ser uno de ellos.

Al inicio de la década de los 2000, el director Steven Soderbergh entregaba una de las películas más icónicas de los últimos tiempos: Ocean’s Eleven, una cinta que combinaba la comedia con la intriga de una manera balanceada, lo que significó una fórmula de entretenimiento que se replicó a la enésima potencia, ya sea por el mismo Soderbergh o dentro del mundo del blockbuster de Hollywood (con pésimos resultados en muchas ocasiones). Vaya, hasta Rick and Morty se burló de esta receta en uno de sus episodios.

Código Negro es quizás una extensión de lo que podríamos definir como el “Sodeberghismo” o el regreso de un estilo que había quedado un poco enterrado entre la marea de remakes, refritos, secuelas y superhéroes, demostrando (creo que incluso para mal) que películas con esta fórmula y un guion decente son incluso superiores al promedio del entretenimiento comercial de la nueva era.

Uno de sus primeros valores es lo directa y sin pretensiones que es la cinta al contar el meollo del asunto en los primeros cinco minutos: George, un espía legendario, le es asignada la misión de encontrar a un traidor dentro de su organización, quien ha filtrado un elemento tecnológico que podría destruir a la humanidad. Entre los sospechosos se encuentra su esposa Kathryn, quien también funge como agente.

Posteriormente, la conversación que George mantiene con quien le ha proporcionado la información, centrada en las diferencias entre su manera de relacionarse (el primero apostando por la monogamia, el segundo por la poligamia), nos deja en claro que el foco de la cinta es más sobre la fidelidad y la confianza en un matrimonio.

Podría sonar a una reescritura de Sr. y Sra. Smith con una leve diferencia: para que el conflicto no parezca un estúpido problema derivado de la falta de comunicación de la pareja, se utiliza como truco (o la bolsa de trucos) el Código Negro, una especie de código donde los espías no hablan con sus familiares sobre sus acciones laborales y le dan una etiqueta de confidencialidad. Esto, aunque conveniente, es un parche que evita que la película caiga en una laguna narrativa.

Por otro lado, al igual que en Ocean’s Eleven, pero en combinación con una novela Whodunit, se presenta al “equipo”: los cuatro sospechosos que moverán la trama. Un coronel, una novata, un borrachín y una psicoterapeuta. Hábilmente, Soderbergh introduce a estos personajes en una secuencia de cena y un juego interesante que revela un poco del perfil de estos sujetos (la forma más efectiva y simple de dar una introducción o mostrar las primeras capas de un grupo de personajes).

Junto con un par de pistas que juegan con la posibilidad de que la esposa de George sea la responsable, la cinta deambula entre la culpabilidad de algunos de estos cuatro individuos y la de Kathryn, provocando un conflicto interno en el protagonista sobre la confianza y la honestidad en su matrimonio siendo George es un individuo con animadversión a la mentira en sus relaciones cercanas, pero devoto y amoroso a su esposa.

Black Bag

La película camina bien en sus primeros dos tercios, con un balance adecuado entre comedia y suspenso, sin tomarse demasiado en serio y relajándose en ciertos momentos. El ritmo, la dirección, los fotogramas y una banda sonora impecable crean una puesta en escena elegante, pero el humor basado en la ironía de las situaciones y diálogos le da un toque relajado, comparable con ir a una boda en la playa: refinado pero ameno.

Añadir que el grupo de actores no está para nada mal, destacando la mancuerna Fassbender-Blanchett, que, aunque quizás no estén en los mejores papeles de sus carreras, tienen una química y desempeño que aportan a la película.

A pesar de sus virtudes, el “Sodeberghismo” da, pero también quita. Los vicios que hemos visto en el director en sus puntos más bajos se repiten en un tercer acto con conveniencias argumentales, enredándose más de lo que debería. Incluso el misterio es revelado y solucionado de una manera tan rápida que le resta peso a los objetos del conflicto (incluyendo el tropo de la caja o, en este caso, el arma tecnológica).

Sin embargo, parece que la cinta busca salirse con la suya. Primero, porque desde su primer plano apuesta más por la historia de un matrimonio. Segundo, por su tono alivianado, con más comedia que intriga. Y tercero, por una serie de bolsas negras que parecen cubrir ciertas lagunas narrativas. De cierta manera, su guionista hizo algo de trampa para que la historia avanzara.

Pero, a pesar de sus problemas de escritura, Código Negro es una película entretenida, que regresa a su director al tipo de cine que lo lanzó a la fama. Es refrescante ver una propuesta más adulta en medio de la marea de superhéroes, remakes, secuelas y franquicias. Incluso, aunque esta bolsa negra no se ancla en la nostalgia del estilismo de su director, sí posee ciertos rasgos de identidad propia.

En mi caso, siempre que Soderbergh nos llama para ver su nueva propuesta, estoy dispuesto a decirle: “Hijo de perra, cuenta conmigo.”

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