El secuestro del Papa | Review

Basado en la historia real sobre un niño judío que es secuestrado por las autoridades papales, Marco Bellocchio construye una obra que deja al descubierto la tiranía, la intolerancia y el abuso de poder de la Iglesia católica.
FICM 2023 | El Secuestro del papa (2023)
Puntuación: ★★★★½
Dirección: Marco Bellocchio
Reparto: Paolo Pierobon, Fausto Russo Alesi, Enea Sala, Leonardo Maltese, Barbara Ronchi, Filippo Timi, Fabrizio Gifuni y Andrea Gherpelli

Marco Bellocchio vuelve a explorar el fanatismo religioso y político, los abusos de poder, la manipulación emocional y el chantaje, temas que han estado presentes en su filmografía, y El secuestro del papa no es una excepción, incluso puede ser una de las más directas en abortar dichos argumentos. El filme es una vigorosa pieza de época, que cuenta la historia real de un niño judío que fue literalmente “secuestrado” por el Vaticano a mediados del siglo XIX. 

Con una banda sonora orquestal, un reparto en estado de gracia, y unos valores de producción de películas de época impecables, El secuestro del papa es sin dudas una de las grandes películas del año. Como dato curioso, la polémica historia fue intentada llevar a la pantalla por Steven Spielberg, quien aparentemente abandonó el proyecto sobre Mortara debido a que no pudo encontrar al niño adecuado para interpretar a Edgardo. 

La fuerza de la película recae en un guion sorprendente (coescrito con la también directora Susanna Nicchiarelli) que pone su ojo en un pasado oscuro de la iglesia católica, uno que han querido ocultar. El secuestro del papa esconde un mensaje sombrío y bajo los ideales de amor y paz que proclama la iglesia.

La historia ocurre en 1858, cuando un niño judío de seis años llamado Edgardo Mortara es separado a la fuerza de su familia en Bolonia y llevado a Roma para ser educado y criado como católico bajo la tutela del propio Papa. ¿La razón? Años antes, una sirviente cristiana empleada de la familia del niño lo había bautizado en secreto, lo que lo convirtió automáticamente en católico. Y los católicos no podían, según la doctrina de la Iglesia de la época, ser criados por aquellos de otra fe. El escándalo resultante provocó la condena mundial del Vaticano y del Papa Pío IX, quienes, sin embargo, se negaron a dar marcha atrás. Hay una teoría, con la que se juega en la película, de que el caso Mortara incluso aceleró el caso de la unificación italiana y el llamado a establecer Roma como capital de un estado secular.

Basándose libremente en un libro sobre el caso escrito por el periodista italiano Daniele Scalise, Bellocchio y Nicchiarelli narran con eficiencia todos los eventos emocionales de los personajes, el primer acto se enfoca en la incredulidad, para luego centrarse en la desesperación, de la familia boloñesa que ve cómo los gendarmes enviados por la iglesia le arrebatan a uno de sus ocho hijos

Con gran desespero y angustia, el padre de Edgardo (Fasuto Russo Alesi) intenta solucionar las cosas entre hombres, razonando incluso con las autoridades católicas y trabajando con la comunidad judía local para encontrar una solución. Su marginada esposa Marianna (Barbara Ronchi), sin embargo, es una madre en pie de guerra y sin ganas de hacer concesiones. A su furia ciega se opone la “razonabilidad” de los líderes judíos romanos, que le dicen al padre que les deje el caso a ellos, ya que saben cómo manejar al Papa. Sin embargo, el papa es un ser que le gusta tener siempre la razón, y no le importa humillar con tal de ganar, y es por eso que este caso no llega a ninguna parte. 

El niño actor Enea Sala es perfectamente convincente, como este chico inocente que es abruptamente separado de su familia, y que no logra comprender los eventos que ocurren alrededor de él. Su enigmático papel lo asume Leonardo Maltese como el adolescente Edgardo en la segunda mitad de la película, y realmente él es el punto débil del filme, ya que le cuesta plasmar mejor las emociones como si lo hacía en niño, cuando Maltese aparece el personaje de Edgardo ya no carga esa inocencia, sino que ahora carga un sentimiento de cruel ironía.

Bellocchio saca espacio en su filme para crear momentos incómodos o absurdos, como cuando vemos un Cristo ligeramente aturdido descender de la cruz y caminar por los opulentos pasillos del Vaticano. Bellocchio sabe cómo dosificar estos momentos extravagantes, entretejiéndolos en la historia, pero también obligando a su audiencia a reflexionar sobre este capítulo oscuro en la vida de la iglesia, uno que su propia especie ha querido ocultar, olvidar o en el mejor de los términos ignorar.

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