El sobreviviente | Review

El Sobreviviente lo nuevo de Edgar Wright es una propuesta visualmente sólida pero narrativamente irregular. Aunque retoma fielmente el espíritu distópico del relato de Stephen King, la mezcla entre comedia y drama nunca termina de funcionar.
El Sobreviviente (2025)
Puntuación:★★½
Dirección: Edgar Wright
Reparto: Glen Powell, William H. Macy, Lee Pace, Michael Cera, Emilia Jones, Josh Brolin y Colman Domingo
Disponible en cines

Edgar Wright es un director de culto que ha demostrado su pasión por el cine, y sus películas son prueba de ingenio, maestría visual y estilo personal para contarnos historias de género tan entretenidas como inteligentes, que mezclan sus diferentes pasiones. Desde 2017 tenía el interés de hacer su propia versión del relato de Richard Bachman (alias de Stephen King), The Running Man, que ya había sido adaptado en los 80 con Arnold Schwarzenegger como protagonista, volviéndose una película de culto. Ahora, Wright logró realizarla y traer su propia versión de la historia de El Sobreviviente.

En un 2025 alterno, Estados Unidos se ha convertido en un estado totalitario donde los medios controlan todo. La gente de clase media y baja es explotada por las empresas y la precariedad rige lo poco que conservan de vidas normales. En ese contexto nacen los programas de concursos en los que la gente se juega la vida por altas sumas de dinero. Aquí entra Ben Richards (Glen Powell), un hombre de familia que entrará a El Sobreviviente para sacar a los suyos de la pobreza.

Dirigida y coescrita por Edgar Wright, y basada en el relato homónimo de Stephen King, la película nos da una versión fiel al material original, donde indagamos en este futuro distópico en el que el entretenimiento sádico lidera a las masas y el capitalismo nos explota hasta la muerte.

La narrativa recuerda a varias obras similares con concursos mortales, como The Squid Game, The Hunger Games o la mejor Battle Royale, explorando temas como la relación del individuo con el espectáculo, el morbo de las audiencias, el marketing invasivo, la manipulación de masas, etc. Es una historia fácilmente reconocible, aunque tiene el añadido de que la acción hace partícipes a los ciudadanos en la cacería humana en ciudades comunes a través del país.

Así empieza nuestra historia, con un protagonista bondadoso que debe llegar al límite para darle lo mejor a su familia en un sistema opresor y tiránico, pasando por diferentes situaciones en las que toma decisiones centradas en sobrevivir y observar la degeneración de la moralidad a cambio de dinero o fama. Junto a este planteamiento, tenemos la fuerte crítica social sobre la televisión basura (shows y realities), donde las masas son condicionadas desde distintos estratos sociales y donde la posverdad se muestra a través de diferentes montajes sobre hechos reales y falsos discursos.

Todos estos temas son fascinantes y cada día más reales, lo que vuelve la obra en algo más que solo entretenimiento. No obstante, presenta varios fallos graves en su narrativa y guion. La historia es buena, pero mucho de lo que plantea ya se ha visto en obras anteriores —como las ya mencionadas—, y ese factor sorpresa se pierde. Además, varios elementos genéricos no logran superar las expectativas: la familia poco memorable, el presentador carismático que solo hace espectáculo, el productor malvado, los amigos tontos que perecen y los revolucionarios comunes.

El protagonista funciona gracias a Powell, pero su arco es algo confuso por su comportamiento errático y la falta de matices que impiden un riesgo narrativo. Al quitarle capas, se vuelve un personaje plano que permanece enojado toda la obra, con un humor sardónico ocasional para aligerar el tono. Aparte de eso, el personaje más interesante sería el productor interpretado por Josh Brolin, en el que vemos su malicia e ingenio al crear un espectáculo mordaz tomando decisiones oscuras, aunque no se termina de explorar, lo mismo que los cazadores.

La historia es lo suficientemente intrigante para ver su desarrollo y cuenta con algunos buenos giros dramáticos. Sin embargo, en muchas partes avanza gracias a deus ex machina o a conveniencias perfectas que hacen cambiar a los personajes a su alrededor. Además, el tema revolucionario que se cuece de fondo es muy sobreexplicativo y solo sirve para dar recursos al protagonista en ciertos momentos. Todas estas subtramas y su estructura tienen un grave problema: el tono general de la obra.

El Sobreviviente original con Schwarzenegger era una película de acción muy fársica, donde los personajes eran exagerados y la propuesta apuntaba a la comedia negra con peleas absurdas. Mientras que el relato de King es una historia oscura con giros trágicos. En la versión de 2025, Wright trata de combinar ambas sin lograr que cuajen bien. Tiene toques de comedia, pero un realismo crudo por la muerte y la apariencia de los cazadores; pasa por secuencias dramáticas y temas serios, con momentos de humor absurdo por los personajes que lo rodean. Ambas visiones colisionan constantemente sin combinar nunca.

Sin embargo, lo peor de la película es la falta de proposición autoral, considerando la obra previa del director. Wright tiene un estilo visual muy reconocible que explota en sus comedias, junto con su evolución como cineasta en Baby Driver o Last Night in Soho, que lo sacaba un poco de su zona de confort. Aquí quiere entrar en un lado dramático serio sin abandonar su faceta más relajada y despreocupada. Abandona varias características de su cine, como el montaje rápido e inteligente y su combinación con el diseño sonoro, así como el estilo visual llamativo que mostró en Last Night in Soho con su puesta en cámara y uso del color. Aquí aparece solo por momentos, especialmente en secuencias de acción que combinan distintas perspectivas entre cámaras reales y del show. Se aprecia también el uso de comedia física en la secuencia con Michael Cera, algunos planos secuencia interesantes, cortes rápidos, una buena construcción del suspenso, una gran escena en plano fijo dentro de un maletero y momentos oníricos muy logrados.

El Sobreviviente resulta entretenida en partes gracias a las secuencias de acción y al humor de Wright, aunque se nota que estuvo creativamente restringido para crear una obra dirigida a las grandes masas. Eso la vuelve plana y le hace sacrificar su esencia autoral. Aun así, sus altos valores en diseño de producción, fotografía y música logran elevar ciertos momentos, y en ellos brilla la genialidad de Wright para manejar humor y acción.

Al final, Edgar Wright pierde su voz autoral en esta gran producción que necesitaba un chispazo de genialidad. Pero, al complacer ciertos parámetros de la industria, queda relegado a otra historia de acción distópica con poca propuesta visual y escasa construcción de mundo. No es tan profunda como quiere ser ni tan divertida como intenta serlo. En el mejor de los casos, es entretenida, pero nunca alcanza la calidad narrativa y visual que ha mostrado este gran autor británico.

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