Érase una vez un genio | Review

George Miller regresa al cine con una fantasía sobre una académica que descubre a un genio que le relata varias historias sobre el poder de los cuentos y el deseo humano.

Érase una vez un genio (2022)
Puntuación: ★★★★
Dirección: George Miller
Reparto:  Tilda Swinton, Idris Elba, David Collins, Alyla Browne, Hayley Gia Hughes, Angie Tricker y Sarah Houbolt
Disponible: Estreno en cines

George Miller, regresa a la pantalla grande con un suntuoso banquete de narración que llevará a generar mucha conversación a los espectadores cinéfilos y casuales al salir de las salas de cines, ya que por extraña que parezca toda la publicidad hecha al filme se aleja totalmente a lo que es la cinta. “Érase una vez un genio” encontramos a un Miller más calmado y poco frenético, uno que deja descansar la imagen al servicio de los diálogos de los personajes.

Érase una vez un genio, es una apuesta que explora las emociones de angustia, casualidad y esperanza del ser humano desde una habitación de un hotel (principalmente), una que se eleva a florecer al tamaño del universo, una parábola a la vez titánica e íntima en escala ya que explora la soledad de una mujer y el poder de las historias, un historia que se remonta a la cuna de la civilización, para luego plantarlas en nuestro presente obsesionado con la tecnología, la profundidad del conocimiento humano que ha degradado los relatos de la creación hasta el punto de que son mero forraje para los cómics de superhéroes, toda una crítica dura de Miller hacia el auge de este tipo de cine.

La renombrada narratóloga Dra. Alithea Binnie (Tilda Swinton) viaja a Estambul para dar unas conferencias, y así llenar el tiempo que dejó su exmarido cuyo recuerdo ha metido en una caja en el sótano, o con los niños que nunca tuvo. Para alguien profesionalmente familiarizado con los tropos de la tradición oral, no duda en frotar bien una botella recogida en una tienda de curiosidades, y al hacerlo aparece un Djinn con una voz grave y un físico impresionante (Idris Elba).

El genio al salir le indica que le puede conceder tres deseos, el trío habitual, pero ella sabe lo suficiente como para no aferrarse a los miles de millones o la dominación mundial, muy consciente de que los genios trafican con cuentos de advertencia que advierten contra la avaricia. En su esfuerzo por convencerla de que no hay nada de malo en gastar esta mística ganancia inesperada, y al hacerlo, liberándose de la servidumbre sobrenatural, este le relata los milenios que ha pasado en busca de una mujer con deseos que pueda cumplir.

Los relatos que le cuenta el genio van desde una corte real a la que asisten híbridos humanoides con cabeza de animal hasta una sala de orgías forrada de piel de marta llena de concubinas rubenescas, la voz en off del Djinn nos transporta en un viaje CGI hipersaturado a través de la historia antigua del Medio Oriente mientras disfruta de un tranquilo brunch, en la suite del hotel de Alithea. Aquí tenemos un buen tipo de exhibición de efectos especiales, uno que es imaginativo lleno de belleza donde las imágenes exploran las emociones de los personajes y nos sumerge en diferentes tipos de artes.

Cada uno de esos momentos que va narrando el Djinn, nos transmite una moraleja sobre la vida que cobrará un sentido en el tercer acto, que se puede decir mucho de capítulo. Debido a que el tramo final toma un giro hacia el sentimentalismo, declarando abiertamente sus perspectivas sobre la preciosidad de la vida hasta entonces prudentemente dejada como sugerencia. 

Las partículas suspendidas en el aire insinúan que el amor nos rodea por todas partes, aunque esa sutileza no disuadirá a Miller de tirar demasiado fuerte para crear diálogos que busquen explorar esas fibras del corazón de Alithea y a su querido Djinn, creando un romance poco común para gente de mediana edad, es aquí donde vemos el grado de madurez que busca transmitir el director. 

Su transición de la fantasía Down tempo a un registro basado en el aquí y ahora se tambalea en su intento de entrelazar la política con la filosofía, ya que no termina de construir muy bien esas ideas. Sin embargo, pese a ese detalle, los elementos ganadores de la película, es la tierna química entre Swinton y Elba. Swinton en una etapa mucho más madura, donde la hemos venido siguiendo con papeles donde intenta explorar un lado más humano como vimos en las películas de The Souvenir o Memoria.

Por otro lado, Miller, un entusiasta sobre la narratología, ama desnudar sus historias y sus personajes. Películas como Happy Feet, la seductora The Witches of Eastwick o la tierna Babe: Pig in the City funcionan mejor cuando se ven como cuentos de hadas. Incluso el posmoderno Mad Max hace girar el viaje de tu héroe clásico, y está nueva aventura del director funciona igualmente, incluso en las capas del subtexto que tal vez no estemos viendo y queden en la teoría que su protagonista si lo capte mejor.

Debajo de todo el jugo, esta es una película sobre ese momento mágico en una relación floreciente donde te sientes seguro al compartir todas las anécdotas que conforman las partes más importantes y formativas de ti mismo con otra persona que hace lo mismo, un estado que es la primera fase de un romance, que Miller deslumbra y nos aferra con cada diálogo de sus personajes.

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