Han pasado más de 20 años desde el estreno de la obra de Walter Salles, filme que marcó la carrera del director y que hoy sigue siendo su mejor trabajo. Pero lejos de eso Estación Central de Brasil sigue siendo una cinta realista, cruda y brillante, donde el director dirige una obra que muestra una lección de sociología en imágenes, donde toca aspectos que te hiela la sangre sin criticar a sus personajes ni al entorno que los rodea.
Walter Salles nos sumerge en un mundo casi inframundo, al mostrar la cruda realidad que viven muchos países latinoamericanos, como es en este caso Brasil, una sociedad donde las personas pobres que habitan barrios marginales tienen que luchar día a día, sumergirse en esa gran estación para ir a trabajar. Pero que cuando se aleja la historia de esa estación, la realidad es todavía peor, casi precaria.
La obra hace un estudio naturalista sobre la sociedad de Brasil que todavía no ha cambiado mucho con el pasar del tiempo, en ella vemos como se ejecuta a un ladrón vulgar sin que nadie diga nada, o como vemos el tráfico de niños de la calle para venderlos en el mercado negro, o pasamos por la religiosidad popular y exagerada que vive el país, pero sin dudas donde más recalca la película es sobre el analfabetismo que vive el país y la falta de trabajo en personas mayores.
Para ello Salles utiliza a dos personas totalmente diferentes entre sí, pero que a la vez llegarán a necesitar para encontrar solución a los problemas que les rodean, uno de ellos es Dora una maestra jubilada, que vive al límite de sus ingresos, ella se gana la vida como “escribidora de cartas”, en la estación central. Dora escucha a sus clientes, al mismo tiempo los condena y los censura por no saber leer y escribir, siendo este punto social el de más peso, ya que Salles hace una gran crítica sobre el nivel de alfabetismo que vive el país, que todavía en el año 2019 Brasil reportaba un 6.6% de la población en números casi 11 millones de brasileños no saben leer ni escribir.
Dora escribe cartas que prácticamente nunca van a hacer enviadas, esto lo hace como una especie de timo, pero al mismo tiempo es la única forma que tiene ella para poder conseguir plata ya que está pensionada y no tiene otro oficio. Las circunstancias del destino hacen que conozca a una mujer que tiene a un niño de nueve años llamado Josué, ella quiere enviar una carta al padre del chico, ya que este no lo conoce, pero por fatalidades la mujer muere en un accidente dejando a Josué solo y abandonado en la estación central, marcando otra censura a la sociedad que no presta atención al niño que merodea el lugar.
La mujer decide ignorar lo sucedido, pero la presencia del niño en esa gran estación abarrotada de gente la persigue como un llamado a su conciencia, lo cual accede a llevarlo a su casa y ahí comete un acto cruel, que es venderlo a una gente que trafica niños, pero su alma no la deja estar en paz así que va a rescatarlo y llevarlo a donde su padre con la dirección que le decía la madre del niño en sus cartas, haciendo un recorrido por casi todo Brasil.
Así inicia un viaje por carretera donde dos personas solas y abandonadas en un gran país lleno de millones de personas se encuentran, pero en ese trayecto Salles nos va mostrando la vida precaria y abandonada que viven las personas fuera de las grandes ciudades.
En este punto, el filme hace un cambio de escenario, pasa del citadino al rural, al mismo tiempo hace un cambio en la disposición de ambos personajes conforme la relación entre ambos va evolucionando, y al mismo tiempo va apareciendo la inseguridad y desconfianza de estar en medio de un territorio extraño, donde, solo se tienen el uno para el otro. Lo que provoca una ruptura en la película, en todo los sentidos, no sólo en la actitud de un personaje frente al otro, sino también en las imágenes y en el ritmo de la narración.
La historia puede que caiga en muchos lugares comunes que hemos visto en distintas películas, pero la forma en que Salles nos la cuenta la hace entrañable, humana y sobre todo muy efectiva en los objetivos que persigue.
Estación Central de Brasil, cuenta una historia universal sobre la soledad, las desigualdades, pero la forma en que ocurre y el contexto donde sucede la hace que sea una obra que solo se puede contar en Latinoamérica, lo que la hace mucho más reveladora.
Cabe destacar la impresionante, colosal y brutal actuación de Fernanda Montenegro, una mujer que pese a colocar una pared de concreto en su vida para no sentir nada, se va derrumbando ante la triste mirada de un niño que pide a gritos amor.
Estación Central de Brasil recibió dos nominaciones al Oscar por mejor película de habla no inglesa y mejor actriz, al igual que en los Globos de Oro, también fue nominada al BAFTA, ganó varios premios en el festival de cine de Berlín y San Sebastián.
Una maravilla de película…sigue en mi corazon con un a vigencia extraordinaria,,,