Alex Garland construye una película hipnótica y escalofriante que retrata una distopía no muy lejana sobre la política de los Estados Unidos. Garland sorprende una vez más al narrar con una prosa la terrible naturaleza de la guerra desde la mirada periodística.
Guerra Civil (2024)
Puntuación: ★ ★★★½
Dirección: Alex Garland
Reparto: Kirsten Dunst, Wagner Moura, Cailee Spaeny, Stephen Henderson, Nick Offerman, Karl Glusman, Nelson Lee y Jesse Plemons
Disponible: En Cines
En el futuro cercano, Estados Unidos ha vuelto su ira contra sí mismo; una nueva guerra civil está en pleno apogeo. Mientras el fuego azota el cielo y los suburbios arden, una facción rebelde secesionista conocida como Frente Occidental se acerca cada vez más a Washington DC. Mientras tanto, el presidente (Nick Offerman), atrincherado en la Casa Blanca, prueba el énfasis de sus palabras mientras ensaya para su último discurso televisado, donde promete que la derrota de los rebeldes es inminente y añade: “Algunos ya la llaman la mayor victoria en la historia de la humanidad”. Con este potente inicio Garland juega con una retórica trumpista, al mismo tiempo que lanza varios dardos a la política estadounidense actual, y todo lo presenta como una guerra distópica en una nación que al día de hoy las delgadas líneas de la paz son muy débiles.
Guerra Civil, se trata del conflicto tal como lo presencian los corresponsales de guerra: las personas que han visto lo suficiente en todo el mundo como para haber aprendido que el campo de batalla es un terreno común; que las mismas atrocidades se producen dondequiera que haya agravios, armas y gente dispuesta a apuntarse unos a otros. Lo que hace al filme todavía mucho más crudo, al mostrar los horrores de una guerra desde la mirada de personas “neutrales” al conflicto.
La fotógrafa de primera línea Lee Smith (Kirsten Dunst) lo sabe muy bien. Cada vez que cierra los ojos por la noche recuerda algún episodio de los horrores que se han desarrollado frente al lente de su cámara durante una carrera que abarca varias décadas. Ha estado haciendo esto el tiempo suficiente para entender que el contacto visual directo con la muerte a diario provoca que cierta parte del alma se atrofie. Es un trabajo que viene con una moral gris muy frágil, ya que el que mostrar la cruda realidad de un conflicto se paga con un precio, y ese puede ser ir perdiendo una ligera humanidad, le explica a la conmocionada novata Jessie (Cailee Spaeny), el como es luchar con cuestiones éticas. Es su trabajo grabar para que otras personas hagan las preguntas. Aún así, Lee no puede cargar con un enigma existencial que socava todo su sentido profesional: si las advertencias grabadas en las fotografías que ha tomado a lo largo de los años pueden ser ignoradas tan fácilmente en su país de origen, ¿cuál fue el punto de tomarlas?
Pero las fotografías tomadas, son solo un complemento de algo más grande. Y las historias no son mucho más grandes que las que Lee y su colega escritor Joel (Wagner Moura) están siguiendo o buscando siempre. Es bajo ese sentido que ambos se embarcan en un viaje tortuoso y peligroso a través de los EE. UU. para llegar a DC y fotografiar y entrevistar al presidente. Bueno, al menos esa es la esperanza. En la práctica, es una misión temeraria: los periodistas son considerados combatientes enemigos en la capital, y corren el riesgo de ser fusilados en cuanto los vean. Pero eso no impide que otros dos periodistas, el veterano reportero del New York Times Sammy (Stephen McKinley Henderson) y la aspirante a fotógrafa Jessie, alcen la mano para que los lleven.
Los cuatro personajes componen un retrato compuesto del corresponsal de guerra como arquetipo. Lee está entumecida y fríamente profesional, hace tiempo que desapareció cualquier suavidad en su personalidad; Joel, que busca emociones fuertes, es más entusiasta en su enfoque. Aunque es mayor y está fuera de forma, Sammy no puede tolerar la idea de jubilarse, Jessie está horrorizada y aterrorizada, pero nunca se había sentido tan viva.
Hay múltiples escenas en la película en las que estos se involucran temporalmente en brutales tiroteos en busca de una historia o una imagen que puedan vender. Incluso Jessie, que se derrumba en su primer encuentro con la muerte, pero pronto sigue los pasos a los otros. Una pérdida trágica en el acto final de la película pone a prueba la ética de todo el equipo, y lo que obtienen de ella lo dice todo. Vivimos en un mundo post-World Star, y eso –a microescala- es parte del problema. ¿Son los observadores héroes o villanos? ¿Cuándo surge la obligación moral de ayudar a los indefensos?
Las secuencias de combate se ejecutan con un salvajismo que se te congela la sangre; la hábil edición transmite la sombría satisfacción de captar un momento de verdad fotográfica en medio de una carnicería. Particularmente el efectivo uso inmersivo del sonido juega un papel crucial a la hora de elevar la tensión que rodea las escenas, ese sonido grotesco se complementa con los momentos de silencio que en ocasiones son adornados por algún sonido de pájaros o insectos, como cuando se llega al momento más monstruoso de inhumanidad de la cinta, una secuencia dominada por el formidable Jesse Plemons.
Dunst realiza una actuación milagrosa como Lee Miller, habiendo perfeccionado el tipo de mirada fija de mil metros que los soldados suelen hablar cuando cuentan historias de sus tiempos en las trincheras. Puede que no haya disparado el arma, pero ¿su posición y la distancia emocional que se impone todavía la convierten en cómplice? ¿Puede alguien verdaderamente disociarse de la experiencia tan completamente como para conservar su humanidad mientras documenta el desmoronamiento de la sociedad? Es una de las muchas preguntas abordadas en Guerra Civil, sin un ejemplo más claro en la película que la deslumbrante actuación de Dunst cuando descubre, quizás demasiado tarde, que todo pudo haber sido en vano.
Sin embargo, este no es solo el espectáculo de Dunts, ya que al pasar tanto tiempo con el cuarteto principal podría haber sido desastroso si uno de ellos estuviera fuera de juego, pero los cuatro tienen actuaciones abrasadoras. Wagner Moura como Joel juega un brillante complemento al exterior sutil y práctico de Lee. El arco de Jessie en la película se siente real, como si hubiera una energía transfiriéndose de sus mentores a su propio cuerpo, es como una ley de la física, la energía no se puede crear ni destruir, simplemente pasa de una forma a otra. Y si bien existe el peligro de que Sammy asuma el papel del Negro Mágico al servir como mentor de Joel y Lee, Henderson le imbuye de una especie de ambición casi egoísta que no lo aleja mucho de sus compatriotas más jóvenes, si acaso un paso más lento, pero es por su edad.
Al final lo que Garland nos quiere dar es una versión intensificada de los Estados Unidos que conocemos hoy, pero la parte más aterradora es que en realidad no es tan intensificada. La cinta no ignora la política de la época, simplemente la usa como una forma para contar un relato más terrorífico, crudo, y una posible consecuencia si no miramos el presente. Eso sí, nos deja muy en claro que no hay gloria en la guerra, por mucho que los líderes y aquellos en posiciones de influencia intenten declararlo así. Y las fotografías de Lee nos lo dejan muy claro.