Las leyes de la frontera | Review

Las Leyes de la frontera, lo nuevo de Daniel Monzón (Celda 2011) es un relato sobre un coming of agede trepidante y entretenido como convencional.

Las Leyes de la Frontera (2021)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Daniel Monzón
Reparto: Marcos Ruiz, Begoña Vargas, Chechu Salgado, Carlos Oviedo, Daniel Ibañez y Guillermo Lasheras
Disponible: Netflix

El cineasta Daniel Monzón se dio a conocer mundialmente por la taquillera y al mismo tiempo intrigante película titulada Celda 2011 que contaba la historia de Juan, un funcionario de prisiones se ve atrapado en un motín carcelario, y este decide entonces hacerse pasar por un preso más para salvar su vida y para poner fin a la revuelta, dicho filme se llevó ocho premios Goya incluyendo mejor película y el premio para Monzón.

Luego del éxito mundial de esa cinta, el cineasta no ha vuelto generar tanta pasión, pero ha estado en constante crecimiento con obras como El Niño (2014) o Yucatán (2018), y es ahora con su nuevo proyecto que Monzón regresa a todas las latitudes con Las leyes de la frontera, una adaptación de la novela de Javier Cercas que fue elegida para clausurar la 69 edición del Festival de San Sebastián, y que ahora llega a la plataforma de Netflix para generar pasiones de todo tipo.

En modo de resumen Las leyes de la frontera, es una película entretenida, que consigue que el espectador se vaya involucrando en las peripecias de sus protagonistas, sin lograr despertar muchas emociones excesivas. Digamos que no es la obra más original ni nada por el estilo, pero logra atrapar con encanto, buen ritmo y unas entregadas actuaciones de varios actores juveniles.

La historia ocurre en el verano de 1978 después de la muerte del dictador español Francisco Franco y España se encuentra en un estado de cambios en asuntos políticos, mientras que la nueva juventud rebelde está en busca de nuevas libertades rompiendo las barreras sociales y ofreciendo una nueva mentalidad.

El filme sigue a Ignacio Cañas (Marcos Ruiz) un estudiante de 17 años introvertido y algo inadaptado que vive en Girona. Un día conoce a una pareja llamados Zarco (Chechu Salgado) y Tere (Begoña Vargas), dos jóvenes delincuentes del barrio chino de la ciudad, estos viven en un estado de emociones, hurtos y atracos, que hace que el joven Ignacio encuentre un escapismo a su monótona vida y cruce las líneas de la rebeldía entre el bien y el mal, entre la justicia y la injusticia.

La película se centra específicamente en la transición del personaje de Ignacio, en su camino de pasar de ser un niño tímido y perturbado a uno rebelde que no le importa nada, cuyo retrato interpretado por Marcos Ruiz es brillante y creíble, logrando generar emociones en el espectador.

El trabajo de Ruiz es tan brillante que uno va observando como a medida que el personaje va cambiando su lenguaje corporal también se va viendo reflejado, llegando a transmitir la humanidad de un joven que puedes encontrar en la esquina de tu casa.

Por otro lado, Begoña Vargas interpreta a Tere, una joven seductora pero vulnerable. Es la chica del grupo y hará que Ignacio cambie su forma de ser. Ella cree en la libertad y eso incluye que el amor también es libre, aunque en el fondo tenga sentimientos por el chico, pero en su juego no logra saber como decirlo.

El grupo de rebeldes tiene un líder y es el Zarco, interpretado por Chechu Salgado, quien pese a sus actitudes es bastante protector con Ignacio, o como le pone el “gafitas”. Este tiene una relación con Tere que todo apunta que es algo amorosa, provocando un triángulo que nunca se genera y tiene un giro en el acto final.

La cinta de Monzón no busca profundizar muchas de las tramas que va construyendo y tampoco le importa desarrollar a todos los personajes que conocemos, simplemente utiliza todo eso para construir a sus tres protagonistas, por lo cual la cinta se siente como incompleta o que le falta un poco más de sustancia.

Donde destaca bastante el filme es su apartado visual sobre los años 70, se nota que hay bastante inversión a la hora de recrear las casas, los bares y la vestimenta. La música ronda esos lugares son de la época y ayuda a darle chispa al desarrollo de la trama.

Al final la obra de Monzón es un coming of agede trepidante y entretenido pero muy convencional.

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