El director iraní Jafar Panahi, ofrece una obra rotunda de tenacidad, desafío y de intenciones muy directas, elaborando una compleja meditación sobre la creatividad artística y las fronteras invisibles.
Los osos no existen (2022)
Puntuación: ★★★★½
Dirección: Jafar Panahi
Reparto: Jafar Panahi, Naser Hashemi, Vahid Mobaseri y Bakhtiar Panjeei
Disponible: Estreno en cines
En el año 2022, el director iraní Jafar Panahi fue detenido y se le ordenó cumplir una sentencia de seis años de prisión, cuando su gobierno le prohibió dirigir durante 20 años por motivos políticos y así silenciar al artista; pero, pesar de la prohibición, Panahi sigue siendo una espina clavada para las autoridades iraníes. Su provocador título This is Not a Film (2011) fue sacado de contrabando de Irán en una unidad USB escondida dentro de un pastel y se estrenó con gran éxito en Cannes. Sus siguientes dos largometrajes, Closed Curtain (2013) y Taxi Tehran (2015), le valieron un Oso de Plata y un Oso de Oro respectivamente en el festival de cine de Berlín, mientras que 3 Faces (2018) ganó el premio al mejor guion en Cannes.
Como dijimos, Panahi fue detenido en el 2022, pero puesto en libertad condicional el pasado viernes 3 de febrero, todo esto se afirmó cuando su hijo el también director, Panah Panahi, compartió una foto de su padre en libertad desde su cuenta de Instagram.
Con todo ese panorama que rodea al director puede ser que Los Osos No existen sea lo último que veamos del cineasta, o tal vez tengan en mente seguir calentandolé la cabeza al gobierno Iraní, pero sea lo que ocurra en un futuro, el último filme del cineasta se erige como un testimonio, y uno muy abierto, sobre la forma en que el arte y la protesta encuentran una voz, independientemente de todo lo que lo rodea. La cinta es una clara crítica sobre su exilio, una que está cargada de una compleja densidad de declaraciones audaces y logradas, además de ser todo un ejemplo para el mundo del cine sobre no dejarse vencer por las adversidades.
La película comienza con una toma larga fabulosamente y ingeniosa, que muestra una escena callejera en una ciudad turca, donde una mesera llamada Zara (Mina Kavani) se encuentra con su esposo Bakhtiar (Bakhtiar Panjeei). Él le ha traído un pasaporte robado que le permitirá llegar a París, donde Bakhtiar planea reunirse con ella; la pareja son iraníes que llevan mucho tiempo intentando salir del país de forma definitiva.
Justo cuando empezamos a involucrarnos en su historia, escuchamos la palabra “¡Corte!”, y una hábil transición muestra la escena siendo observada desde una computadora portátil por nada menos que Jafar Panahi, interpretándose a sí mismo. Él está dirigiendo una película de forma remota, una ficción documental basada en las experiencias reales de la pareja, y para estar más cerca del rodaje, eligió quedarse en un pequeño pueblo iraní cerca de la frontera turca, en lugar de irse a Teherán donde puede tener una mejor conexión a Internet.
Una vez que la mala conexión interrumpe las explicaciones del filme, Panahi se pone a conversar con Ghanbar (Vahid Mobaseri), un aldeano afable que le alquila una habitación, este se pone a tomar algunas fotos casualmente y le da a Ghanbar su cámara para filmar una ceremonia de compromiso local. A medida que la película juega entre las experiencias de Panahi en la aldea y la película que filman, el director asistente Reza (Reza Heydari) visita y lleva a Panahi a la frontera, donde le sugiere que podría querer cruzar con la ayuda de los contrabandistas, por un tiempo, por pocas horas, o tal vez considerablemente más.
Lo que parecía para Panahi un refugio discreto para pasar inadvertido, sus fotos casuales del pueblo lo mete en problemas, esto por una supuesta foto que tomó sobre una joven mujer con un pretendiente, pero no es con el prometido que impusieron al nacer, así que el jefe de la aldea (Naser Hashemi), insiste en que Panahi presente la foto como prueba. Él niega que haya existido dicha imagen y los aldeanos, incluido un Ghanbar ahora comprometido, insisten en que Panahi haga un juramento en la ‘sala de juramentos’, ya que es tradición de la aldea, dicha sala es un lugar que se dice que está rodeado por osos, aunque eso es solo para disuadir a los intrusos, de ahí el título de la película.
Pero los problemas para Panahi (el personaje) no solo van hacer los de la aldea, sino que también tiene que lidiar con los del rodaje de la película, ya que los actores enfrentan varios conflictos, incluso la actriz acusa a Panahi de ser irresponsable con la historia de ella y de sus luchas, lo que la lleva a tomar una decisión amarga.
Es así que todas las líneas del filme llegan a un punto drástico y trágico, por un lado, Panahi se enfrenta a las consecuencias de capturar imágenes, fijas o en movimiento, sin importar cuán honorable o inocente sea la intención, mientras que la cinta del rodaje debido a un evento tienen que parar de filmar.
Un punto muy interesante que hace Panahi es mostrar una crítica a las tradiciones que nacen bajo el concepto de la religión y como muchos las defienden pese ser oscuras, arbitrarias y opresivas; todo ese detalle se eleva en los últimos diez minutos del filme, debido a que te deja una sensación de impotencia, y creo que es algo que quería hacer el propio director, debido a su condición de vida que no puede hacer mucho, y ese plano final resuena mucho más cuando sabes lo que ocurrió después.
Los Osos no existen es una declaración poderosa, llena de seriedad, tenacidad donde los osos sean reales o imaginarios son un desafío al miedo, a la pérdida de creer y sobre todo de opinar, detalles que son profundamente humanos.