Mirrors No. 3 | Review

Christian Petzold transforma una historia íntima de pérdida en una pieza de cámara sobre la memoria, el duelo y la identidad.
FICM 2025 | Mirrors No. 3 (2025)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Christian Petzold
Reparto: Paula Beer, Barbara Auer, Matthias Brandt y Enno Trebs

Lo nuevo de Christian Petzold, Miroirs No. 3, el cineasta firma una de sus obras más contenidas y, paradójicamente, más hondas. A partir de un relato mínimo —una joven estudiante de música que sobrevive a un accidente donde muere su novio y es acogida por una familia desconocida— el cineasta alemán compone una sinfonía emocional de silencios, reflejos y heridas compartidas. La película no busca narrar un proceso de sanación, sino observar cómo el duelo se desplaza de un cuerpo a otro, de una casa a otra, como si la pérdida fuera contagiosa.

Laura (Paula Beer) emerge del accidente con un cuerpo intacto y un alma fracturada. Petzold la muestra suspendida entre la vida y la muerte, una figura translúcida que deambula por un Berlín demasiado sonoro, demasiado vivo. El diseño sonoro de Dominik Schleier subraya esa disonancia: el ruido urbano se convierte en un enemigo invisible, una amenaza constante para una mente en colapso. Cuando Laura acepta hospedarse con Betty (Barbara Auer), el mundo exterior se transforma —los sonidos se suavizan, los colores se templan, la realidad se vuelve casi onírica. Como si el hogar de Betty fuera un refugio fuera del tiempo, pero también una trampa emocional.

Petzold retoma aquí su fascinación por los espacios intermedios: entre la vida y la muerte, entre la memoria y el presente, entre la identidad y el reflejo. Miroirs No. 3 —título que remite al tercer movimiento de Miroirs de Ravel— articula su narrativa como una pieza musical: motivos que regresan, disonancias que encuentran resolución, silencios que se convierten en notas. Cada gesto cotidiano (reparar un grifo, afinar un piano, recomponer una relación) funciona como metáfora de un proceso interno de reparación, donde los personajes se reconstruyen mutuamente sin saberlo.

La familia que acoge a Laura —Betty, su marido Richard (Matthias Brandt) y su hijo Max (Enno Trebs)— vive marcada por una ausencia, una pérdida nunca verbalizada. Cuando Betty confunde a Laura con Yelena, comprendemos que esa herida compartida los une más de lo que los separa. Petzold filma sus encuentros con una ambigüedad inquietante: los afectos parecen sinceros, pero también hay algo de sustitución, de manipulación inconsciente. Laura se convierte en espejo y fantasma, presencia sanadora y recordatorio doloroso.

La dirección de Petzold es, como siempre, un ejercicio de precisión emocional. Su cámara fija, sus encuadres geométricos y su tempo pausado hacen que el drama se sienta como una respiración contenida. Beer, en su cuarta colaboración con el director, ofrece una interpretación hipnótica: su mirada comunica lo que el guion nunca dice, un desasosiego que se desplaza entre la tristeza, la culpa y la necesidad de desaparecer.

Mirrors No. 3 dialoga con las obsesiones temáticas de Petzold —la identidad desplazada de Phoenix, el duelo fantasmal de Undine, el extrañamiento emocional de Afire— pero lo hace desde una economía narrativa aún más extrema. Es, quizá, su película más silenciosa, más espiritual, donde el drama se filtra a través de los gestos más mínimos. Incluso su desenlace, contenido hasta la elipsis, reafirma la voluntad del director de no ofrecer respuestas ni redenciones, solo la posibilidad de seguir respirando dentro de la herida.

En tiempos de cine ruidoso y emocionalmente explícito, Miroirs No. 3 es una obra de resistencia. Una meditación sobre el duelo, el deseo y la sustitución, sobre la imposibilidad de sanar sin enfrentarse a los fantasmas que nos habitan. Petzold no busca conmover, sino escuchar el eco de lo que se ha perdido. Y en ese eco —en ese espejo roto— encuentra su forma más pura de belleza.

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