The Eternal Daughter | Review

En la tercera parte de la historia de “The Souvenir” Tilda Swinton interpreta a madre e hija, donde Joanna Hogg juega con el horror en un movimiento conmovedor y desconcertante. 
The Eternal Daughter (2022)
Puntuación: ★★★★
Dirección: Joanna Hogg
Reparto: Tilda Swinton, Joseph Mydell, Carly-Sophia Davies, August Joshi, Zinnia Davies-Cooke y Alfie Sankey-Green
Disponible: VOD Google Play

De verdad que Joanna Hogg se está convirtiendo en una de las mejores cineastas actuales, cuyo estilo de puesta en escena es digno de apreciar, y ahora en su nuevo trabajo, la directora logra una verdadera intimidad y generosidad emocional a una cinta donde el misterio psicológico es lo más importante en los personajes. 

The Eternal Daughter es una historia de fantasmas cuyo propósito no es asustarte, es una película sobre el enigma de la vida de nuestros padres, cuyas existencias desconocidas es un misterio antes de que cada uno naciéramos y, de hecho, después de nacer; dicha sensación es lo que empuja a los personajes a intentar comprender cómo es ser padres, y cuál es el misterio de la vida y de la muerte. Para Hogg, la única forma de comprender a los padres es convirtiéndonos en nuestras madres o padres, sentir lo que sienten desde adentro y, sin embargo, nunca estar seguro.

Tilda Swinton ofrece una interpretación impresionante, conmovedora e ingeniosamente diferenciada como una cineasta que lleva a su anciana madre a un hotel rural para su cumpleaños; dicho hotel fue una vez propiedad de la madre, quien pasó un tiempo cuando era niña. Eso, mientras la hija aprovecha la oportunidad de trabajar en su último guión, que es sobre la vida de su madre. Swinton, por supuesto magistral, interpreta ambos papeles: tanto la hija como la afable madre anciana, quienes viajan con su perro llamado Louis.

Hogg se las ingenia para que la hija y la madre de Swinton casi siempre tengan conversaciones en intercambios de plano contra plano inverso: lo que invita a que uno como espectador se encuentre preguntándose cuándo aparecerán juntas en la pantalla al mismo tiempo, aunque ese recurso es una trampa de la directora, incluso cuando ocurre un plano general de las dos juntas, es la señal de un cambio en lo que hemos venido intuyendo en todo momento. 

Además ese giro que hace Hogg, es todavía más evidente si notamos que la madre de alguna manera parece mayor en cada toma, mirando fijamente a la lente, impactada por el futuro. ¿Qué está pasando en este hotel fantasma? 

El hotel es muy desconcertante: cuando llegan se dan cuenta de algún problema con su reserva y, sin embargo, parece que no hay más huéspedes. La hija se mantiene despierta por la noche por ruidos de golpes espeluznantes e inexplicables de las otras habitaciones (vacías). La recepcionista se comporta de forma un poco grosera mientras en todo momento, incluso cuando les sirve la cena a las dos mujeres. Pero hay un conserje muy simpático (Joseph Mydell) que adivina la infelicidad de la hija y que resulta estar tocando la lúgubre flauta que escuchamos al principio.

La madre es simpática y está encantada con sus regalos, pero sin embargo la hija intuye -como ha intuido claramente a lo largo de su vida- que su madre reprime alguna tristeza o dolor terrible. Y está devastada e incluso enojada porque su madre simplemente no se lo dirá. De hecho, regresar a esa vieja casa le trae recuerdos, muchos tristes.

La mujer mayor, con toda la renuencia de su generación a complacer sus emociones, agradece (aunque un poco avergonzada) todo lo que está haciendo su hija. La hija, por su parte, se mortifica al saber que su madre está triste por no tener hijos; por el hecho de que ha de ser eternamente hija y nunca madre.

Este nuevo trabajo de Joanna Hogg, es una obra tan íntima que logras ver cada detalle que transmite el filme, detalles como cuando la madre tropieza hace que se note el cuidado que tiene la directora a la hora de crear los vínculos entre las dos mujeres y el impacto que tiene una sobre la otra. 

No puedo terminar sin mencionar la calidad estética de la cinta y la fotografía, que Hogg utiliza para marcar a cada una de las mujeres, y el estado en que se encuentran, todo eso adornado por una música misteriosa y fría para darle fuerza al enigma que rodea a la hija y al hotel. 

The Eternal Daughter es un momento toral de autorrevelación para Joanna Hogg.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *