Vidas pasadas | Review

Celine Song hace su debut cinematográfico con una hermosa, madura y dolorosa historia sobre el reencuentro de dos personas que no saben como afrontar sus sentimientos. 
Vidas Pasadas (2023)
Puntuación: ★★★★½
Dirección: Celine Song
Reparto: Greta Lee, Teo Yoo y John Magaro

Disponible: VOD Google Play

El amor es un tema universal, es un tema que escuchamos mucho en nuestras vidas, lo vemos en las películas, en las series, en la música, en casi todos los tipos de artes. El amor es un sentimiento que nos hace humanos, es parte de nuestra naturaleza como individuos sentir amor, y ese lo expresamos de diferentes formas, pero está claro que hay un tipo amor que es, el que sentimos hacia otra persona que se vuelve nuestra pareja para toda la vida o por un tiempo determinado, y siempre escuchamos la frase: cuando conozcamos a la persona ‘indicada’, lo sabrás. Una idea con la que juega bastante Song aquí, incluso explora la idea de que cada uno de nosotros tiene una persona que fue hecha para nosotros, y cómo esto se integra en la vida que imaginamos y que podríamos haber construido para nosotros mismos.

Celine Song construye un más que notable debut basado en estas ideas. Vidas pasadas es un retrato profundamente sensible sobre dos personas que no saben como determinar si lo que sienten es algo que debe ser permanente y no correspondido, o es un sentimiento que surgió en un tiempo y lugar en particular que ya pasó y no va a funcionar en el presente. Un sentimiento del pasado que al parecer nunca concluyó. Con actuaciones increíbles y un estado de ánimo que infunde cada fotograma, el filme es una obra que te atrapa desde el principio y no te suelta hasta llegar un clímax emotivo, difícil que te pega en el corazón.

Nora (Greta Lee) y Hae Sung (Teo Yoo) fueron novios de la infancia en su ciudad natal, Seúl, hasta que la familia de Nora emigró a Toronto. Pasan 12 años y se reencuentran por medio de redes sociales en sus años universitarios, donde Nora ahora se mudó a Nueva York para perseguir su sueño de ser dramaturga, mientras que Hae Sung está pensando en ir a China. Su reconexión se vuelve adictiva, hasta que Nora la termina, ya que asegura que su relación la está distrayendo de su futuro, luego pasan otros 12 años y Hae Sung decide visitar a la ahora casada y exitosa Nora, y a su esposo Arthur (John Magaro) en los Estados Unidos. 

Cuando Nora y Hae Sung son adolescentes, ambos creen que se aman (aunque nunca lo expresan) y que están destinados a estar juntos. Cuando se reencuentran por primera vez, Nora queda aislada tanto de su cultura natal como de su cultura adoptada; y Hae Sung parece indiferente a sus propias ambiciones (cualesquiera que sean). Al mostrar cómo las diferencias horarias y los problemas tecnológicos pueden hacer que la comunicación entre zonas horarias sea tanto un milagro como una frustración constante, Song imbuye esta distancia entre Nora y Hae Sung con ese anhelo, ese asombro, esa pregunta constante si lo que tenían era producto de una infancia inocente, o si están destinados el uno para el otro. Pero al final de todo, Nora se da cuenta de que hundirse en la nostalgia es peligroso, o que sus propias ambiciones de vida simplemente superan sus sentimientos románticos, en los que no se atreve a confiar, para seguir explorando ese sentimiento o incluso es una herida. 

Nora parece haber logrado sus ambiciones profesionales, sin embargo, su vida amorosa ocurrió casi por casualidad, incluso casi de manera poco romántica cuando ella y Arthur la desglosan en sus breves momentos reales. Hae Sung parece atrapado en una vida predeterminada: nunca descubrimos cuál es su trabajo, solo que él siente que es lo que tiene que hacer para sobrevivir, no lo satisface, y no lo ve como adecuado para mantener a una esposa y una familia, lo que se puede sentir como una crítica a la sociedad coreana, una que muchos indican que es difícil vivir, y por la cual es la ciudad con índice más alto de suicidios. 

La otra metáfora que explora Song es el concepto de pertenencia, de identidad, incluso lo plasma en una conversación que tiene Nora con su esposo, al decir que Sung es demasiado coreano y no como los coreanos-americanos que ella conoce en Estados Unidos, o en la forma que la cineasta coloca sus personajes cuando hacen visitas a la ciudad de Nueva York y se ven tan pequeños al lado del bosque de rascacielos.

Vidas Pasadas no es solo una historia de amor o el típico triángulo amoroso, sino que también es una historia sobre la inmigración, tanto literal como figurada. Nora ha inmigrado dos veces: una vez no por su elección y otra por decisión propia, por lo que su distancia de su yo coreano original se siente distante y, sin embargo, es un recordatorio constante en su vida. El intento de Hae Sung de encontrar una nueva vida fuera de Corea parece detenerse antes de comenzar, incluso Arthur sabe que, como judío, nunca será aceptado en su propio país.

Al final Vidas Pasadas es todo un estudio al concepto de las decisiones que tomamos y al arrepentimiento aceptable que surge incluso cuando hemos tomado una buena decisión.

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