We’re All Going to the World’s Fair | Review

Una adolescente llamada Casey se une a un juego oculto en línea que nos lleva a un viaje desconcertante e inquietante en el brillante debut de la cineasta Jane Schoenbrun.  

CRFIC 2022 | We’re All Going to the World’s Fair (2021)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Jane Schoenbrun
Reparto: Anna Cobb y Michael Rogers

Arrancamos nuestra cobertura de la nueva edición de CRFIC (Costa Rica Festival Internacional de Cine) con la curiosa y extraña película llamada We’re All Going to the World’s Fair que en español se podría llamar “Todos vamos a la Feria Mundial” el debut de la cineasta trans-Jane Schoenbrun, cuyo principal adjetivo para calificar a la cinta es de inquietante, cuya cualidad rara vez la podemos ver en una película.

La obra en sí, es un experimento casi de terror que se basa en una estética de videoarte, donde lo artístico juega con las ideas de un juego virtual pero se mezclan con pantallas de Zoom, llevándonos a un mundo donde la liberación va de la mano con la soledad, por lo cual para el espectador es un viaje desconcertante e incluso agotador, en especial ya que el guion no se sienta a explicar al filme y simplemente te lleva hacia donde quiere llegar.

La joven actriz Anna Cobb interpreta a Casey, una adolescente que está a punto de participar en el “World’s Fair Challenge”; es decir, participar en un juego en línea de terror oculto, lo que la lleva a sumergirse a un juego de rol de fantasía donde tiene que subir videos que documentan los supuestos cambios que son provocados por el juego. Esto lo hace debidamente, junto con otros jugadores, y son estas existencias y mundos inconexos los que proporcionan tanto el contenido como la narrativa del filme.

La película arranca con Casey haciendo su declaración de inicio al juego mientras su rostro está bañado con un brillo de neón casi sobrenatural, mientras mira fijamente a la pantalla, sometiéndose a los rituales hipnóticos y malsanos del juego. En tanto ella va creando su cobertura de videos un hombre llamado JLB (Michael J Rogers) se pone en contacto, profesando una admiración por su material y ofreciéndose a descifrar los misterios del juego. La cinta lo plantea casi como depredador sexual.

El filme está construido con varios monólogos, nunca hay diálogos en personas, los que vemos son por medio de videollamadas, haciendo una reflejo crudo y real de nuestros días, especialmente debido a la pandemia. Al mismo tiempo hay una crítica feroz hacia el mundo del internet y como los niños o adolescentes tienen este contenido a la mano sin claras supervisiones, todo esto reflejado en la figura de Casey, de quien prácticamente no sabemos nada de ella, incluso su nombre real; lo mismo podemos decir de la figura de JLB, quien es este hombre que se oculta en detrás de un computador, es realmente un pedófilo o simplemente un adicto al juego online, La cinta es toda una experiencia que nunca se detiene a construir una historia tal cual, y hace que la cinta sea un experimento curioso más no efectivo.

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