Maya Hawke interpreta a la escritora Flannery O’Connor haciendo una entrega poco convincente en un biopic arriesgado pero fallido a cargo de su padre Ethan Hawke.
FICM 2023 | Wildcat (2023)
Puntuación: ★★
Dirección: Ethan Hawke
Reparto: Maya Hawke, Laura Linney, Philip Ettinger, Rafael Casal y Cooper Hoffman.
Flannery O’Connor fue una escritora católica estadounidense del siglo XX; ella fue autora de dos novelas y de 32 relatos cortos, además publicó varios ensayos y reseñas; su prosa eran historias sureñas y cínicas que disfrutaban de cuestionar la fe, la familia, o por hacer una crítica a sus duraderas credulidades cristianas nacidas desde su nacimiento.
La última película como director de Ethan Hawke, Wildcat, es otra película cargada de nepotismo sin sentido, ya que el actor y director recurre a su hija Maya para interpretar a la autora cuando regresa a su casa en Georgia mientras sufre un colapso profesional, mientras vamos en ese viaje de regreso la cinta nos literaliza los pensamientos de la escritora en busca de su nueva historia. En otras palabras, interpretaciones de texto dentro de un texto, en este caso nos recrean Good Country People y Everything That Rises Must Converge, Maya interpreta a Flannery y al mismo tiempo a algunos de sus personajes, y cada ama de casa mezquina se convierte en su enloquecedora madre (Laura Linney).
Aunque la afición de Ethan por un genio literario se manifiesta alto y claro, en última instancia no le está haciendo ningún favor a su prosa al reforzar una idea errónea y reduccionista sobre los escritos de esta. Todo se reduce a extraer los elementos correctos de su entorno inmediato y simplemente conectarlos a la narrativa. “La vida que salves puede ser la tuya”, murmura Flannery mientras pasa al lado de un cartel al borde de la carretera pintado con la frase que titularía una de sus composiciones posteriores. Esto sin buscar nada profundo que narrar, o cuestionar el porqué decidió ponerle ese nombre a un escrito.
Es claro que estamos ante una película biográfica que quiere huir de eso, pero lo hace con una noción torpemente obvia, pero a un así te subraya una cita inicial de O’Connor sobre la ficción como una inmersión en la realidad en lugar de un escape de ella. No es que nadie la culpara por querer escapar; el lupus que padeció la llevó a regresar a su ciudad natal y a vivir con su madre, una mujer un tanto racista y molesta, quien no entiende por qué su hija no puede simplemente escribir algo reconfortante y agradable para variar, y tampoco tiene el interés de conocer mejor a la sociedad o a su hija, lo cual lo sabemos porque se lo dice abiertamente a un idiota del taller y le da el consejo no solicitado de que venderá más copias si suaviza la palabra N a “negro”.
A Maya no le va mucho mejor en sus esfuerzos simplificadores por aislar la esencia de una mujer reacia a no dejar entrar a nadie a su vida, y para darnos a entender ese aspecto de su personaje, pasa poniendo cara pensativa toda la película. Su acento de sureño va y viene, y es un alivio cuando parece que finalmente lo abandona. (Y que nadie acuse a Ethan de tener favoritos; su hijo Levon también aparece en un cameo que le permite mostrar sus abdominales. ¡Gracias, papá!) Incluso la confiable Linney ha sido infectada con cualquier contagio que estuviera circulando por el set, ya que la nominada al Oscar está pasada en muchas escenas, aquí la sutileza del buen hacer quedó olvidada.
Ethan Hawke de verdad tiene talento para dirigir, sus proyectos pasados en este oficio lo han demostrado, pero el gran obstáculo de esta inherente película biográfica (la conexión psicológicamente fácil entre la vida y la obra de una figura) devora su perceptible estima por O’Connor.