Todos somos extraños | Review

Andrew Scott, Paul Mescal y Claire Foy brillan en un filme sobre un guionista que visita la casa de su infancia y descubre que sus padres, que murieron en un accidente automovilístico, aún viven allí.
FICM 2023 | Todos somos extraños (2023)
Puntuación: ★★★★½
Dirección: Andrew Haigh
Reparto:  Andrew Scott, Paul Mescal, Jamie Bell y Claire Foy

En una noche solitaria, en su apartamento ubicado en una torre casi vacía a las afueras de Londres, el guionista Adam (Andrew Scott) se ve sorprendido por la visita inesperada de su vecino que vive en el piso seis, Harry (Paul Mescal), el encuentro es fugaz e insatisfactorio. Sin embargo, es lo suficientemente intrigante como para alterar el sombrío equilibrio de la vida de Adam. Casi al mismo tiempo, Adam comienza a visitar la casa de su infancia donde, misteriosamente, encuentra a sus padres todavía vivos y con la misma edad que tenían en el momento de su muerte, más de treinta años antes. Lo último de Andrew Haigh es una meditación melancólica y llena de fantasía sobre la pérdida y la soledad. Un romance triste y sensual, impulsado por un par de actuaciones devastadoras de Scott y Mescal; también en el reparto destacan Claire Foy y Jamie Bell como los papeles de los padres de Adam. Haigh adapta una novela ambientada en el Japón de 1987, titulada ‘Strangers’, de Taichi Yamada. 

Adam es un hombre solitario, eso lo notamos desde el inicio de la cinta, ya que el mundo en el que vive este hombre se siente vacío y frío, ese aspecto se siente en su elegante, pero frío apartamento con vistas panorámicas hacia el paisaje urbano. Él es un escritor y cuyo nuevo proyecto le exige volver a comprometerse con su doloroso pasado. Escuchando música de su infancia (Frankie Goes To Hollywood, The Fine Young Cannibals) y examinando los pocos tesoros que logró conservar, intenta superar algo que podría ser un bloqueo del escritor o simplemente una tristeza aplastante que surge en él que no ha podido sanar. Pocos actores pueden transmitir un dolor tan profundo con solo una sonrisa como Scott, y él usa esta habilidad con un efecto particularmente devastador. Incluso el cauteloso indicio de felicidad que comienza a aparecer en su expresión cuando pasa tiempo con Harry viene con una sombra. 

Los encuentros con los padres adquieren un semblante algo extraño. Adam necesita que sepan quién es, pero se estremece ante sus suposiciones no reconstruidas de los años 80 sobre su sexualidad. “Dicen que es una vida solitaria”, dice su madre, y Adam, es quizás la persona más solitaria de Londres, se ve obligado a argumentar que si realmente está aislado no es porque sea gay. Toda está construcción con los padres y la forma en que se desarrolla, se sienten a la cinta de Joanna Hogg La hija eterna, por un lado por el humor melancólico de ambas obras y la tristeza que cargan los personajes protagonistas, aunque en la cinta de Haigh el peso de ese sentimiento se siente más profundo. 

El guion de Haigh funciona en armonía con el oficio de su protagonista, ya que busca en sus recuerdos reprimidos para encontrar una luz en su vida. La relación romántica con su vecino es una manifestación de su vida, y su final podría ser debatido. 

La edición sensual nos guía sin esfuerzo a través de la barrera permeable entre los vivos y los muertos; la fotografía ágil e instintiva captura el aislamiento de Adam incluso cuando está entre una multitud. Y luego está el uso de reflejos e imágenes especulares, sobre todo las tomas coincidentes que cierran la película al principio y al final, que nos van dando pistas hacia el acto final.

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