Cuando el cielo se equivoca | Review

‘Cuando el cielo se equivoca’ es una fábula que combina comedia y crítica social, aunque con un guion demasiado explícito. Ansari explora la desigualdad y la meritocracia a través de un intercambio de vidas que subvierte la moraleja clásica.
Cuando el cielo se equivoca (2025)
Puntuación: ★★
Dirección: Aziz Ansari
Reparto: Aziz Ansari, Keanu Reeves, Seth Rogen, Keke Palmer y Sandra Oh
Disponible en VOD

Cuando el cielo se equivoca (Good Fortune), debut en el largometraje de Aziz Ansari, es una comedia de fantasía que se mueve entre la ingenuidad luminosa de las fábulas angelicales y la aspereza cotidiana de las vidas precarizadas. En ese vaivén —a ratos cálido, a ratos torpe— se configura una película que quiere dialogar con la tradición del cine con mensaje a lo Frank Capra o Preston Sturges, pero también con las dinámicas laborales y económicas de la era de las aplicaciones. El resultado es una obra encantadora y a la vez frustrante: su corazón es generoso, su mirada es honesta, pero su narración avanza con una literalidad que deja poco espacio para que el espectador participe en la construcción del significado.

Ansari se adentra en un universo pseudo-fantástico donde los ángeles tienen especialidades laborales —casi un departamento celestial de servicios—, y donde Gabriel (un Keanu Reeves sorprendentemente ligero y cálido) funciona como un ángel guardián más bien torpe, ansioso por demostrarle a su jefa (Sandra Oh) que puede aspirar a misiones más elevadas. Es en ese afán donde tropieza con Arj, un trabajador multiapp cuya vida se sostiene sobre la cuerda floja, y con Jeff, un inversionista tecnológico que vive cómodo en la cima del privilegio. La torpe intervención divina provoca un intercambio de vidas que, desde su propia obviedad, revela un gesto refrescante: Ansari no busca reafirmar el clásico “el dinero no da la felicidad”, sino subvertirlo a medias, mostrando que Arj no quiere volver a la miseria y que Jeff apenas puede sostener la precariedad que él mismo ha favorecido como empresario.

Esta inversión —Arj encantado con la vida de Jeff, Jeff abrumado por la vida de Arj— ofrece una lectura interesante sobre la meritocracia y el deseo aspiracional. Si bien el guion tiende a explicitar demasiado sus ideas, el planteo inicial tiene una potencia innegable: ¿qué ocurre cuando el mensaje moral que el cine suele dar por sentado deja de encajar con la realidad económica del espectador? La película no siempre logra profundizar esa contradicción, pero en su intento por revisitar el cuento moral desde el desencanto contemporáneo encuentra un terreno fértil que la distingue dentro de la comedia hollywoodense.

Keanu Reeves es el alma del film. Su Gabriel es luminoso pero melancólico, un ángel que se equivoca con la misma humanidad que intenta corregir. Reeves sostiene la película incluso cuando el ritmo narrativo se vuelve repetitivo, cuando el guion se empeña en remarcar el mensaje sin permitir que aflore por sus propios medios o cuando la estructura se apoya demasiado en montajes que aceleran la trama sin darle verdadero peso dramático a la transformación de los personajes. Frente a él, Ansari encuentra un equilibrio entre el humor y el desasosiego de un hombre que vive en su auto, mientras Seth Rogen evita caer en el estereotipo del empresario cínico y logra transmitir la fragilidad de alguien desnudo ante la realidad que jamás ha tenido que enfrentar.

La película se sostiene mejor cuando observa la vida cotidiana que cuando intenta elevar su mensaje a un alegato político. Y aunque su tono fluctúa —del existencialismo pop al optimismo capriano, de la crítica social al humor amable—, existe una coherencia emocional: Good Fortune cree en la bondad, pero también cree en la dificultad de vivir. Su optimismo puede ser ingenuo, pero es también honesto; no lo impone como moraleja, sino como un deseo de equilibrio ante un mundo que pocas veces lo ofrece.

Como ópera prima, la apuesta de Ansari es audaz: mezcla géneros, revisita un subgénero desgastado y trata de hablar desde la precariedad sin renunciar al encanto. Pero esa ambición convive con errores de guion, con repeticiones innecesarias y con un exceso de explicaciones que reducen la sutileza en momentos clave. Aun así, la película nunca pierde su calidez, y su mirada sobre las vidas cruzadas por el azar, la desigualdad y la intervención fallida de un ángel inepto termina siendo más humana que ejemplarizante.

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