No voy a pedirle a nadie que me crea | Review

Fernando Frías de la Parra regresa al cine con la adaptación de la novela homónima de Juan Pablo Villalobos, sobre un estudiante de literatura que si querer termina metido en problemas con un mafioso mientras viaja a Barcelona con una beca. 
FICM 2023 | No voy a pedirle a nadie que me crea (2023)
Puntuación: ★★★
Dirección: Fernando Frías de la Parra
Reparto: Anna Castillo, Darío Yazbek Bernal, Natalia Solián, Alexis Ayala, Ivano Palatucci y Juan Minujín

Luego del éxito de Ya no estoy aquí (2019) Fernando Frías de la Parra regresa al cine con la adaptación de la novela de homónima de Juan Pablo Villalobos; cuyo protagonista también se llama Juan Pablo Villalobos (Darío Yazbek Bernal), un joven que está a punto de viajar a Barcelona para sacar un doctorado sobre el uso del humor en la literatura latinoamericana. Como cualquier persona, Juan Pablo se prepara para dejar todo bien antes de viajar por tanto tiempo, y eso implica visitar a sus padres que viven en Guadalajara, pero estando allí se topa con su primo, quien se ha metido en problemas por culpa de un negocio turbio, y buscando un salvoconducto lo involucra, pero de nada le sirve, ya que al final siempre es asesinado a sangre fría por los mafiosos de un cartel, indiferentemente de eso el jefe del cartel recluta a la fuerza a Juan Pablo, quienes lo amenazan para que los ayude con un negocio que tienen que hacer en España, por lo cual serán ellos quienes le digan como actuar mientras está en Barcelona, que eso involucra a su novia Valentina Cruz García (Natalia Solián), y a una chica llamada Laia (Anna Castillo), una estudiante feminista que es hija de un poderoso político catalán.

La trama en sí es esa, pero todo va más allá de lo simple. El filme se nos va contando en retrospectiva, y será lo que el personaje vaya escribiendo en una suerte de diario, donde el autor narra las cosas increíbles que le van pasando mientras que sus decisiones son torpes e incluso algo ridículas, por lo cual por momentos el filme en sí pierde credibilidad. Entre los hechos que Juan Pablo nos cuenta, está el hecho que le es difícil ganarse la confianza de Laia, o que su relación con Valentina se va complicando cada vez más desde que llegaron a España (ella vivirá toda otra serie de desventuras en paralelo), le sale un tremendo sarpullido en toda la cara y las amenazas mafiosas se van volviendo cada vez más violentas.

Aparte de todo ese arco narrativo y que no estamos hablando del de Valentina, hay otro personaje que aparece y desaparece sin sentido, y es la de un argentino radicado en Barcelona al que le alquilan un cuarto (Juan Minujín, en un personaje imbancable que solo sabe decir «che, boludo» cada diálogo), este tiene una hija pequeña que es igual o peor de insoportable que su padre. 

Otros personajes que son solo de relleno para la trama son los típicos corruptos y mafiosos en este tipo de películas, y como estamos en Europa uno es un chino y el otro es un moro. También figura un hippie italiano que se involucra en la vida de Valentina; y así iremos viendo unos cuantos personajes más que como entran salen de la trama, unos más interesantes que otros, pero sin el peso narrativo como para recordarlos.

La cinta siempre carga un tono humorístico pese a la densidad de las cosas que van sucediendo, lo cual la hace disfrutable, especialmente en ciertas escenas como por ejemplo, cuando nuestro protagonista se trataba con su tesis original, y tiene que cambiar forzosamente por las circunstancias, todo con el fin de llamar la atención de Laia. 

El filme es un relato de excéntrica autoficción, que camina mezclando el realismo cotidiano de las experiencias de estos dos jóvenes latinoamericanos en Barcelona, especialmente con todas las microagresiones raciales imaginables que recaen en Valentina, cuyo personaje es más interesante que el protagonista. Por otro lado, la trama mafioso/política es lo bastante absurda, por momentos funciona y en otras es patética, especialmente cuando aparece el personaje de Alexis Ayala, que sea dicho de paso su actuación se siente sobre actuada.  

No voy a pedirle a nadie que me crea es una película ambiciosa, algo original en su propuesta especialmente cuando juega con realismo y el absurdo, pero termina cayendo en varios lugares comunes que hacen que el filme pierda fuerza, pero en ningún momento pierde el humor, siendo su mejor baza.

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