La obra ganadora del Tony de Stephen Karam es llevada al cine por el mismo creador con una mirada incomada y bien interpretada sobre una familia en el día de Acción de Gracias.
The Humans (2021)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Stephen Karam
Reparto: Richard Jenkins, Steven Yeun, Beanie Feldstein, Amy Schumer, June Squibb y Jayne Houdyshell
Disponible: MUBI
Con casi un carácter de urgencia nos llega la adaptación de la obra ganadora del Tony creada por Stephen Karam The Humans, mismo que se encarga de dirigir la versión para el cine. La obra muestra una configuración de una familia multigeneracional y disfuncional que llega a un apartamento de Manhattan para el Día de Acción de Gracias, lugar que no solo está tan deteriorado como la mayoría de los apartamentos de Manhattan.
El drama íntimo y opresivo de Karam es por mucho lo bastante interesante, no solo de escritura (su obra también fue preseleccionada para un Pulitzer) o de actuación (una monumental Jayne Houdyshell repite su papel ganador de un Tony junto a un elenco impecable), sino en general. En concepción, un raro viaje del escenario a la pantalla que parece valer la pena. Recuerda la igualmente ingeniosa y sorprendente adaptación de Florian Zeller de El padre, otro drama familiar basado en un apartamento que evitó instantáneamente la temida acusación de teatralidad al jugar inteligentemente con el espacio y la realidad.
La cinta nos coloca en el nuevo hogar de Brigid (Beanie Feldstein) y Richard (Steven Yeun), una pareja soltera relativamente nueva que se acaba de mudar y los muebles aún esperan ser entregados. Ellos le están dando la bienvenida a la familia de ella para una comida de Acción de Gracias: su hermana, Aimee (Amy Schumer) llega de Filadelfia y sus padres, Erik (Richard Jenkins) y Deirdre (Houdyshell), junto con la madre de Erik, Momo (June Squibb), todos conduciendo desde Scranton, Pensilvania.
La historia familiar nos hace viajar a los conflictos, resentimientos y secretos de cada uno de los personajes, pero todos tienen una calidad humana y mundana creíble, que la delicada escritura de Karam nos atrapa con fuerza incluso cuando se desarrollan en silencio, haciendo que comprendamos a cada miembro de esa familia.
La obra Karam trata su drama familiar como si fuera un horror, al construir una espiral cotidiana envuelta en una oscuridad cada vez más progresiva y siempre incognoscible (las bombillas se apagan a una velocidad alarmante y, como en muchos apartamentos de Manhattan, la luz natural casi no se encuentra por ninguna parte. El nuevo hogar se convierte en una especie de casa embrujada y, como los mejores ejemplos dentro del género de ficción, saca a la superficie los miedos de los personajes a fuego lento.
Karam va construyendo a sus personajes con bastante melancolía, haciendo que interactúen entre sí y cada pequeño encuentro o dinámica interpersonal se sienta cuidadosamente considerada, denotando que cada uno de ellos es más persona que personaje actuado. Hay aspectos familiares para los padres: la madre que parlotea sobre los chismes del vecindario, el padre que se preocupa por la seguridad, pero cada uno de ellos está muy lejos de ser una caricatura fácil y rutinaria, y todo eso es debido al equilibrio que Karam le tiene a ellos.
El dramaturgo y ahora director deja reposar los momentos, con pequeños fragmentos de diálogo o contando reacciones espontáneas de cada uno de ellos, lo que sirve para dejar respirar la atmósfera sofocante que se está viviendo.
Lo que hace a la cinta atractiva es como Karam le aporta dinamismo al material buscando alejarse del lenguaje teatral y dándole ese lenguaje cinematográfico como su diseño de sonido que es una colección de golpes, crujidos y golpes terriblemente fuertes e intrusivos que nos empujan al borde de nuestro asiento, donde nos quedamos durante la mayor parte de la película. Pero el material no puede dejar esa teatralidad y en ocasiones le pasa la factura especialmente el último acto.