Men: Terror en las sombras| Review

Lo más reciente del cineasta Alex Garland logra un equilibro habil entre el horror, el miedo, el trauma emocional y el humor, todo sostenido por excelentes actuaciones de Kinnear en varios papeles diferentes, y Jessie Buckley.

Men (2022)
Puntuación: ★★★½
Dirección: Alex Garland
Reparto: Jessie Buckley, Rory Kinnear, Paapa Essiedu, Gayle Rankin y Zak Rothera-Oxley
Disponible: Estreno en cines

Sin dudas, Men de Alex Garland era de una de las películas más esperadas del año, debido a que su director se ha estado convirtiendo en uno de los referentes del género del horror y ciencia ficción modernos, y siendo sinceros su tercer largometraje como director no deja a nadie indiferente, tanto por lo que ocurre en la trama como en los cuestionamientos políticos en los que juega la cinta. 

Sin dudas, muchos podrían sentirse un poco incómodos debido a que la cinta juega con la idea o con la acusación de que “todos los hombres son iguales”, junto con el estridente hashtag defensivo #noallmen. Es que sin dudas, Garland no es nada sutil con respecto a ese detalle, que con solo el título “Men” quiere decirnos mucho. Todo eso acompañado con el pastiche de terror poco sutil con él va hilando la trama, llevando a su protagonista a una pesadilla psicológica que tendrá que enfrentar para poder seguir con su vida. 

La historia nos ubica en una casa de alquiler tipo Airbnb en la campiña inglesa, donde Harper (interpretada por la siempre brillante Jessie Buckley) decide pasar unas semanas en soledad para poder respirar tranquila y liberarse de un trauma que carga. Trauma que está relacionado con su pareja (Paapa Essiedu) que era un hombre perturbado, abusivo y pasivo-agresivo.

El propietario es un tipo curioso, que utiliza un barbour con un pantalón rojo. Este al inicio le hace un recorrido por la casa, y sonríe con una sonrisa extraña; pero Harper no lo toma para nada extraño. Al día siguiente nuestra protagonista decide hacer un paseo por los alrededores de la casa y en su camino se topa con un hombre desnudo que la sigue a su casa y tiene que ser arrestado por dos policías. El tabernero no parece particularmente comprensivo cuando ella se detiene más tarde para tomar una copa, y tampoco lo hace el oficial que lo arrestó que ha venido a tomar una copa (en uniforme). Y cuando Harper visita la iglesia local en busca de consuelo, se enfrenta a un niño espeluznante y grosero y a un sacerdote de labios finos que, después de haber animado a Harper a confiarle sus problemas, insinúa que todos son culpa suya.

Todos estos hombres son interpretados por Rory Kinnear, que simplemente es fascinante, ya que ninguno de los personajes que recrea se parecen, esto por la brillante habilidad del actor a la hora de construir a cada uno. Ese detalle que uno como espectador capta nos lleva a cuestionar ¿por qué Harper no nota o comenta el hecho de que todos se ven exactamente iguales? ¿Será porque, entumecida por el dolor, no lo ve? ¿O lo que estamos viendo es una especie de sueño o alucinación provocada por el trato que ha recibido de su pareja? Lo que sí queda claro, es que Garland construye a cada uno de estos hombres como una metáfora machista y de misoginia que la sociedad patriarcal ha infectado a todos los hombres

Toda esa referencia que carga la cinta termina de explotar en el acto final, uno que es extraño pero que no puedes no dejar ver en pantalla por lo grotesco, pero al mismo tiempo fascinante. 

Las actuaciones son muy buenas, y hay una escena maravillosa al principio en la que Harper prueba el eco de un misterioso túnel ferroviario abandonado cantando una serie de notas y escuchando cómo parece reverberar para siempre: notas que la banda sonora toma para ir construyendo el misterio que rodea a la protagonista. 

El principal pero que le encuentro al filme es la forma en que el guión quiere abordar el tema del machismo, que en pocas palabras es el concepto principal que lo carga el extravagante repertorio de Rory Kinnear, que ese detalle se siente un poco desconcertante, pero al mismo tiempo intrigante ya que logra un equilibro entre el horror psicológico creado por un trauma y un humor que puede ser retorcido. 

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